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En la mente de Lapis:

Abro los ojos y noto ese frio, ese frio desalmado y quemante, no como el frio al que me acostumbre vivir, esto es horrible, es torturador, y aquí abajo, en completo silencio, encerrada bajo el mar con un monstruo.

Los días se están haciendo cada vez más cortos y breves, igual que los momentos en los que tengo total control sobre la fusión, momentos en los que puedo ver a Jaspe, hablar con ella...y tocarla, suele ocultarse, meterse en su fría burbuja y dormitar pesadamente mientras nos hundimos en la arena, pero sé que aguarda a que mis fuerzas flaqueen para alzarse, anteriores intentos no dan resultado, me he dado cuenta de que mis poderes se han vuelto impredecibles mientras somos Malachite; si quiero, puedo levantar torbellinos y provocar tormentas, incluso he sido capaz de invocar el casco martillo de Jaspe, solo para perder el conocimiento tiempo después, desde ese día evito tener contacto con su lado.

Los lados, el lado de Jaspe, salvaje y desatado, y el mío, control y transformación, puedo mantener en mi lado la mayor parte del día, cuanto estoy en calma y concentrada, desearía que la única habilidad de Jaspe aquí abajo no fuera intentar hacerme perder la concentración; en ocasiones, usa su lado para chafarse a sí misma contra las rocas a fin de provocarnos dolor, o usa mi poder en contra mía, agrediéndome a tal punto en que no soy capaz de mover un solo gramo de mi cuerpo, y debo actuar como si no fuera yo, como si no existiera.

Pero últimamente ha sido distinto, desde hace pocos días, según puedo calcular, ya que hemos estado perdiendo la noción del tiempo al no poder ver el sol o la luna o estrellas siquiera. Jaspe se ha quedado en silencio y al escucharla, solo se oye el vacío, como si hubiera dejado de ser, como si se hubiera perdido, y por alguna razón que solo puedo interpretar como enfermiza, me aterra, me aterra que Jaspe me haya dejado sola aquí abajo.

Sola con Malachite.

En la mente de Jaspe:

No tenía sentido continuar peleando por el control, el cual Lapis había sabido reclamar, paralizada por la vergüenza, aceptaría mis días convertida en su cuerpo, en su herramienta, después de todo, es lo que yo soy, el martillo, el casco, el látigo, una herramienta basura y nada más. En ocasiones, sentía como sus fuerzas flaqueaban, porque ambas estamos destinadas a pudrirnos juntas en el fondo del océano.

No sé si Lapis había desarrollado ese habilidad, pero he aprendido a desconectarme a mí misma, caer en algo parecido a una negrura brumosa, que me transporta a distintos lugares, sitios en los que he estado en mis mejores días, que serían todos previos a este infierno verde y azul de la tierra, en ocasiones me encuentro en desiertos rojizos, en otras, en selvas pobladas de cuarzos bronceados por el sol caliente, o recibiendo las ordenes de Ágatas tan frías como el hielo y la nieve tormentosa a su alrededor; y sé que es agradable, pero no puede traerme esperanza, pues es irreal, a diferencia de Malachite, que ha sellado nuestros destinos.

Y entonces llego ese sueño. El sueño del campo de batalla, donde veía a hermanas matarse unas a otras por un yugo que observaba indiferente desde sus tronos elevados, fingiendo atención a las peticiones de zircones y hesonitas, y aquella gema, el cuarzo traidor, Rose Cuarzo, abriéndose paso con aquellas gemas traidoras. Y luego aparecía ese Bismuto y me atacaba sin que fuera capaz de defenderme...y luego, silencio.

Solo que en el sueño, no era yo, era Lazuli, lo cual me aterraba y a la vez me interesaba, pues significaba que lento, pero gradualmente, nuestras mentes se fundirían en una sola, y entonces nos corromperíamos, o sencillamente nos quedaríamos fusionadas en ese limbo de recuerdos e ilusiones vacías.

Pero al abrir los ojos continuaba ahí, en ese campo de batalla roto que apestaba a muerte y a olvido, y alguien lloraba...

— ¿Lapis?

Al principio, ella intento apartarse, pero yo me acerque y la sujete, luchamos por un segundo y finalmente, Lapis se dejó caer en mis brazos.

—Mátame.

— ¿Qué estás diciendo, niña?

—Quiero que me mates—Lapis me dio una bofetada, haciendo sentir mi mejilla arder, era una chica fuerte, después de todo. —Hazme pedazos como a esas pobres gemas que mataste en la guerra, vamos, maldito monstruo, destruye, que es para lo que sirves...

Tome el rostro de Lazuli y la obligue a mirarme, se suponía que debía odiarla por humillarme, pero no era eso lo que sentía. Me he vuelto loca finalmente, pues ahora, Lazuli es mi perdición. No hice más que besarla, y ella no se apartó, notaba su ira quemándonos, y a la vez, el deseo ardiente de nuestras almas palpitando como un mismo corazón.

Nuestras mentes se habían fundido por fin, ahora seriamos Malachite y nunca podrías apartarnos una de la otra.

La táctica barataWhere stories live. Discover now