7. Rabieta

443 55 59
                                    


Haber aceptado irse a vivir junto a Avdol en esa pequeña cabaña en medio de la nada era algo que le traía muchas más ventajas que desventajas. O por lo menos esa era la conclusión a la que Polnareff había llegado después de un par de semanas ocupando el mismo espacio que él. No era como si se hubiese mudado definitivamente, no obstante, ya pasaba cada vez más tiempo fuera de Reims.

Ambos parecían estar haciendo sus vidas a un ritmo demasiado despreocupado para lo que estaba acostumbrado, sintiéndose como si estuviera en unas largas y constantes vacaciones casi rozando el concepto de permanentes. Era tal su percepción de lo que estaba pasando, que hasta un sueño sucedía más rápido y le producía emociones más fuertes y desagradables.

Otra cosa que gustaba de todo eso era la tranquilidad que le traía ese desolado camino rural, cargado de nada más que naturaleza y una que otra persona transitando de vez en cuando, pues era suficiente como para calmar un poco su ansiedad y reducir sus crisis depresivas al mínimo. Estaba al tanto de que esto no reemplazaría su necesidad de acudir a terapia por mucho tiempo, pero por lo menos era lo suficientemente efectivo como para posponerlo hasta tomar la decisión definitiva.

Al mismo tiempo, no tenía que enfrentarse al constante acoso de las deudas, su desempleo ni la necesidad de buscar trabajo para subsistir, aunque no podía negar que estaba un poco avergonzado haber caído tan bajo por culpa de su depresión. Se consideraba algo irresponsable, después de todo, no obstante, no a tal grado de huir de su vida como adulto.

Después de unos días juntos no tuvo más opción que ceder ante las constantes preguntas de parte del egipcio respecto al tema y admitir que a duras penas había estado viviendo del dinero que recibía a cambio de la casa que rentaba al otro lado del país.

Pero lo más sorprendente de todo no era no haber recibido una mirada de desaprobación de su parte o un regaño por ser un total desastre a su edad. Sino que el moreno había propuesto mantenerlo por un tiempo indefinido, por lo menos hasta que se sintiera lo suficientemente seguro de sí mismo como para buscar un trabajo estable.

A cambio de ese favor, tenía que encargarse de cada uno de los quehaceres diarios de la casa y unas cuantas otros favores que Avdol le iba pidiendo de tanto en tanto, tales como ayudarlo con algunas cosas de su trabajo, ir a comprar a la ciudad o sacar a pasear a Iggy al río.

No se quejaba de eso, de hecho era algo bastante cómodo, en especial porque eso le traía otra ventaja la cual presumir al mundo. Estar a cargo de la comida era algo que le encantaba, pues podía tener a mano todos los ingredientes que deseara sin tener que preocuparse por el dinero o cómo conseguirlos.

Una cosa más que le gustaba de estar allí, era poder pasar el tiempo con Iggy. Si bien su relación no era realmente buena, eran lo suficientemente cordiales como para poder salir a dar una vuelta por los alrededores sin terminar peleándose por alguna tontería. Por supuesto, tenían sus riñas ocasionales, algunas veces porque el perro se robaba su porción de carne directamente del plato o porque Polnareff lo dejaba sin poder ingresar a la casa por mucho tiempo.

La mayoría de esas veces Avdol terminaba regañándolos y forzándolos a prometer que no volverían a hacer una escena similar. Sin embargo eso nunca llegaba a cumplirse, ya que, pasado unos días en paz, el par volvía a buscar algún motivo por el cual pelear, simplemente para matar el aburrimiento.

Que llegara la noche también suponía otra ventaja. Esta era la hora del día que nuestro francés esperaba con más ansias que cualquier otra cosa. Esto debido a que era el único momento realmente a solas donde egipcio solía dedicarle atención absoluta a su relación de pareja. Para hacer cosas como abrazarlo con fuerza, besarlo y si los dos estaban de humor hacer el amor antes de irse a dormir.

Here, looking at you -AvPol-Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum