7. Atraco: 24 hrs

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Bastaron solo veinte minutos para que cada uno de nosotros estuviera dentro del banco apurados, gritando y amenazando a los rehenes para que se callarán e hicieran exactamente lo que pidiéramos.

En ese pequeño tiempo sentí tantas cosas a la vez; emoción, alegría, tristeza, molestia, miedo, preocupación, nervios. Toda y cada una siendo mezcladas mientras mi corazón palpitaba tan fuerte dentro de mi que sentía que en cualquier momento se saldría, y la adrenalina llenando mi cuerpo a cada segundo.

La idea fue vestirnos de agentes, trajes que conseguimos en el mercado negro, y mientras creaban una distracción aventando cientos de billetes sin marcar cerca de la entrada del banco, nosotros los falsos "héroes" entramos cubiertos por la gente amontonada deseosa de dinero fácil, logramos infiltrarnos entre varios camiones fingiendo seguir las órdenes de un comandante que ni si quiera conocíamos, hubo un momento en el que nos detuvieron pero con una media actuación de Palermo logramos pasar la barricada de verdaderos policías y militares; una vez dentro sellamos el lugar, un par de balas salieron del arma de Tokio provocando que todos se cubrieran asustados de lo que podíamos hacer y siguieron sus órdenes sin rechistar.

Algunos de nosotros seguíamos en trajes falsos de policía lo que a los rehenes les hizo tranquilizarse pero la palabra "tranquilo" no definía ni un poco lo que estaba pasando, tenían miedo y estaban nerviosos de hacer enojar a un grupo de atracadores con armas listas y cargadas pero los entendía pues ningún de ellos sabían que no les haríamos nada, todo era un teatro bien montado y si la policía no nos lo hacía más difícil de lo que ya era todos saldrían vivitos y coleando de ahí.

Había tal vez ocho o nueve rehenes en la primera planta y fue cuando me di cuenta que no había distinción entre ellos, había de distintas edades, géneros, sexos, complexión y riqueza lo que me alegró pues éramos imparciales, algo que no tardaría en darse cuenta la policía quien en cuestión de minutos llamaría al Profesor para negociar, los periodistas también lo verían y estaría claro que nuestro objetivo no es matar a nadie o eso esperaba.

Los de afuera podrían pensar que el dinero era el motor de todo esto pero nosotros y próximamente los detectives dentro de una carpa a cincuenta metros de nosotros sabrían lo contrario.

- Tiempo del Show - susurró Palermo y empezó a quitarse el chaleco de policía.

- Todos los que estan sentados deben de tener la certeza de que no los mataremos, ninguno de nosotros ,se los puedo asegurar. A menos claro que nos hagáis enojar, en ese caso puede que allá un muerto, o dos... - mientras Berlín daba un discurso excesivamente teatral lo cuál no entendía; Palermo, Bogotá y yo nos quedamos de guardias mientras los demás buscaban rehenes que pudieran estar escondidos - Así que os recomiendo que estéis tranquilos, hagan todo lo que se les ordene y estarán bien ¿Esta claro? - ellos estaban demasiado asustados para responder, giré a mirar a Denver que acababa de llegar y negó con la cabeza dando a entender que ya no había más. En total eran treinta y tres.

- Ya son todos - mencionó Bogotá con suavidad, Berlín asintio y levantó el brazo apuntando su arma al techo.

- Sé que estáis muy asustados para responder pero todos estamos trabajando aquí así que lo diré una última vez ¿¡Está claro!? - bastó una bala incrustada en el techo para que, pasado el sonido, los rehenes pronunciaran un fuerte "si" a distintos tiempos - Perfecto, que amables , ahora ¿Quién lleva la caja fuerte llena de lingotes de oro en este lugar? -

Cómo era de esperar permanecieron en silencio unos segundos como si se aseguraran de seguir enteros, algunas mujeres se abrazaban completamente atemorizadas pero cuando Berlín levantó el arma una vez más, alguien se levantó desesperado.

- ¡Yo! Y-yo soy quien lleva todo lo de la caja fuerte - era un hombre de edad avanzada, calculaba unos 60 años, de cabello blanco y lentes.

- ¿Cómo te llamas? - Berlín bajó el arma.

Un nuevo castigo [Berlín]Where stories live. Discover now