Capítulo 20

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Te mentí.

Toda esa frustración, tristeza y nostalgia que te rodeaba era fruto de una estafa. De mi estafa.
Te convertiste en la sombra del hombre bueno. Pero no el hombre que montaba sobre un caballo blanco de cabellos soleados, sino el que vivía bajo la sombra de alguien que jugaba a ser Dios. Todavía no entiendo como podía agradar mis lujos a mi alrededor...Pero, no a ti. La locura me mataba ¿Por qué te preguntabas que hice para ser un hombre bueno? No violarte, quizás. Pedir permiso a Dios para violar a una mujer buena, probablemente. Y comprendo que hayas sacrificado mucho durante tu estancia en mi hogar. Y lamento haber estado ahí, sin hacer nada, y ya haber ganado. Lamento la piel en carne viva de tus rodillas, todos tus llantos, todos tus rezos...El saber que yo borré la palabra libertad de tu boca me come la cabeza. Fuiste un inocente cachorro que se cruzó en mi camino, y yo despistado le pisé la cola.

Nos convertimos en el hombre bueno y la mujer aceptable. No obstante, la poca largura de tu pelo comenzaba a crear sospechas. Corto y aburrido. En el fondo tenía miedo de que estuvieses un poco loca, porque lo femenino se medía en una cabellera larga y unas caderas destacables. No me importó, yo soy el hombre bueno. Sin embargo, tu mirada felina me decía algo mucho más profundo. Había gato encerrado y todos sabemos que eso es símbolo de mal prestagio. Así que ese era mi miedo. Yo en ningún momento quería correr tras un gato, ni molestarle durante la noche ni mucho menos lanzarle piedras.

No obstante, ya era demasiado tarde. Lo dejaste salir.

Al gato, digo.

La conclusión es que no pude hacer nada al respecto y ahora me persigue el recuerdo de tu cola cuando me siento sobre mi abandonado lecho.

Ahora somos el cliché que el destino nunca une: el hombre bueno y la mujer de la mala fortuna.

Como romperle el corazón a un muerto. (Hoodie y tú) Where stories live. Discover now