16. Expuesta.

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—No quiero ir a casa—dije repentinamente.

—Lizzie...

—No quiero ver a mis padres por ahora.

—Está bien—aceptó.

Juan Pablo manejó varios minutos por las calles de Bogotá, él estuvo en silencio, cosa que agradecí internamente, no tenía muchas ganas de hablar.
Aparcó el automóvil frente a un edificio, lo miré con duda y él simplemente sonrió. Se bajó del vehículo, abrió la puerta para mi y no tuve opción más que seguirlo.

—¿Qué hacemos aquí?—pregunté.

—Aquí tenemos un departamento que usamos para ensayar o guardar instrumentos—respondió—. Es mío, pero no vivo en él porque me gusta más la casa de mis papás—dijo riendo nervioso.

Entramos al interior del edificio, un amable señor de unos cincuenta años, –que supuse que era el portero– saludó con alegría a Juan Pablo y posteriormente a mí, como si me conociera de toda la vida, aunque ya no me extrañaba, pues casi toda la gente de Bogotá eran así de cálidos.
El elevador estaba averiado, por lo que tuvimos que usar las escaleras para subir al cuarto piso, donde estaba el apartamento. Mientras subíamos los escalones, me reí divertida al ver a Villamil quejarse de la "actividad física".

Villa se detuvo frente a una puerta color marrón claro con el número 4B resaltado en dorado. El castaño sacó de su bolsillo un par de llaves y abrió la puerta, invitandome a pasar.
Un poco tímida, entré a la estancia, Juan Pablo, a mis espaldas encendió las luces con ayuda de los interruptores.

Había una sala de estar bastante amplia y con sillones modernos. A simple vista, el apartamento se veía bastante acogedor, aunque estar ahí me producía una sensación rara.

—¿Quieres algo de beber? Creo que había cerveza, jugo y unos cheetos de la vez pasada que vinimos.

—Una cerveza—le respondí y me senté en uno de los sillones—, ¿qué?

—Nada, nada—respondió Villa alzando las manos y riendo.

Juan Pablo despareció de mi vista, supuse que se dirigió a la cocina. Mientras regresaba, me limité a seguir observando el apartamento, se sentía extraño y familiar el estar en aquel lugar.
Dejé de pensar cuando Villa apareció nuevamente frente a mí con dos botellas de cerveza, me tendió una y se sentó a lado mío. Le di un sorbo a la botella y Villa hizo lo mismo con la suya. Durante unos minutos no hicimos nada más que beber aquel líquido en silencio y no era un silencio incómodo.

Villa dejó la botella medio vacía en la mesa y se giró completamente para analizarme con sus ojos verdes.

—¿Qué?—pregunté un poco cohibida.

—¿Sabías que eres lo mejor que alguna vez ha sido mío?—soltó de repente causando que una risita boba se me escapara—. Ven— se levantó del sillón y me tendió una mano.

Lo miré curiosa tratando de descifrar el brillo intenso de sus ojos verdes y tratar de leer sus intenciones.

—¿A dónde vamos?—le pregunté poniéndome de pie y siguiéndolo.

Villa me ignoró y en cambio, me guió a la terraza que poseía el apartamento. El lugar estaba bastante lindo, había una mesa con sillas, un asador y algunas plantas, lo que me hizo fruncir el ceño, se veía que la decoración ni de chiste podría haber sido elegida por los chicos.
Juan Pablo encendió los faroles que había en la terraza, desde aquella altura se veía la ciudad totalmente iluminada y las casas se veían pequeñitas. Me recargué en el barandal y admiré las vistas. Volteé a ver qué hacía Villa y me di cuenta que traía consigo en las manos otras dos botellas de cerveza, lo que me hizo alzar la ceja confundida sin saber de dónde las había sacado.
Le di un sorbo a la botella, si seguía así iba a terminar ebria antes de la media noche.

Piezas de mí- j.p. villamilWhere stories live. Discover now