6. Último día

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Los días habían terminado, ya no quedaba tiempo para prepararse el golpe se daría mañana y todo debía salir de acuerdo al plan. Mentiría si dijera que no estábamos nerviosos, todos tenían dudas ya fuera por el pasado o por el futuro pero la incertidumbre era clara.

Esa tarde el Profesor nos presento al último integrante del equipo; Bogotá, un hombre alto con la misma nacionalidad Argentina que Palermo, a mis ojos un genio, un hombre de corazón noble que no hizo mal a nadie, quien no merecía estar dentro de este asunto ilegal pero, siendo sincera, nadie lo merecía realmente.

En la noche después de la cena el Profesor me invitó a quedarnos a hablar cerca de la chimenea, cosa que acepte pues me recordaba esos buenos tiempos en los que no estaba destrozada pero no me presenté sin antes ir a mi habitación a revisar una últimas cosas. Pero cuando entré me di cuenta de lo solitaria que era, tenía tan pocas cosas en mi poseción que bien podría desaparecer y nadie se daría cuenta, la habitación estaba casi tan vacía como sentía que estaba mi interior así que bajé las escaleras a la chimenea, no había peor cosa de ponerse triste que hacerlo solo así que bajé.

Cuando estuve al pie de las escaleras me asome por los arcos que separaban una habitación de la otra y me quedé muy quieta, había cuatro personas ahí; Palermo, Berlín, Bogotá y el Profesor, pensé que nadie se había dado cuenta de mi presencia pero Palermo giró y al verme sonrió un poco.

— Hablando de la reina de Inglaterra — los demás escuchando su inesperado anuncio ante mi llegada también se giraron a verme, pero la sonrisa de Bogotá era la más grande de todas, una sonrisa que me contagió. Él se levantó caminando a mi encuentro, hice lo mismo y justo cuando estábamos cara a cara me abrazó, incluso me levanto un par de segundos del suelo y reí.

— Dichosos los ojos que te ven — la alegría en su voz era irreal, le regresé el abrazo como pude y cuando me dejó de nuevo en el suelo me abrazó apretándome a él — No sabés cuánto te extrañé Londres —

— Que rápido te aprendiste el nombre — mencioné con mi rostro hundido en su pecho, al fin me dejó respirar un poco más y solo me sujetó de los hombros mirándome a la cara.

— Claro que lo haría, vos sos importante para mí, no quiero que te pase nada —

— Muy alto y grande para ser tan tierno — 

— Uy ¿Habes escuchado? A vos lo bajó de nivel — mencionó Palermo con la clara intención de molestar, Bogotá se giró a verlo colocándose a mi lado con una sonrisa.

— Claro ¿Y vos no haces eso siempre, no? —

— Hey, que no estamos hablando de mi —

Soltamos una suave risa, dejándome guiar por Bogotá me acerque al pequeño grupo alrededor de la chimenea y me senté a un lado del profesor con la silla más apegada a la pared. Estábamos sentados en media luna, me ofrecieron una copa de vino tinto que no pude negar y en completo silencio, los cuatro mirábamos el fuego moverse en completa libertad consumiendo la madera, aunque no pronunciaramos palabra había cierto aire melancólico que estaba segura ningún podía negar ni si quiera Palermo quien era el que mejor fingía de los cinco.

— ¿Estáis listos para mañana? — pregunto el Profesor, yo seguía hipnotizada por la danza del fuego.

— Nunca se está listo para una cosa como esa —

— Bogotá tené razón, estamos viviendo en un hoyo de mierda para meternos a un hoyo de mierda más grande —

— Yo no estoy de acuerdo con esa analogía — Berlín captó la atención de todos en segundos — no del todo al menos, verán, la vida nunca es un jardín lleno de rosas y enormes campos dónde podéis correr pero tampoco es una porquería absoluta. Cómo todo tiene su equilibrio, cada uno decide que lado ver y a cual aferrarse —

Un nuevo castigo [Berlín]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora