Capítulo 6

1.1M 93K 379K
                                    


6 - LA CHICA QUE APRENDIÓ A NOQUEAR


(Another love - Tom Odell)


Ir a trabajar al día siguiente era lo último que me apetecía hacer, pero me obligué a ir de todas formas.

Alan, el empleado nuevo, seguía teniendo que pelearse con las máquinas de café a cada pedido, a lo que Johnny o yo teníamos que ir a ayudarlo constantemente, aunque él apreciaba mucho más la ayuda de Johnny que la mía.

Esa noche, había tenido unas pesadillas horribles. Y todas de lo mismo. Si cerraba los ojos, todavía podía sentir la mano presionándome la parte posterior de la cabeza, ahogándome contra el colchón. Y el olor. El maldito olor.

Puse una mueca y me obligué a mí misma a dejar la bandeja en la barra, aprovechando un momento de tranquilidad, y pasar por la cocina para ir a la salida trasera.

—Ahora vuelvo —le dije a Johnny—. Voy a tomar un poco el aire.

Él no respondió. Quizá ni se enteró. Estaba demasiado ocupado intentando no chillarle a Alan, que había vuelto a equivocarse de máquina.

Cerré la puerta detrás de mí y apoyé la espalda en la pared del callejón vacío, sentándome en el suelo. Había estado lloviendo todo el día y seguía haciéndolo, pero al menos ahí, bajo el pequeño tejado de la cafetería, no me estaba mojando. Suspiré y me pasé las manos por la cara, intentando serenarme a mí misma.

Aparté las manos, confusa, cuando escuché una voz femenina en la cocina. Alguien hablando con Johnny. Oh, no, ¿mi jefa?

Di un respingo cuando la puerta se abrió, pero la cara que se asomó no fue la suya, sino la de Lisa.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, confusa.

—Johnny me ha dicho que habías salido a tomar el aire —me explicó, encogiéndose de hombros.

Se sentó en el suelo, a mi lado, a pesar de que estaba helado y húmedo por la lluvia. No pareció importarle demasiado cuando ladeó la cabeza hacia mí.

—Tienes mala cara.

—Pues como siempre —murmuré.

—Peor que de costumbre —sonrió—. Y mira que es difícil, ¿eh?

Consiguió sacarme una pequeña sonrisa.

Sin embargo, se borró cuando me di cuenta de que Lisa nunca habría venido a buscarme a la parte trasera de la cafetería... a no ser que supiera que algo andaba mal.

—¿Qué te ha contado Aiden? —pregunté directamente, mirándola.

Ella no se molestó en intentar disimular, solo puso una pequeña mueca.

—Que seguramente necesitarías compañía, y preferirías la mía que la suya.

Cerré los ojos con una mezcla de vergüenza y culpabilidad. Y agradecimiento. No le había dicho nada a Lisa de mi ataque de pánico. Estaba segura. Si lo hubiera hecho, ella no habría podido callarse las ganas de preguntarme sobre ello.

Me había guardado el secreto sin que se lo pidiera y, además, había mandado a Lisa para que no estuviera sola.

Capullo engreído y perfecto.

—¿Pasó algo? —preguntó, confusa.

—No —negué con la cabeza—. Es decir... no lo sé. Es difícil de explicar.

Tardes de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora