4. Morat

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Llevaba en Bogotá siete días y podía decir que me sentía bien. Había creado una rutina, salir todas las mañanas a pasear junto con Moody, ayudar a la abuela y había comenzado a pintar otra vez. Apenas el día anterior, hice lo que la abuela me sugirió, me di una vuelta por el instituto donde impartían cursos de pintura y a decir verdad me convenció bastante, por lo que decidí inscribirme.

Entré a la casa con las llaves que hace unos días me facilitó la abuela, le quité la correa a Moody y este corrió despavorido hacia adentro, cosa que me extrañó pero lo dejé pasar. Caminé con tranquilidad y me detuve unos momentos al escuchar voces en la sala de estar. Me asomé cuidadosamente para darme cuenta que la abuela estaba en compañía de una señora de edad media que ahora acariciaba a Moody.

-¡Eli, llegó!-dijo mi abuela con emoción-. Mire, quiero presentarle a Clemencia Cortés, una buena amiga y dueña de Moody.

-Hola, un placer-la saludé y la mujer de repente me sonrió y abrazó con familiaridad.

-Hola, Eliza, su abuela me ha hablado maravillas de usted y sin duda es mucho más bonita de lo que ha dicho-dijo y le sonreí con amabilidad.

-Muchas gracias, señora.

-Nada de señora, puede decirme Clemencia.

-De acuerdo-acepté.

-He venido ya por Moody, dentro de dos horas regresa mi hijo de México y estará contento de ver a su perro. Espero que no le haya dado muchas molestias, JuanPa tiene muy consentido a Moody.

-No para nada, es un perro muy obediente y cariñoso, siempre es un placer cuidarlo. A Eli no se le ha separado desde que llegó.

-Bueno, le ha agradado-dijo Clemencia con una sonrisa.

-También me ha agradado.

-No les quito más el tiempo, debo irme. Espero que mañana se dé una vuelta por la casa, Ana. A JuanPa le agradaría verla otra vez.

-Seguro que sí, Clemencia.

Me despedí de la señora con un beso y un abrazo, Moody se restregó en mi pierna unos minutos como si fuera un gato y después que Clemencia se lo lleva, lloriqueó un rato, la verdad es que yo tampoco quería separarme del perro, en unos cuantos días le había tomado un cariño inmenso y al parecer él a mí.
Subí a mi habitación y me encerré un rato a ver Harry Potter, no podía explicar lo mucho que amaba esa saga. Aproveché también para ojear las páginas del periódico, pues estaba decidida a encontrar un trabajo, no pensaba ser la mantenida de mi abuela y mucho menos pensaba tomar el dinero de mis padres, además quería independizarme un poco.
Pensé en una de mis tías, quien tenía una cafetería con mucho éxito aquí en Bogotá y días atrás me propuso trabajar con ella.

Decidí bajar de mi habitación con un bloc de dibujo en mano y luego de avisarle a la abuela, di una pequeña caminata por el vecindario hasta que encontré una área de jardín donde jugaban varios niños con sus padres. Me senté en una de las bancas y me quedé unos segundos observándolos y pensando en los últimos días. No sé porqué pero no extrañaba mi vida en México. Bogotá se sentía como estar en casa, comencé a sentirme como pez en el agua.

Una bola de pelos que conocía perfectamente corrió hacia mi sin dejar de mover la cola emocionado, en menos de lo que esperé, Moody subió sus dos patas a mis piernas, pidiendo atención, reí levemente y le di unas caricias en su suave pelaje, me pareció extraño que anduviera por el parque solo. El can, me dio un lenguetazo en la mano y posteriormente se separó de mí. Moody se sentó sobre sus dos patas y comenzó a llorar.

-Oye, ¿qué pasa?-pregunté como si me entendiera.

El peludo, se acercó a mi y comenzó a tironear con su hocico la tela de la mascada que tenía sobre mi regazo.

Piezas de mí- j.p. villamilWhere stories live. Discover now