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Era la primera vez en mucho tiempo que Peridot se sentía sola.

Estar sola, siendo un peridoto, quiere decir que estas a salvo, en una facción de una raza que adoraba la tecnología encargándose precisamente de esa materia era bastante peculiar que si quiera dos peridotos llegasen a mostrarse amigables unas con otras, existía la ocasional camaradería y los elogios, pero eso no quería decir que a la menor oportunidad, tu proyecto del mes no estallara frente a tus narices solo porque brillaste con más intensidad que las demás. Ser individual era un insulto al progreso que tanto había defendido Peridot alguna vez.

En el cielo se habían presentado unas cuantas estrellas, aunque recordaba las constelaciones que eran visibles desde su antigua colonia, era demasiado tarde para volver a aquellos tiempos que realmente no habían sido buenos para ella. Observo su mano, su brazo corto alzado, como queriendo tocar aquella oscuridad, en realidad, la noche le ofrecía comodidad porque sabía que el color del cielo durante el día se debía a la difracción de la luz. El cielo nocturno era en realidad el único cielo, otra cosa que hacia extraña a la tierra, en su colonia de origen apenas y había suficiente luz para conferirle un tono melocotón al espacio abierto, y no había suficiente humedad para que se formaran nubes ni hubiera lluvia. Aunque en ese momento le costaba creer que en otros mundos lloviera ácido sulfúrico condensado o mercurio, pensar en cosas así, en mundos mortales de vapores tóxicos y extraños y de una belleza mortecina, le hacía pensar que valiosa debía ser la tierra.

Gruño y se presionó el interior de la mejilla con la lengua, a Lapis se le hubiera ocurrido algo apropiado, que la hiciera pensar.

"No seas egoísta, Lapis merece avanzar"—Se dijo. —"¿Qué clase de compañera de habitación seria si no le ofrezco apoyo emocional?"

¿Y eso era posible desde donde se encontraba? La sensación áspera y a la vez suave de la agradable madera del techo del granero le ayudo a desprenderse de la molesta tristeza de hallarse sola. Amatista gustaba de cultivar vegetales con ella, pero no era lo mismo. Al pensar en que hubiesen pasado tanto tiempo juntas un sentimiento cálido creció en su pecho, recordó que al ser abrazada por Amatista se había preguntado cómo se sentiría que la besaran, o al menos que la besara ella.

La sensación de un suave roció bañándola le hizo recordar a Lapis, incluso la forma en que el viento hacía sonar las copas de los árboles y sacudía los maizales le hizo pensar en el susurro de sus alas de agua.

"Me estoy volviendo loca"—Concluyo. —"Este será el triste final de la adorable...".

—¿Peridot?

Se incorporó de un salto y estuvo a punto de caer del tejado ¡Lapis acaba de aterrizar a solo unos metros! La gema azul la observo un momento, aunque sonreía, estaba triste, Peridot llevaba suficiente tiempo conviviendo con ella para saberlo. Se ruborizo al ver que llevaba un adorable vestido negro, noto la nariz caliente al preguntarse si acaso llevaría alguna prenda debajo del vestido.

—¿Te gusta?—Le pregunto girando para hacerlo volar un poco.—¿O quieres que me lo quite?

Apreciaba que Lapis pudiese bromear con ella, no habían empezado con el buen pie, pero ahora mantenía un voto de confianza, lo suficiente para bromear y ser abierta, al menos en su manera de expresarse ¿Quién o de qué forma había sido Lapis en el pasado? En ocasiones le había hablado de los viejos tiempos, pero no había dado realmente una opinión abierta sobre sí misma, quizás había sido una linda cosita, con la cabeza en las nubes.

Recordó que Amatista le había comentado que Lapis había salido a pasear con Jaspe y se dio cuenta de que el vestido no era realmente tan bonito.

—No, quítatelo—Dijo moviendo la cabeza negativamente, con seriedad.

Lapis se sorprendió y se acercó a ella, desato los dos únicos botones de la parte de arriba lo dejo deslizarse hacia abajo, ambas se miraron a los ojos mientras la luz cubría el cuerpo de la gema y de ese brillo brotaba su ropa.

—Te extrañaba.—Le dijo, acariciando su mejilla.

Peridot le sonrió, volvió a recostarse y noto el brazo de Lapis rodeando su hombro y estrechándola contra ella.

—Me lo imaginaba—Mintió. — ¿Jaspe hizo algo malo?

Su mirada se oscureció, tomo aire y asintió.

—Es una gran tonta.

—Lamento escucharlo.

—No importa, no volveré—Confeso, encogiéndose de hombros.—Ella quizás tampoco regrese, al menos eso espero.

Estaba mintiendo, podía verlo, si lo que sentía hacia Jaspe no era amor o al menos no era sano para ambas entonces era natural que ambas tuvieran miedo de lo que podía hacerles, al parecer, Lapis no disfrutaba la sensación lo suficiente para ser sincera respecto a ella.

—No deberías hacer eso.

—¿De que estas hablando? ¡Pensé que te haría...!

— ¡Pero no quiero que me hagas feliz!—Peridot se puso de pie. — ¡Deberías volver con Jaspe y mostrarle que teníamos razón, no enojarte porque sea difícil!

Lapis la miro por tanto tiempo que creyó que se iría volando, en realidad, lo habría aceptado así, sabiendo que probablemente le haría caso aunque no fuese a admitirlo.

—Oh, mierda...—Se llevó una mano al rostro. —Tienes razón, Peri.

"Peri, dice"—Dijo Peridot aprovechando para sonreír y encogerse.

Estaba bajando por las escaleras cuando Lapis la tomo de la mano, su mirada era aún peor que antes, no sonreía, pero lucia desesperada, como si no tuviera a donde correr y sus opciones se estuvieran acabando, quizás Peridot hubiera podido expresarlo de una manera distinta, de ser posible, Lapis nunca la habría visto llorar.

—¿Qué su...?

La gema lo rodeo con los brazos.

—Lo lamento, Peridot, lamento haberte dejado—Murmuro contra su mejilla.—Tengo miedo de volverme quien era antes, tengo miedo de hacerles daño a las personas que me han lastimado, tengo miedo de que Jaspe me haga volver a ser como ella.

Peridot el rodeo con los brazos, se suponía que iba a decir algo que la hiciera reír, pero unas palabras distintas salieron de sus labios.

—Tu eres como Jaspe. Es por eso que puedes ayudarla.

Lapis se apartó y ella sabía que sería así, la miro enojada durante un momento, con los ojos bordeados de lágrimas, no podía permitirse ofrecerle disculpas y continuar verla mirar con nostalgia las estrellas. Cerró entonces los ojos y se inclinó hacia ella, Peridot iba abriendo cada vez más los ojos, hasta la capacidad máxima de la que eran posible.

"Oh no, oh no, oh no". —Pensó asustada, sin poder apartarse. —"No me beses, diablos ¿Cómo se supone que yo...?"

Pero cuando Lapis la beso fue como si ya lo hubiera sabido desde un principio, sin un corazón que se encogiera de miedo, hallo suficiente valor para introducir sus dedos entre el cabello que siempre había deseado acariciar mientras la miraba dormir y roso sus labios con los suyos, notando como Lapis lo aceptaba.

Cuando se separaron apenas y le importo estar cayendo ¿Lapis la atraparía? Cerró los ojos y noto la fría brisa acariciando sus hombros.

—¿Qué haces ahora, Peridot?

Abrió los ojos, Lapis la miraba con una ceja alzada, hecha un manojo de nervios, negó repetidas veces con la cabeza y se incorporó sintiendo los pies de plomo.

—N-nada, supongo que ya tendrás que irte.—Le dijo mientras se aproximaba de nuevo hacia las escaleras.

—No tengo que irme ahora...—Dijo Lapis enroscando un mechón de cabello entre sus dedos.

Peridot no se dio la vuelta, no podía dejar de sonreír.

La táctica barataWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu