Encendimos nuevamente la radio.
La música comenzó a desplazarse a través del aire gélido de la nave, como un pez enorme y descolorido que navegaba lentamente sobre nuestras cabezas.
Cerré los ojos. Charly seguiría conduciendo la nave. Los otros, podríamos dormir.
Había una gran tensión en el ambiente, que intentábamos aplacar con conversaciones triviales.
- Increíble - dijo Charly.
- ¿ Qué es increíble ? -preguntó alguien.
- Yo no hubiera entrado a trabajar al Observatorio si hubiera podido conservar mi anterior trabajo - dijo Charly-. Increíble. Estábamos pescando con mi hijo, en un bote, en medio de una laguna, cuando lancé la boya a las aguas y el anzuelo se clavó en mi dedo. Lo atravesó, de un lado al otro, y desde entonces no he podido moverlo. En el Departamento de policía me dijeron que precisaba de todos los dedos para mecanografiar con velocidad, y era cierto, porque me costaba realizar esa tarea con la precisión y la velocidad con las que lo hacía antes. Me expulsaron, por culpa de un pez, y ahora es un pez el que va a llevarme a perder este trabajo.
Alguien se rió en el fondo de la nave.
-Tienes un problema con los peces- dijo Matthew.
Alguien volvió a reírse, pero luego permanecimos, otra vez, en silencio. Nadie lograba dormir. En cualquier momento podía aparecer aquel gigante y embestir la nave, probablemente golpeándola con su cola, o con alguna de sus aletas, o incluso devorarla.
Pero continuamos viajando, durante una semana más, con relativa tranquilidad.
Había, nuevamente, un gran silencio dentro de la nave. Yo empezaba a sentir que los otros tripulantes desconfiaban de mí. Conversaban entre ellos, y casi nunca me invitaban a sus conversaciones, seguramente porque sospechaban que yo ocultaba cierta información. Lo cual era cierto, pero nunca me sentí avergonzado por esta decisión mía, ya que, si les hubiera dicho todo lo que yo sabía respecto al animal que estábamos persiguiendo o al teniente, ellos nunca habrían aceptado esta misión, porque el transbordador en el que viajábamos iba a acercarse por segunda vez a la criatura.
Esas conversaciones me preocupaban. A veces, parecían preceder a una sublevación. Pero entonces el hombre que estaba en la cabina junto a Charly extrajo una medalla del bolsillo de su traje. Era amarilla. Posiblemente fuera de oro.
- Es de mi esposa- dijo, dirigiéndose a mí -. Tuve que mantenerla oculta en el Observatorio porque el teniente nos ordenó que quitáramos de ese lugar todos los objetos que tuvieran este color. ¿Han notado lo frío, lo asfixiante, que es el Observatorio ? No hay plantas, porque las flores suelen tener algo amarillo, o atraen a las abejas. Tuvimos que tirar a la basura cuadros, muebles, herramientas. ¿Realmente piensa que ese hombre no está loco? La primera vez que me presenté ante él yo tenía una corbata amarilla. Me la arrancó y la arrojó desde el balcón de la oficina. Luego, firmé en una hoja mi contrato con la Nasa.Coloqué mi nombre y mi apellido, y él me dijo que tenía que agregar un nombre más, que no podían ser solamente dos nombres. Le dije que no tenía otro nombre y entonces me pidió que inventara uno. ¿Es eso coherente para usted?
Charly se sobresaltó.
- Les dije que no podíamos confiar en ese hombre-gritó- . Es un desequilibrado. Nos ha enviado a una muerte segura. Quién sabe cómo sea esa cosa, o con qué nos encontraremos. Volvamos.
Soltó el volante. Sus manos comenzaron a abrirse y a cerrarse en el aire, como si estuvieran jugando con una esponja invisible. Estaba conmocionado.
-Se me entumecen los dedos - dijo- . Volvamos, mejor volvamos.
-Yo conduzco- dijo Matthew.- . Recuéstate allá, duerme un poco. Yo voy a conducir la nave.
-Espera- dijo Charly -. Allá está.
Todos nos levantamos de repente y corrimos hacia la cabina. Pensamos que se refería al pez, pero estaba hablando del planeta.
-Ese es- dijo Charly- . El "Ojo de pez".
Era cierto. Parecía el ojo de un pez gravitando solitariamente en la oscuridad del espacio exterior.
Charly disminuyó la velocidad de la nave. Nos aproximamos al exoplaneta muy lentamente. Había algo raro en él.
-¿Es?- dijo Matthew, tenuemente.
-Sí, sí - afirmó Charly-. Ese es el planeta del que les hablé, justo detrás de la nebulosa.
La nave disminuyó su velocidad aun más, casi hasta detenerse.
-Realmente parece el ojo de un pez-observó alguien-, un ojo que alguien hubiera arrancado y abandonado allí... Es horrible.

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El devorador de planetas y otras historias
Science FictionLos informes redactados por un hombre que está perdido en los laberintos del tiempo dan a conocer eventos insólitos que sucederán en el futuro, y la existencia de una criatura descomunal que puede poner en peligro a todo el sistema solar.