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Cuando Jaspe despertó estaba desnuda, su rostro se cubrió de rubor mientras su cuerpo brillaba y materializaba su uniforme, le era difícil ponerse cómoda con las "peculiaridades" de su nueva forma física, las púas no solo tenían un aspecto desagradable a la vista, sino que eran realmente molestas para recostarse en un colchón, especialmente las de su cabeza, que cubría para evitar parecerse a un toro. Se sentó en el borde la cama, observando sus manos, le habían crecido las uñas, pero no podía cortarlas, no eran del mismo material que las de los humanos.

—Monstruo...—Murmuro.

Le era difícil verse como otra cosa, desde el día en que había visto luz en medio de todo ese odio y rencor, en el momento en que no podía hablar y solo expresar un resentimiento que no le pertenecía, pero que la motivaba del mismo modo. Antes de aprender a hablar había aprendido a pelear.

— ¿Jaspe?

Lapis estaba de pie en la puerta, llevaba un overol y una franela sin mangas, con las mejillas y las manos cubiertas de tierra. Ambas compartieron una sonrisa amable.

—Lo siento, iré en un segundo.

—No pasa nada ¿Dormiste bien?

Su semblante se endureció sin poder evitarlo, se limitó a asentir y le pasó por un lado a la gema, sin que esta tuviera tiempo de premiar su ayuda con un pequeño beso, Lapis la miro recorrer el jardín, tomar una pala y empezar a cavar.

— ¿Jaspe?—Le pregunto mientras la gema hacia surcos en la tierra con una asada para hacer espacio a las semillas.

La gema gruño a modo de contestación, desde que había sido restaurada tenía el mal hábito de meterse en sus propios pensamientos, una prisión mucho más efectiva que sus grilletes de agua en el fondo del océano.

— ¿Me estás oyendo?

La miro y asintió, aunque seguía metida en sus pensamientos.

— ¡Que calor hace, creo que trabajare desnuda!—Exclamo Lapis poniéndose de pie.

Jaspe asintió. Lapis dejó escapar el aire con una trompetilla y se acercó a ella, quitándole la pala y tomando sus manos. La gema naranja la enfoco con aquellos ojos felinos.

— ¿Qué sucede?—Pregunto. — ¿Son los cuernos?

Intento apartar el cabello de su frente, pero ella sujeto su muñeca.

—...yo, lo siento, Jaspe.

—No pasa nada, nunca me ha preocupado demasiado mi apariencia.

—Entonces ¿Qué te molesta?

Jaspe miro a los campos, lo que alguna vez había sido un campo de batalla reclamado por la tierra, por la naturaleza. Al parecer, eventualmente todo lo que existía sobre su extensión era reclamado, y aquellos que se negaban eran...

—Nunca antes había visto este planeta—Explico. —Me cuesta pensar ahora que llegue a pensar que lo que hacía era lo correcto.

Lapis le acaricio la mejilla.

—Ya no somos esas gemas. —Le dijo Lapis tomando su mano.

Los dedos de Lapis eran finos y femeninos, los suyos eran toscos y fuertes, como una garra.

— ¿Entonces qué coño somos?—Se preguntó.

— ¡Vamos, no seas tonta!—Le decía Lapis arrastrándola por el muelle, una vez más la miro y se ruborizo. — ¡Te ves muy linda!

—Yo...no...quiero...—Gruñía Jaspe intentando retroceder.

Habría sido ridículo intentar ponerle un vestido, que a Jaspe le parecían la cosa más vergonzosa del universo. Había aceptado a regañadientes usar unas zapatillas de color crema, pantalones de color vino, una franela blanca de algodón sin mangas y una chaqueta marrón de cuero falso. Aunque ella se considerase bastante fuera de lugar, varios chicos y más de una chica no le quitaban los ojos de encima.

La táctica barataWhere stories live. Discover now