12. ∆ A la mierda ∆

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«... Cuando acaben los malos momentos, la vida te dira, ven volvamos a intentarlo...»

En algún momento, de la vida de Ethan Tilman.


En los años siguientes, el sufrimiento era peor, el solo existir se podía asimilar con una jodida agonía.

Los gritos y golpes en mi casa eran cada vez más fuertes, cada vez más constantes, y cada vez más dolorosos, eran tan casual como la simple acción de respirar.

Créanme cuando les digo que ignorarlos no era nada fácil, más bien, todo lo contrario, trataba de fingir que no estaban, que no existían, pero es más difícil luchar con la realidad, vivir en ese ambiente era una mierda.

Ya ni aquella canción de mamá era capaz de ayudarme a callar tales estruendos, tanto, que todo eso iba produciendo esos demonios que se escondían en algun lugar de mi mente, en espera, en debate de que hacer, talvez salir y atacar o huir y gritar.

Era un mierda, no hay palabras que encagen mejor con la situación como esas, parecía que mamá atraía el sufrimiento como un maldito imán.

(...)

6 de abril

Un jodido 6 de abril cuando los cantos de ruiseñores me hicieron abrir los ojos por la mañana, adormilado disfrute la maravillosa vista, era la mujer de mi vida, él ser que más amaba en este mundo.

La observé pleno, admirando cada detalle con precisión, suspiré ante la delicadeza de su frágil rostro dormido, se había conservado tan bien con los años, con las preocupaciones, con todo el sufrimiento, aún era hermosa.

Pase suave mi mano por su rostro pálido, su piel clara era delicada y linda, a penas se movió cuando roce un golpe púrpura en su menton, retiré mi mano al percarme que le había hecho daño. Bueno yo no, mi padre la noche anterior si.

Ya debía despertar o se le haría tarde, así que le llamé suave.

—Imeyyy...Imeyyy—.

No respondió, ni siquiera volvió a moverse después de acomodar su almohada hace algunos segundos.

Tenía un sueño pesado, aún me pregunto cómo puede dormir con tanta paz, con tanta serenidad después de todo. Yo lo intento y acabo a las dos de la mañana llorando con la vista en el cielo, pensando en lo alto que esta, y sin embargo podría tocarlo con tan solo dormir para siempre.

—¡Mamáááá, mamááá!—.

—Umm—. Eso fue todo lo que salió de sus labios color rosa.

—Es hora de despertar—.

—Esta bien cariño—.

Subí el tono, y ella abrió sus hermosos ojos azules, brillantes por los rayos de luz escurridizos que traspasaban la ventana. Al percatarse de mi presencia ella me miro y transmitió su energía positiva, con tan solo el simple gesto de una cálida sonrisa, se la respondí y juntos nos levantamos de la cama.

Sería un lindo día

(...)

Las horas transcurrieron, y había sido un día tranquilo, no había gritós... tan solo los de jubiló en mi corazón, debido a la falta de golpes, o ruegos lo que en mi casa, sería el mejor día de toda una vida.

Por primera vez en años mamá y yo estábamos tranquilos, disfrutando la compañía mutua el uno del otro, sonriendo ante la tranquilidad de todo la inmensa casa, disfrutando una serenidad que no duraría mucho.

Preparaba el desayuno, mientras yo le observaba desde la barra, admirando sus movimientos con el sartén, era incleible las delicias culinarias de mamá.

(...)

De repente.

—¡Pommm!—.

Silencio

La puerta se abrió en un golpe que supo como poner tenso el ambiente, y gritos cambiaron la serenidad por intranquilidad.

—¡Imey, hija de perra dónde estás!—.

Se escuchaba su voz desde la sala, era fuerte y parecia muy enojada, más de lo normal.

—¡Sal, maldita perra!—.

La voz de papá, ese hombre había tomado, al oirla de un brinco salte de la mesa y mamá casi se quema con la sartén caliente, una mirada fugaz de alerta de parte de mamá llegó hasta a mí.

—¡Sube!—. Pronunció autoritaria,
la mire preocupado, dudé, y ella noto la mueca de determinacion que cruzó mi rostro.

—No te quiero dejar sola—. Dije en tono firme, aunque mi labio inferior temblaba.

—Ethan, sube—. Su voz parecía quebrar.

—Ya te ha lastimado mucho mamá—.

Estaba cerca, George estaba cerca.

—Ethan por favor—. Rogó con su voz.

—Por favor nada mamá—.

—Hijo, por favor vete a tu cuarto—.

—No lo haré—.

Ruego, ese maldito ruego en su mirada acobardo mi determinación, y solo una de sus lágrimas la rompió, pero era tarde, cuando mamá me convenció y salí corriendo de allí a mi habitación.

Yo lo ví, entre lágrimas en la escalera lo ví todo, a tan solo unos cuantos escalones lo ví, él no me vio, no lo creo, yo vi como George Tillman el monstruo que se hace llamar mi padre.

Entre golpes y lamentos mató con sus manos a el único ser que en verdad amaba, el único que me había demostrado que hay un arcoiris, que sonreía después de sus golpes, que me abrazaba mientras el mundo se me caía.

Yo ví, como él mató a mi mamá.

Los Monstruos También Se EnamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora