Capítulo 26

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En ocasiones se cree que nuestro destino está trazado, que no existe nada ni nadie que cambie el final de la meta, pero las circunstancias y las mismas personas pueden crear un camino diferente al nuestro y poner trabas que se tienen que cruzar para llegar a nuestro objetivo.

Christian

Estoy en un sendero que al parecer se encuentra vacío. Miro a todo mi alrededor y no hay nadie, estoy completamente solo. Encuentro un camino y voy hacia él. Me conduce a un río en dónde escuchó risas y la voz de Ana, mi Ana.

Sonrió y estoy dispuesto a sorprenderla cuando la veo con un hombre, desnuda, haciendo el amor.

Me lleno de coraje y caminó en dirección hacia ellos, ¿Cómo pudo hacerme esto? Mis lágrimas empiezan a correr por mis mejillas, pero las limpio de inmediato, ella no me vera llorar, aprieto los puños con fuerza y golpeó un árbol. Mis nudillos sangran, pero no me importa, es más el dolor mental que el físico, el dolor de mi corazón.

—¡ANASTASIA! —grito lleno de furia y ella me mira con una sonrisa arrogante.

—¡Eres una zorra! ¡Me engañaste!

Ella solo ríe y se levanta, el hombre que está con ella no nos observa, no le puedo ver la cara.

—Así es ¿Y qué? Siempre te engañé, como te lo dije una vez me casé contigo por tu dinero y ahora que lo tengo no te necesito. Siempre se tiene que buscar afuera lo que no hay en casa y tú nunca supiste complacerme, eres un poco hombre que no supo mantener a su mujer satisfecha.

—¡Eres una puta!

—Dime todo lo que quieras, no me importa.

Veo hacia la dirección donde se encontraba el hombre y no está, estoy a punto de acercarme a ella cuando siento un arma en mi cabeza.

—Te vas a morir Christian y todo lo que es tuyo ahora será mío y de mi amante.

Me da una mirada que jamás había visto en mi vida.

—¡No! ¡ANA! ....

...

—Christian despierta...

De inmediato abro los ojos y encuentro a Anastasia a mi lado mirándome con susto.

—Tuviste una pesadilla...

Miro a mi alrededor y veo que estoy en el sofá de nuestra recámara. Veo la hora en mi reloj y marcan las cinco de la tarde, vaya que si dormí mucho. ¿En qué momento me quede dormido? Ana me mira con confusión en su mirada, quiere que le cuente mi pesadilla y eso hago.

—Soñé que me engañabas —digo con la voz entrecortada— y me matabas —analizo su reacción. Me mira confundida y después me abraza, al principio siento que me ahogo, pero poco a poco voy aceptando su abrazo.

—¡Qué cosas dices!, ¡jamás lo haría! Te amo más que a mi propia vida —me acaricia el cabello—. Deja le digo a Rachel que nos traiga la comida y después descansas, no lo has hecho bien por cuidarme.

La miro, pero no mencionó nada. Voy hacia el guardarropa, me desvisto y me colocó la pijama. Al salir observó que ella acomoda la mesita y entra Rachel con el carrito y le ayuda a Ana, nos sirve la comida y se retira.

—Vamos a cenar.

Sigo a Ana y ella se acomoda, hago lo mismo, miro la comida, macarrones con queso, mi platillo favorito, pero ahorita no me apetece.

Amarte es mi destinoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant