Capítulo 15

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15 - DE FALDAS, MEDIAS Y CAMISAS


(Girls just wanna have fun - Cyndi Lauper)


Rob y sus dos ayudantes habían venido a casa de Aiden. De hecho, en esos momentos estábamos los cinco sentados en su salón, en silencio. Aiden apenas había dicho nada desde que había recibido la llamada una hora antes y Rob y los demás, que ya estaban de camino, llegaron en tiempo récord.

—Pero —rompí por fin el silencio, mirando a Rob—, no pueden echarlo así, ¿no? Es decir... tendrán que darle alguna justificación.

—Y la han dado.

—¿Cuál?

—Al parecer, creen que ha habido algún tipo de manipulación para que entrara en la liga —me dijo Mark con una mueca.

—¿Manipulación...? ¿No han dicho nada más?

—Solo es una excusa para echarlo —intervino el otro ayudante, creo que se llamaba Samuel, ¿no?—. Podrían haber puesto cualquier otra, pero eligieron esa.

—Y, hasta que no se resuelva —Rob suspiró—, no habrá nada que hacer.

—¿Y cuánto pueden tardar en resolverlo?

—Meses.

—¡Meses! —repetí, abriendo mucho los ojos—. ¡Para entonces ya habrá terminado la liga!

—Veo que lo entiendes —murmuró Rob.

Me giré hacia Aiden. Seguía silencioso, mirando un punto cualquiera con el ceño ligeramente fruncido. Parecía... muy pensativo. Ojalá pudiera decir algo que lo hiciera reaccionar, pero sospechaba que nada sería realmente de ayuda.

—Bueno —dijo Rob de pronto, poniéndose de pie—. Fue bonito mientras duró.

Cuando vi que tanto Mark como Samuel se ponían también de pie, di un respingo, sorprendida.

—Espera, ¿y ya está? ¿No haremos nada?

—¿Qué quieres que hagamos, Mara? —me preguntó Rob, parecía realmente abatido—. Si los jefes de la liga no quieren que Aiden participe en ella, no lo hará. Por mucho que insistamos.

—Pero... pero... ¡deberíamos insistir igualmente! ¡Mostrarles pruebas de que entró porque lo merece!

—Siento decirte que las cosas no funcionan así —Rob suspiró de nuevo—. Bueno, Aiden, te veo mañana en el gimnasio. Encontraremos otra alterativa para este año, ¿eh? Tampoco se acaba el mundo. En fin... vámonos, chicos.

Vi cómo se marchaban, abatida, y en cuanto escuché el ruido de la puerta cerrándose, me giré en redondo hacia Aiden. Se había apoyado en el respaldo y se estaba pasando las manos por la cara.

—Esto ha sido cosa de April —murmuré—. De tu esp... de ella.

—Lo sé —me dijo sin mirarme.

Hice una pausa, dudando entre si decir lo que quería decir o no.

—¿Crees... crees que si le decimos que tú y yo no tenemos nada...?

—No es eso, Amara —me miró por fin—. Justo antes de ir a casa de mis padres, cuando estaba haciendo la maleta... ella... se presentó en mi habitación del hotel.

Mi cuerpo entero se tensó al instante.

—¿Y qué pasó? —pregunté con un hilo de voz.

—Nada —me dijo, como si fuera obvio—. Bueno, nada de lo que estás pensando, pervertida.

Tardes de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora