2. ∆ Yo cuidaré de tí ∆

1.1K 191 112
                                    

«...El pensar tanto es la razón de tantos problemas y tan poca felicidad...»

Los recuerdos duelen, es por eso que el ser humano los evita tanto.

(...)

—¿Ella no volverá cierto?—. Papá asintió dolido.

—Ahora está en un lugar mejor Charloth—. Dijo señalando la tumba frente a nosotros.

—Yo te cuídare papi—. Apreté suavemente su mano.

—Seguro que si cariño—.

Mi madre se llamaba Kate Mark, murió de cáncer cuando yo tenía 8 años. Si me pidieran por un momento describirla, lo haría así;

Tenía un cabello negro muy largo que caía a ambos lados de sus hombros, aunque la mayoría de las veces estaba en su espalda o sujeto en una coleta. Tenía unos ojos café claro igual que yo, una sonrisa blanca como perlas, sus cejas era perfectas, sus labios rosas y sus pestañas largas. Sabía cómo animar a cualquier persona, amaba de una forma única y con una intensidad admirable.

—Me hubiera gustado que ella estuviera con nosotros un poco más—. A los doce años aún le decía eso a mí papá de vez en cuando, a veces aún sabiendo que le dolía recordarla.

Justo como ese 2 de abril. Las pesadillas aún llegan de ven cuando, en momentos dónde la conciencia está tranquila y tú cuerpo en paz.

—Has hecho un gran trabajo pequeña—. Mi padre se dedicó a abrazarme.

—¿Te vas al trabajo?—.

—Por favor has feliz a papi y trata de hacer algunos amigos Charloth—. Eso no se me daba bien, la verdad es que yo disfrutaba más ver desde los escalones de la entrada a los chicos correr y jugar, gozar de la vida como chiquillos normales. Y no me malentiendan, siempre quise un amigo, una persona para convivir y familiarizar, con quién pasar mis tardes y hablar de libros. Nunca fuí exigente, yo solo quería uno.

Pero muchas cosas me lo impidieron, como mi forma de actuar tan callada y discreta, mi manera de pasar inadvertida. Además el hecho de que siempre puse ante todo a mi padre y la promesa que le hice, "Yo cuidare de ti".

—¡Lo intentaré, lo prometo papi!—.

—Asi se habla cariño—. Miró su reloj antes de salir casi corriendo. —Llego tarde cariño, ve a la escuela—.

—¡Si papá! ¡Te quiero!—.

—Yo más Charloth—.

Sin él en casa todo era una soledad infinita. Me prepare como todos los días y salí de mi casa directo al instituto. Era mi último año en este, solo serían 7 meses antes de que me librará de todos los seres humanos que me habían dañado por tantos años, estaba apunto de por fin terminar con sus estúpidos saludos como "Chica silencio" "El parásito" "La extraña" "la rara del salón".

Caminaba por la casi sola calle cuando me tope con algunos de los chicos del instituto, justo ahora lo último que quería era escuchar sus insultos, sus burlas, todo eso que quedaba marcado en mí. Era cierto eso que leí "Dile que es hermosa mil veces, jamás lo creerá, dile fea una sola vez y nunca lo podrá olvidar".
Me desvíe de mi camino al colegio, y apartir de allí estuve en el lugar y momento equivocado. Ni aún en mi 12 años de existencia, viviendo en el pueblo de Lauderdale había conocido cada detalle, cada callejón o ruta.

Esa fue la primera vez que me perdí, miraba con desesperación intentando recordar cualquier detalle que me volviera a la calle principal, cualquier mínima señal que me llevará a casa.

No me gustaba el lugar donde termine, tenía un ambiente sombrío y una calle vacía, a excepción de un hombro que parecía fumar un cigarro al final del lugar que yo recorría.

Parecía viejo, algunos cabellos blancos asomaban en su cabeza, tenía una mirada apagada y parecía resignado ante su propia existencia.

—¡Ho-hola!—.

—Eres muy bonita—. Tenía un bozarron agudo y fuerte.

—¿Por dónde puedo llegar a la calle principal?—. Hablé en tono suave, esperando que el miedo no saliera a la luz.

—¿Estás sola?—. Algo andaba mal con su sonrisa retorcida y mirada atenta alrededor.

—¡N-no! Mis amigos me están esperando—. Intente retroceder.

—Pequeña mentirosa aquí no hay nadie—. Sonrió y tiro su cigarro a la calle para luego aplastarlo.

—¡No miento!—.

—Vamos te llevaré a dar una vuelta—.

Intente correr, pero fue tarde. Era muy tarde para mí, porque él ya había ya había tomado mi brazo y con fuerza me arrastraba sobre la calle.

—¡Suéltame! ¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Qué me sueltes!—.

A veces pienso en si fui yo la que camino hasta su propia destrucción, talvez la culpa fue solo mía. Después de todo los seres humanos no te salvan, ellos te destruyen.

 Después de todo los seres humanos no te salvan, ellos te destruyen

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Los Monstruos También Se EnamoranWhere stories live. Discover now