Epílogo

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3 años después, Madrid, España

El frío otoñal caló súbitamente en mis huesos pese al abrigo que portaba encima. Metí mis manos dentro de los bolsillos y seguí mi camino hasta la van junto a mis tres amigos. Afuera del recinto había unas pequeñas ráfagas de viento que por poco hicieron que a Isaza se le volara el sombrero, algo que hubiera sido digno de ver. Entre risas nos metimos dentro del vehículo, miré una última vez el estadio, dentro de unas horas más daríamos nuestro primer concierto ahí. Suspiré y sonreí con alegría y nostalgia.

Lo cierto era que en los últimos tres años, Morat había crecido bastante, era rara la vez que dábamos conciertos en auditorios o recintos pequeños, Pedro, nuestro mánager se arriesgó junto a nosotros a apostarle a cosas más grandes y hasta ahora todo iba viento en popa. No podía quejarme, estábamos viviendo la vida que queríamos. 

Me distraje de mis pensamientos en cuanto escuché la tonada de una canción que conocía a la perfección, mis amigos soltaron una carcajada al darse cuenta que se trataba de "Punto y aparte" sonreí levemente y sin quererlo, me atrapó la letra que habíamos escrito años atrás.
Inevitablemente pensé en una sola persona. En Lizzie. Hacía tres años que no sabía mucho de ella más que lo poco que lograba sacarle a Marto y lo que escuchaba decir a Nath a escondidas. El primer año que se fue, todo se convirtió en una locura, no lograba dejar de llorar por su partida ni de preguntarle a las estrellas si todo estaría bien, solo mis amigos y familia saben lo duro que fue. Conforme pasó el tiempo medio logré olvidarme de ella, conocí a otra chica que logró enamorarme y llenar ciertos vacíos, pero no funcionó del todo, apenas seis meses atrás terminamos la relación y ahora estaba superando la tusa.

Simón se había casado con Nath hace poco después del nacimiento de su primer hijo, Isaza estaba esperando junto a Valeria a su segunda bebé y Martín estaba comprometido con Jan, mientras yo estaba de espectador de los momentos felices de mis amigos, quizá el amor me cerró las puertas en la cara y yo ni siquiera me daba cuenta o no quería aceptarlo.

Sacudí la cabeza y en cuanto llegamos al hotel donde nos estábamos hospedando deseché mis pensamientos melancólicos.

—Papo, estamos pensando ir a una exposición de arte, ¿viene con nosotros?—preguntó Simón.

Sinceramente con el frío que hacía no me apetecía salir, prefería encerrarme un rato en mi habitación y dormir antes del concierto.

—No, gracias perro—dije—. El jetlag está acabando conmigo, prefiero dormir un rato.

—Bueno, nos vemos más tarde—dijo Marto.

—Cuídese—se despidió Isaza.

—Ustedes igual.

Los vi alejarse del lobby y me fui en dirección al elevador.

No aguanté mucho rato encerrado, pues de repente mis pensamientos caían en cascada y todos dirigidos a una sola persona. Me tallé la cara con frustración y me levanté de la cama. El sueño parecía haberse ido. Tomé mi abrigo, el teléfono, mi cartera y la llave del hotel para salir.

Ni siquiera sabía a dónde estaba yendo, solo caminé sin rumbo por las calles de Madrid, perdido en mi mente y en las hojas amarillentas que vestían las aceras. Me detuve unos momentos en medio de la acera sin saber a dónde dirigirme ahora, miré a ambos lados y visualicé una cafetería, me dirigí hacia el establecimiento con un sentimiento extraño, quizá era hambre. Entré y la campanilla hizo un sonido avisando mi llegada, por fortuna la gente de ahí no me reconoció y pude pedir un café sin inconvenientes. Quise quedarme un rato más en aquel cálido lugar, algo me exigía que lo hiciera, pero no quería seguir perdiendo el tiempo, pues tenía que llegar al hotel a cambiarme y estar listo para el concierto, así que con todo el pesar del mundo, salí de ahí, no sin antes anotar en mi teléfono el nombre del lugar, quizá les diría a los demás que volviéramos al siguiente día.

Piezas de mí- j.p. villamilWhere stories live. Discover now