Capítulo 17

1.1M 79.4K 405K
                                    




17 - FIN DE AÑO


(Sober up - AJR)


Cuando llegué al hospital, recibí un mensaje de mi madre preguntando dónde demonios me había metido —porque le habían robado el cruasán—, pero me dio igual.

En ese momento, todo me daba igual. Tenía ganas de gritar. Pero, cuando me planté delante del mostrador de la entrada, me contuve a mí misma y, en lugar de gritar, esbocé mi sonrisa más inocente y di el nombre del gilipollas.

—Oh, me temo que solo pueden visitarlo familiares —comentó la chica de la entrada—. A petición de la propia familia.

—Lo sé —mi sonrisa se dulcificó aún más—. Soy su novia.

La chica me observó unos segundos, como analizándome, y luego se inclinó sobre su hoja de papel.

—Avisé de que vendría, pero no dije cuando lo haría —aclaré—. Puede que todavía no me hayan añadido en la lista por eso.

—Mhm... bueno... —dudó un segundo—. Siga a esa enfermera. La llevará con él.

Está claro que no se lo creían, pero aún así seguí a la mujer con expresión calmada. Y eso que, por dentro, tenía ganas de estamparle el bolso en la cabeza a ese gilipollas en cuanto lo viera.

La mujer me echó una ojeada cuando cruzamos el pasillo tras salir del ascensor. Tercera planta. Habitación doscientos quince. Iba a recordarlo. Por si algún día quería volver para lanzarle un bote de gas mostaza o algo así.

Cosas importantes.

La enfermera abrió la puerta y asomó la cabeza.

—Han venido a visitarlo —informó—. Una chica que dice ser su novia.

Hubo un momento de silencio. Yo tenía los puños apretados, pero la cara de calma absoluta. No sabía ni cómo lo estaba consiguiendo.

La enfermera me hizo un gesto y entré en la habitación. Lo primero que vi fue que era individual. Y gigante. Seguro que habían pagado mucho dinero para mantener a su hijo en ella. Tenía un ventanal bastante grande que daba con el parque que había no muy lejos de aquí y, además, había unos cuantos ramos de flores y regalos en la mesa del fondo.

Flores y regalos que no se merecía, pero no era el momento de pensar en ello.

La cama de James estaba en el centro de la pared del fondo. Él estaba tumbado en ella, con una bandeja delante. Todavía estaba desayunando. Parecía más pálido y delgado que la última vez que lo vi, pero por lo demás no parecía muy intranquilo. Ni siquiera dejó de comer al verme.

Sus ojos claros me repasaron de arriba a abajo, casi con desinterés, mientras la enfermera esperaba una respuesta.

James, al final, se limitó a asentir.

—Sí, es mi novia.

La enfermera murmuró un mhm y nos dejó solos. Tuve la tentación de acercarme y estamparle la bandeja del desayuno en la cara, pero me contuve y me limité a mirarlo fijamente con los labios apretados.

James, tras unos pocos segundos de silencio, soltó un soplido de burla sin dejar de comer.

—¿Me echas tanto de menos que ahora finges ser mi novia?

—¿Echarte de menos? —repetí, apretando los puños otra vez—. Más bien querría echarte de mi vida, pero parece que es imposible.

No esperé que me dijera nada. Agarré la silla que había junto a su cama y me senté bruscamente en ella, mirándolo. Era obvio que estaba furiosa, pero seguía pasando de mí mientras se untaba una tostada con mermelada.

Tardes de otoñoWhere stories live. Discover now