Capítulo 29

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No porque te mientan o engañen significa que tú también hagas lo mismo, porque puedes dañar demasiado a las personas que quieres y te quieren.

Anastasia

Doy vueltas en la cama de un lado para otro. No puedo dormir, es la noche más larga que he tenido. Camino hacia la ventana y la abro, el aire me cala, pero no me importa. Observo el cielo, estas no se ven porque la cubre una gran tiniebla, a los pocos segundos empiezan a caer grandes gotas. Cierro la ventana y regreso de nuevo a la cama, escucho como llueve.

Trato de conciliar el sueño, pero es imposible, mis lágrimas de nuevo empiezan a correr por mis mejillas, me siento y abrazo mis piernas, me balanceo de un lado a otro.

—Christian, mi amor...

.

—Ana, hija —miro a mi padre, este me mira con lástima. Trata de decir las palabras correctas para lo que pasó—. Habla con Christian, él tiene que escucharte.

Recargo mis brazos en la mesa, lo miró sin dar crédito a lo que está diciendo, pretende que prácticamente le ruegue para que regrese conmigo.

—¡Es increíble! —hago una mueca de disgusto— ¿Cómo puedes pedirme eso? Crees que no hice cualquier intento para que me escuchara, para que me dejara explicarle —mi voz se va rompiendo poco a poco.

Sé cuál es esa sensación, sé que estoy a punto de llorar.

—Pero a él no le importo escucharme. Solo me gritó, me insultó de la peor forma que no se la deseo a nadie —los gritos de aquella tarde me atormentan— me dijo que soy una cualquiera, una mujer sin escrúpulos, fría y calculadora. Que se casó con él por su dinero. Hasta cree que mi hijo no es de él, lo llamó bastardo. Me mando al infierno, no quiere saber nada de nosotros —me coloca las manos en el vientre—. Además —trago mi propia saliva— Christian me levanto la mano, estuvo a punto de pegarme, pero se arrepintió, me advirtió que no quiere que me acerque a él sino no sabe de lo que es capaz de hacer, y la verdad —suspiro— yo no lo quiero ni averiguar.

Bajo la mirada y siento como todas se dirigen a mí. Mi padre no puede articular ninguna palabra.

—¿Porque no me lo dijiste antes? ¿Cómo se atreve a dudar de su paternidad y como diablos se enteró de que tu sabias del trato?

Golpea la mesa y todos nos sobresaltamos. Mía quien está a mi lado me sonríe y me acaricia el brazo. Elena no menciona nada y en su mano sostiene un vaso con no sé qué bebida, da un trago y observa a mi padre.

—Tiene que perdonarlo —después de un silencio incómodo Elena habla.

La miro sin creer que acaba de decir. Mi padre igual la mira y después lo hace conmigo.

—¡No! El día que llegaste no hubo la oportunidad de hablar sobre lo sucedido, pero ya que contaste todo no voy a permitir que ese infeliz te pisotee más de lo que ya ha hecho.

—Pero Ray.

Elena está molesta y mi padre más. ¿Por qué carajos dice eso? ¿Es tanto su odio hacia mí?

—¡Nada! Por mucho que mi hija se equivocó no debió tratarla como lo hizo, ya cometí el error una vez al casarla como lo hice y no volverá a pasar. Esta vez no voy a ceder. Ese infeliz se va arrepentir de hacerle a mi hija lo que le hizo.

Elena me mira furiosa y trata de controlarse. Sé que no le gusta para nada la idea de mi padre, pero ella no puede intervenir y eso me agrada. Por primera vez en mucho tiempo mi padre me defiende.

—Hagan lo que quieran —avienta la servilleta y se levanta furiosa.

Mi padre me mira y sonríe, me toma de la mano y por primera vez siento el amor paternal que tanto me hacía falta.

Amarte es mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora