5. ∆ ¡Jamás! ∆

585 144 33
                                    

«...Te miro y tu serenidad me asusta, la tormenta que traes se nota en tu mirada...»


4.

Jamás había corrido tan rápido en mi vida hasta ese entonces, ni siquiera cuando me obligaban en la clase de educación física. No pude mover mi cuerpo al instante, y pocos de sangre corrieron en el río cayendo también en mi rostro y ropa, pero cuando mi alma volvió solo corrí sin pensar en nada más que salir de ese bosque. Aún con el arma en la mano.

—¿Qué hice?—. Lleve mis manos hasta mi rostro y me arrodille en el suelo cuando me aleje lo suficiente.
No sabía en qué dirección estaba el auto, y con la mirada tan borrosa. Si seguia así probablemente no llegaría a ningún lado, pero ¿Qué fue lo que paso? Le acabo de disparar. Lo acabo de matar.

—Busca el auto—. Ordenó mi conciencia.

—¿Por qué hablas hasta ahora?—. Le recriminé.

—Tuve miedo—.

—¿De él?—.

—No. De ti Charloth—.

Sacudí mi cabeza esperando que esa idea desapareciera. ¿A caso doy miedo? Corrí entre los árboles, desesperada y con las mejillas ardiendo, no recuerdo cuánto me golpee con ramas de los árboles o si quiera cuando encontré el auto.

Pero allí estaba frente a él, rogaba porque la llave estuviera dentro. Y parecía que toda mi suerte se juntó, porque allí estaba. No pude evitar quedarme allí plantada admirando eso, por lo menos podría volver a casa, por lo menos todo estaba apunto de acabar.

(...)

Mi padre fue muy atento a la hora de hacerme dependiente, él quería que yo me valiera por mi misma en cualquier situación. Claro que ninguna situación se podría comprar con lo que acababa de pasar, lo que si es que pude encender el auto y con dificultad dar la vuelta para volver al camino por el que recién había llegado.

De esa tarde no recuerdo más que el aire ruidoso del bosque, los árboles que danzaban con la melodía del mismo. Mis nervios no se calmaban ni con aquella paz, y dudo que algún día lo lograría. Mientras suspiraba de alivio, ya que a la distancia lograba observar un poco de la carretera que me llevaría a casa.

Algo o más bien alguien me hizo dar un brinco en mi asiento, un chiquillo talvez de mi edad de cabello rubio, unos ojos color azul imnotizantes y piel clara se cruzó en mi camino, lo ví correr en mi dirección asustado.

Tanto como yo...

Él me miró de forma impactante y curiosa, lo entiendo ya que yo conducía un auto y salía de un bosque, corrió y se cruzó en mi camino, una última mirada frugaz de su parte se encontró con la mía. Fue entonces que se estrello con la parte delantera del auto, siendo rozado. Mi respuesta fue muy lenta, ya que el auto ya había impactado con el chico cuando yo por instinto agarre el freno y lo detuve.

No creo haberle lastimado, o no al menos de una forma grave, ya que lo ví levantarse y más adelante recojer una pequeña maleta que hasta entonces no había notado que traía, Después de aquello lo vi irse, e huir en dirrección opuesta a la mía en el bosque.

—Que suerte—.

—Uffffff—.Suspiré de forma exagerada con alivió.

—Sino piso el freno lo mató—.

—Lo sé conciencia, lo sé—.

—Muchas muertes por un día—.

—Y solo es el comienzo—.

Al percatarme de esa idea, sacudí mi cabeza, quería borrar esos pensamientos y concentrarme en la carretera, no quería matar a nadie más hoy.

Dspués de todo, y por suerte no encontré a nadie más en la carretera, sin contar claro a aquel niño extraño, y el viento que corría sin rumbo, salió un respingo por la idea. Fue en verdad un alivio que la carretera estuviera vacía, no quería explicar porque una niña de 12 años conducía un coche, sin autorización y tan lejos del pueblo.

(...)

Casi una hora después una pequeña sonrisa de alivio reposo en mi rostro, fue justo al darme cuenta que estaba a un par de millas de mi hogar, a tan solo pasar al lado de algunos robles que danzaban con el aire, mientras esté cantaba en voces tan suaves que lograban adormecerte.

Un par de pensamientos raros vagaron por mi cabeza al observar por unos segundos un par de niños al lado de la carretera jugar, y no se trataba ni más ni menos que el chico raro de la carretera. Una sensación de alivio logro despejar mi cabeza dejando solo al chiquillo en mis pensamientos, mientras por fin lograba acercarme a casa.

—Era lindo ¿No?—.

—Un poco—.

—¿Qué mierda os pasa?—.

—Te das cuenta de lo que nos acaba de pasar—.

—Estoy segura que jamás lo voy a olvidar—.

Los Monstruos También Se EnamoranNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ