12-Madre e hijo

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La mujer fue despertando poco a poco mientras la consciencia regresaba a ella. Con cierto dolor de cabeza abrió los ojos para ver que estaba en una habitación, tendida sobre la cama y con una toalla húmeda en la cabeza.

—¿Donde estoy?.

Al poco, escuchó unos pasos cerca suya. Era su hijo, con lágrimas en los ojos.

—¿Igneel?

—Madre—la rodeó con sus brazos y ella pudo oler aquella fragancia que hacia mucho que no tenía, la de su hijo.

—¿Qué ha pasado?—preguntó, aún confusa.

—Te marchaste de casa a buscar a padre y...

—Es cierto, salí para buscar a Natsu—un pinchazo hizo que hiciera un gesto de dolor asustando a su hijo—no es nada, aún estoy cansada.

El ruido de ahora fue inconfundible, los pasos de su mejor amiga, aquella a quien consideraba una hermana, se aproximó a ella. 

—Erza

—Me alegra verte sana y salva—dijo con una sonrisa.

—Supongo que debo darte las gracias

—Dáselas a tu hijo.

Kagura se tomó un medicamento para el dolor de cabeza y otro para que el cuerpo recuperase fuerzas. Se sentía muy débil y apenas podía moverse.

—¿Qué vamos a hacer ahora?—Igneel quería encontrar a su padre.

—Te quedarás aquí y cuidarás de tu madre, yo me haré cargo de encontrar a Natsu—dijo tomando una bolsa.

—¡Espera, yo también quiero ir!

—Te falta experiencia y fuerza

—¡Soy tan fuerte como mi padre!—replicó.

—No, no lo eres...todavía. Además, tienes que cuidar de ella, volveré pronto—se puso la mochila a la espalda y salió por la puerta.

Igneel golpeó la pared pero sin hacer un agujero, algo que antes era impensable.

—Igneel

—¿Qué ocurre?

—Ven aquí—dijo.

Él obedeció y se sentó a su lado. La mujer agarró su mano, apenas podía hacer fuerza.

—Erza y Natsu han sido amigos desde niños

—¿Y?

—Erza esta muy preocupada por él. Desde hace algunos años, hubo incidentes donde él la salvó de morir. Y ella se siente en deuda con tu padre. Además, es mejor no meterse en el camino de ella. Aunque no lo parezca, siempre fue más fuerte que Natsu.

Él miró su mano.

—Ella dice lo contrario.

Kagura se echó a reír antes de toser un poco, le dolía la garganta.

—Erza es...Titania, además, si va sola...no tiene de que preocuparse por mantener a otros a salvo y puede luchar usando todo su poder—Igneel vio una extraña sonrisa en ella.

Mientras tanto, la joven caminaba como si nada, atravesó haciendo un fuerte agujero en la pared del templo y pudo acceder al otro lado. Sus pasos resonaban por la montaña, recordaba mucho al avance de un soldado por el ruido metálico que producía.

Algunos monstruos se abalanzaron sobre ella al verla como una presa fácil y solitaria. Antes de poder tocarla, el filo de su espada cortaba sus cuerpos y cabezas manchando el lugar de un rojo carmesí. Algunos de estos, vieron a un demonio en ella. Los árboles cubrían su figura y solo asomaba su espada que manchada de sangre, goteaba lentamente, dando un aspecto macabro a la mujer.

—¿Alguno más?.

Todos corrieron ahuyentados para salvar sus vidas.

Ella retomó el camino, había leído las notas de su amiga y sabía muy bien donde ir para encontrar a Natsu.

Pero estaba muy cabreada. Su enfado se debía a que Kagura había estado muy cerca de la muerte, probablemente, de haber permanecido más tiempo poseída, ya no hubiera podido salvarla.

—No falta mucho para llegar a esa cima—dijo con el equipo de montaña listo para escalar la parte inclinada.

Igneel mientras tanto daba de comer y beber a su madre. Aunque había una mejora en ella, tenía bajo sus ojos, un negror debido a que había estado poseída y baja de fuerzas. Ella agradecía los cuidados con una sonrisa, le encantaba ver a su hijo tan maduro.

—Te pareces tanto a tu padre...

—¿Eso es bueno?

—¡Claro que si!—dijo riendo.

—¿Crees que padre esta sano y salvo?

—No lo sé, pero me aferro a la esperanza de que si. Es lo único que puedo hacer—respondió, mirando su plato antes de seguir comiendo.

La pelirroja atravesó todo los caminos que conducían hasta Natsu, no supo cuanto tardó, no contaba el paso del tiempo ya que solo andaba rápido.

Se detuvo al visualizar un pueblo no muy lejos con una gran montaña al fondo. Lo más raro, era ver unas grandes nubes negras encima de este, parecían de tormentas, pero su experiencia le decía que algo mal iba a ocurrir. Olía a magia, era muy extraño, pero le recordó a la torre donde se enfrentó a Jerall.

—Esto es malo.

Y entonces sucedió, vio una gran llama salir del centro del pueblo hacia arriba mientras un temblor sacudía toda la zona.

Para otras personas, aquello le daría miedo, pero para Erza, era una grata alegría.

—Natsu...no has cambiado ni pizca—susurró.

Echo a correr al sentir una presencia oscura. Seguramente estaba luchando contra algo muy gordo y de mucho poder.

Tres días había pasado desde que Erza se marchó y no tenían noticias. Kagura ya estaba algo mejor gracias a los cuidados y medicinas. Como tenía dinero de sobra, y aquel hospeaje era barato, el joven no dudo en pagar una semana entera y de paso, les dio propina. 

Kagura no podía moverse en su situación y era mejor esperar a que mejorase. Ahora, tenía algo más de peso y mejor cara.

—Lamento haberte ocasionado tantas molestias—dijo.

—No te preocupes, me alegra verte sana y salva

—En cuanto regresemos, te prepararé tu plato favorito

—¡Genial!—dijo como un niño pequeño.

Para que el tiempo fluyese más deprisa, ella comenzó a contarle como conoció a su padre. Le contó lo ocurrido con el torneo donde aparecieron los dragones y su lucha con Erza, cuando la consideraba una enemiga.

Él se sentó y con una sonrisa, en silencio, escuchó a su madre relatar todo. Era como de niño, cuando ella iba a leerle un cuento. Pero ahora, eran aventuras.

—Y entonces tu padre junto a otros seis dragon slayer fueron a plantarles cara—dijo.

Todo esto mientras una fina lluvia caía sobre el lugar, empapando todo con su agua. Y es que casi emociona al joven ya que todo era casi idéntico a cuando era más pequeño. 

Por fin, tras tanto tiempo, Igneel pudo esbozar una sonrisa de felicidad mientras Kagura contaba todo con la misma ilusión. Ahora estaban juntos de nuevo.

Continuara...

¿Princesa o Sirena? Natsu x KaguraWhere stories live. Discover now