Capítulo 18

1M 83.3K 336K
                                    


18 - COSAS DE LAS QUE ME ARREPENTIRÉ MAÑANA


(Con las ganas - Zahara)


Me dolía la cabeza. Esa fue mi primera conclusión al despertarme.

Me puse de pie a trompicones, casi cayéndome de culo al suelo, y me arrastré a mí misma hacia el pasillo. No sé cómo me las apañé para llegar al cuarto de baño, pero ahí noté que me entraba una arcada y vomitaba en el retrete. No sé qué demonios vomité, ni siquiera había comido en horas, pero bueno, al menos me sentí mejor.

Me metí en la ducha sin siquiera mirarme al espejo, aunque no me quedó más remedio que hacerlo al salir. Tenía un aspecto lamentable. Ese aspecto que tienes una noche después de salir de fiesta y pasártelo bien. Solo que en esta ocasión no había bebido por estar pasándolo bien. Ojalá no me acordara de nada. Especialmente de la parte del cuarto de baño.

Me puse una camiseta ancha, unos pantalones de algodón y unos calcetines gruesos y me tumbé en el sofá. Creo que volví a quedarme dormida mientras veía la televisión, acurrucada en la mantita. Cuando volví a abrir los ojos, era mediodía.

Espera, ¿por qué me había despertado?

Parpadeé al reconocer un sonido. Mi móvil. Mi madre me había mandado un mensaje. En realidad, tenía muchos mensajes. Uno de Grace diciendo que habían pasado a despedirse antes de volver a casa pero que no había respondido y habían preferido seguir dejándome dormir. Otro de mi madre. Iba a estar más tiempo con su nuevo novio, el que había conocido anoche en el bar. Los otros eran de Lisa, preguntando cómo estaba. Había uno de Aiden, pero no lo miré.

Y, no sé por qué, pero no respondí a ninguno.

Volví a mirar la televisión y así me quedé todo el día. Solo me levanté dos veces para ir al baño y para beber algo. O mordisquear cualquier cosa que tuviera por la nevera. No tenía mucha hambre. El móvil me sonó, pero no me apetecía hablar con nadie, así que pasé de él y, cuando vi que volvía a hacerse de noche, me arrastré con la manta hacia la cama y me tumbé sobre ella. No tenía sueño, así que me quedé varias horas sin hacer absolutamente nada. Ni siquiera sabía que pudiera hacer eso sin volverme loca. En algún momento me quedé dormida, porque cuando abrí los ojos volvía a ser por la mañana.

Y estaban aporreando mi puerta.

Oh, no. No quería hablar con nadie.

Pensé en fingir que no estaba hasta que se marcharan. Y lo hice.

Volví a darme una ducha. En realidad, me di un baño. Llené la bañera de agua caliente, me hundí en ella y me quedé ahí durante lo que pareció una eternidad, hasta que los dedos se me arrugaron, mirándome las pecas de la piel como si fuera a descubrir algo en ellas que todavía no supiera de mí misma. Me sentía como si no fuera mi cuerpo, de alguna forma. Como si lo estuviera viendo desde fuera.

Al final, hundí la cabeza en la bañera y me quedé unos segundos bajo el agua antes de decidirme a salir y ponerme el mismo atuendo que el día anterior.

Y así pasé una semana entera.

Las llamadas continuaron, pero seguía sin apetecerme hablar con nadie. Básicamente, me alimenté del helado de vainilla que había dejado mi madre en el congelador, unas pocas piezas de fruta que tenía y unas galletitas saladas que había comprado una semana atrás con Lisa. Y agua. Todo mientras veía películas de tarde o reposiciones de series que me sabía de memoria.

Tardes de otoñoWhere stories live. Discover now