6. Los días más felices de nuestras vidas

539 69 50
                                    


Movió su cuerpo con lentitud, deslizándose fuera de la cama lo más silenciosamente posible, cuidando de no despertar al moreno que roncaba con suavidad a tan solo medio metro suyo. Miraba a su alrededor en busca de su ropa repartida por toda la habitación, pensando en que solo debía irse y aclarar un poco sus pensamientos antes de enfrentarlo una vez más y hablar sobre sus recuerdos perdidos.

—No creas que te dejaré ir tan fácilmente después de lo de anoche.

Cerró los ojos tras oír la voz de Avdol. Suspiró pesadamente, deteniendo por completo cada movimiento suyo. Puso su cuerpo a disposición de su pesado brazo, dejándose tanto envolver como arrastrar de regreso a la cama. Aunque tampoco era como si fuera capaz de hacer algo para impedir que sucediera aquello, simplemente estaba a su merced.

—Yo solo iba...

Recibió un suave beso en la nuca como recompensa. Sintiendo a la vez como una poderosa oleada de frustración y vergüenza iba apoderándose de cada centímetro suyo. Haciéndolo darse cuenta de cuán patética y desesperada había sido su actitud al presentarse durante la noche de esa manera.

—Todavía tienes mucho que contarme.

Se odio en silencio por seguir pecando de idealista a pesar de su edad. Culpando a ese rasgo suyo por hacerlo creer que no arrepentiría de sus propias decisiones una vez que toda esa euforia se calmara. Ahora, tenía que hacer dos cosas al mismo tiempo y no estaba seguro de poder lidiar con ambas. Después de todo, intentar deshacerse de sus deseos suicidas sin tener que presentarse ante un profesional iba a ser casi tan complicado como intentar devolverle la memoria al moreno a base de relatos de sucesos ocurridos hace ya una década.

Tal vez su hábito de no pensar las cosas ni tomarles el peso suficiente terminó por jugarle en contra una vez más en su vida. Pues para empeorar todo, había hecho más que acostarse con él durante la noche, también le había abierto su corazón y confesado sus sentimientos de una forma demasiado cursi hasta para alguien como lo era él.

—¡Ah!

Gimió con suavidad, mordiendo su boca y tomando con fuerza las manos de Avdol, con el fin de romper el abrazo cuanto antes y así no sucumbir ante los constantes besos que recibía a lo largo de su cuello, los cuales no hacían más que producirle cosquillas. Los dedos del moreno se hundían con delicadeza en su piel, atrayéndolo más y más a su cuerpo para evitar que intentara huir.

—Para...

Contuvo su risa para parecer mucho más molesto de lo que ya estaba, y de esta forma evitar que el egipcio se diera cuenta de que comenzaba a excitarse con todas esas caricias que estaba recibiendo. Se volteó, encontrándose con una sonrisa ganadora marcada en su rostro, como si aquello le dijera que su intento de fuga había fracasado por completo.

—¿Cómo estás?

Quiso ser fuerte ante lo que sentía, no obstante su molestia se cayó a pedazos apenas fijó sus ojos en los de Avdol. Sintiendo como esa marejada de cariño volvía a invadirlo con una rapidez impresionante, preguntándose si hablarle sobre lo sucedido en India había sido tan mala idea como su instinto le decía.

—Creo que bien...

Se besaron tras mirarse un largo rato, enredando sus piernas mutuamente. Dejando que las manos del moreno recorrieran suavemente su cintura y espalda, como si estuviera chequeando de que todo estuviera bien. Sus mejillas ardían y su aliento flaqueaba cada vez que sus labios volvían a juntarse tras un breve receso para respirar.

Durante viaje, y tras convencerse de que sus sentimientos por Avdol eran más que reales, fantaseó constantemente con diversas situaciones que describieran ese despertar perfecto donde ambos amanecían con los primeros rayos del sol ingresando por la ventana e iluminando sus rostros románticamente. Escenarios donde los dos se saludaban con un suave beso antes de continuar con su tan importante misión.

Here, looking at you -AvPol-Où les histoires vivent. Découvrez maintenant