Capítulo 12: El emperador Min

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La noticia de que el emperador ya no tendría reuniones con los ancianos de Corea se difundió demasiado rápido. Muchos estuvieron descontentos con la noticia, seguramente llevados por los ancianos que se sentían en desventaja con las nuevas decisiones del emperador. 

Las decapitaciones de Yi y su sobrino solo trajeron más quejas. YoonGi se encargó de hablar con la madre de su esposa para aclarar el problema ocurrido con su esposo y contarle todo lo ocurrido. La señora Yi lloró desconsoladamente, sintiendo manchado el honor de su familia con las acciones inaceptables de su esposo. YoonGi le aseguró que su honor no se vería afectado y que buscaría un buen esposo para su hija tras ser anulado el matrimonio. Ella aceptó, aunque avergonzada por la situación. 

Lady Yi pasó dos días encerrada en su habitación antes de salir para encontrarse con él y hablar sobre la anulación de su matrimonio. Ella aceptó que él buscara a alguien para casarse, confiando en que haría lo mejor para ella. Pero luego de hablar con NamJoon seriamente, recordando el interés mutuo de ambos, su consejero estuvo de acuerdo en casarse con lady Yi. Cuando ella supo la noticia, su sorpresa no pudo ser disimulada. Como tampoco su felicidad.

La señora Yi aceptó el matrimonio, considerando que de esa manera su familia recobraría honor ya que la futura generación podría servir fielmente al emperador. YoonGi dejó que ella organizara la boda y ofreció el palacio para eso, en compensación por lo ocurrido. 

Al menos uno de los problemas había sido resuelto. Los que seguían en desacuerdo con todo lo ocurrido eran las personas que habían sido manipuladas por los ancianos desconformes con sus decisiones. Nadie quería que el poder absoluto cayera en él solamente. Comenzaron a haber quejas que YoonGi ignoraba. No entendía por qué se quejaban si después de todo comida, techo y vestido no les iba a faltar. Ahora que podía distribuir de manera correcta el dinero, ya los niños no pasarían hambre y podría mandar a construir refugios para los que no tuvieran hogar. Realmente no tenían motivos para quejarse.

YoonGi fue a la habitación, donde JiMin descansaba. Luego de días había mejorado lo suficiente para medio sentarse y comer por su cuenta. A pesar de eso YoonGi siempre se encargaba de alimentarlo cuando estaba con él y alcanzarle todo lo que quisiera. Las veces que lo visitaba, Jung o Kim estaban con él para cuidarlo. 

–Yoon–dijo JiMin al verlo entrar–, ¿cómo te ha ido?

–Bien, como siempre, más quejas de los lameculos de Song y Oh–dijo encogiéndose de hombros y sentándose al lado de JiMin–. ¿Cómo has estado? ¿Te han dolido las heridas?

–Nada fuera de lo normal, las enfermeras me dijeron que debo mantenerme tranquilo para no empeorar nada. Pero ya me cansa estar en cama. Llevo tres semanas así, Yoon.

–Y llevarás más de ser necesario–dijo YoonGi besando su frente–. Lo único que me importa es tu bienestar, cariño.

–Ya sé, pero eso no quiere decir que deje de ser aburrido. Quiero entrenar, ya me estoy sintiendo como un vago flojo. 

YoonGi sonrió y besó sus labios con dulzura, apretando ligeramente una de las pequeñas y delicadas manos.

–Entrenarás cuando sea necesario, ahora tienes que descansar, amor. –suspirando, JiMin aceptó el pedido–Por cierto, hay algo que he querido preguntarte pero preferí que te recuperaras para hacerlo. –su ángel lo miró esperando la pregunta– ¿Por qué TaeHyung no se sorprendió cuando supo de lo nuestro? De todos los que estaban ahí ese día, él parecía ser el único en no inmutarse.

–Porque él ya sabía de lo nuestro–confesó JiMin ganándose su atención–. Él se dio cuenta y me lo dijo. Me asusté porque me lo confesó luego de que tomáramos confianza y se convirtiera en mi amigo, pero me dijo que jamás diría nada si yo era feliz. Desde entonces se volvió mi confidente.

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