9. Close to you

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Me desperté más temprano que cualquiera, incluso que la abuela. Bajé a la cocina con una sonrisa en el rostro y me dediqué a hacer el desayuno. Estaba de un humor increíble y todo se debía al chico del banjo.
Resulta que el día que le confesé a Villamil que me gustaba, todo marchó viento en popa y después de uno que otro beso, acordamos ir poco a poco, tener citas y darnos el tiempo de conocernos. Me asustaba un poco enamorarme tan deprisa de Villamil. Desde ese día no habíamos podido vernos por cuestión de mis clases en la mañana y sus horas de composición en la tarde pero diariamente nos enviabamos mensajes o nos llamábamos por teléfono.

-Hoy se le hizo temprano, nena-dijo mi abuela apareciendo en la cocina.

-Un poco.

-¿Y esa sonrisa?-preguntó mi abuela y fue cuando me di cuenta que le estaba sonriendo como idiota a las arepas.

-Nada en especial-contesté.

-¿Es por Juanpa?-preguntó y abrí mucho los ojos-. Clemencia me comentó que el día del concierto los vio muy juntos y que Pablito no ha parado de hablar de usted.

Sin querer, sonreí y solté una risa medio boba y es que me emocionaba el hecho de que Juan Pablo hablara de mí con su madre. Estaba comportándome como una chiquilla quinceañera y todo gracias a Villamil.

-Si me lo pregunta, a mí me gusta como se ven juntos-dijo mi abuela y volví a ponerme roja.

-Iré a despertar a Jan y a Henry-dije cambiando de tema y mi abuela soltó una risa.

Subí las escaleras de dos en dos y desperté a mi hermano dando saltos en su cama, cosa que me costó un almohadazo en la cara, a Jan no me costó mucho ya que estaba despierta mensajeando con Martín, ese era el último día de mi amiga en Bogotá, así que me organicé sigilosamente con Isaza para hacerle una fiesta de despedida, él se encargó prácticamente de todo, la pequeña reunión sería en la casa de Villamil, mientras que ellos preparaban todo, yo tendría la tarea de distraer a mi amiga.

Bajamos juntas al comedor donde ya se encontraba Henry con una cara de zombie, gracias a la tesis que lo traía loco. Ayudé a la abuela a servir las arepas y desayunamos con tranquilidad.

Decidí faltar por ese día a las clases de pintura, cambié mi turno en la cafetería y obligué a Jan a ir conmigo, alegando que en la cafetería estábamos un poco reducidos de personas y necesitábamos una más, como dije, la tarea era distraerla.

-Es mi último día aquí y tú me tienes trabajando, eso no se hace-se quejó la castaña y reí.

-Por unas horas que no le mensajees a Martín no va a pasar nada-le aseguré y ella rodó los ojos.

-Hablando de mensajes, ¿cómo vas con Villamil?-preguntó rencargándose en el mostrador. No había casi personas ese día, por lo que podíamos hablar con tranquilidad.

-Bien-sonreí inconscientemente-. Hemos estado hablando mucho por teléfono.

-Awwww, cositas-dijo ella en tono bobo y la miré mal-. Bueno, me da gusto verlos a ambos así, aunque me temo que a tus papás no les va a encantar mucho la idea de que salgas con un músico.

-Ya, no es decisión de ellos-respondí encogiéndome de hombros.

-¿Has hablado con ellos?

-Lo intenté, pero me mandan a buzón y el otro día que hablé a la empresa, la asistente me dijo que estaban muy ocupados-dije y rodeé los ojos-. Creo que aún no me perdonan que dejara la universidad para estudiar artes y viniera a Bogotá.

-Perdón que te lo diga, pero tus padres son unos dictadores-dijo ella y asentí en acuerdo.

Iba a decirle algo más, pero un pinchazo en la cabeza me detuvo, sentí un leve mareo y luego nuevamente por mi mente pasaron algunas imágenes poco nítidas. Lo que sí pude apreciar fue mi propia imagen llorando alterada y un eco de voz masculina, luego nada.

Piezas de mí- j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora