Capítulo 4

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Narra Ignis

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Narra Ignis

Ha pasado casi una semana desde que estoy en casa de los Cullen, sinceramente es bastante aburrido, aunque no he podido evitar escuchar como Alice comienza a planear la boda de Edward con Isabella, algo que sin duda me disgusta y hace que quiera irme, pero vine aquí con dos propósitos, y es mi deber cumplirlos.

Uno de ellos, es acercarme más a Edward, pero la mayoría del tiempo está fuera de la casa, lo último que pude escuchar que pensaba, era que tenía que arreglar sus ideas.

La segunda, es para dejar en claro que Isabella no será convertida, definitivamente ella no merece que le cumplan ese capricho.

Algunas veces siento que mi odio hacia Isabella es irracional, pero de pronto, recuerdo todo lo que conozco de ella, y eso me es suficiente para justificar ese odio.

Recuerdo muy bien a Lydia, la hermana de Isabella. Lydia era una bruja, su linaje paterno tenía una extensión de brujas desde hacía años. Pero no solo era una bruja, ella era una niña preciosa, amigable y siempre tenía esa chispa de felicidad que contagiaba a cualquiera que la conociera.

Lydia era tan solo un año menor que Isabella, y, a decir verdad, ellas eran muy unidas, al menos los primeros años juntas. Pero todo cambio cuando Isabella comenzó a comportarse de diferente forma. Comenzaba a ser más obstinada y grosera con su hermana, ni siquiera podía verla porque el odio comenzaba a crecer.

Sus padres decidieron llevarla a un psicólogo, creyendo que este les podría ayudar o dar alguna explicación del cambio de actitud de Isabella. Después de varias consultas, pudieron darle un diagnóstico. Isabella tenía una enfermedad mental, ella tenía miedo a envejecer, mejor conocida como Gerascofobia.

Cuando Isabella comenzó a notar que su hermana era más joven que ella, la envidia le invadió, algo que, a medida de los meses, crecía, en especial cuando supieron de los poderes de Lydia. Isabella irradiaba envidia en todo su esplendor, no entendía como su hermana, además de ser más joven que ella, era una bruja, y siendo una bruja, podría ser inmortal, a menor que la matasen.

Un día, cuando sus padres salieron de casa, Isabella decidió reclamarle por todo a su hermana, la pequeña Lydia aún no sabía controlar sus poderes y creó fuego en la casa. Cuando se dio cuenta de lo que hizo, ya era muy tarde, toda la casa estaba en llamas.

Lydia corrió a una ventana y se dio cuenta de que podrían salir por ahí, pero tendrían pocos minutos, rápidamente ayudó a que Isabella pudiera salir, pero cuando quiso que Isabella la ayudara, esta simplemente la soltó de la mano y corrió lejos de la casa para estar a salvo. Lydia no pudo salir y la casa terminó desmoronándose con ella dentro.

Lo peor fue que me di cuenta que Isabella no sintió ni un poco de remordimiento. Yo no podía hacer nada, ya que, en ese entonces, las brujas no estaban bajo mi poder, si no que del de mi madre, pero cuando mi madre murió, las brujas dejaron de existir, mi papá me dijo que ella le pidió eso, dejar de ser inmortal.

Dejando eso de lado, esa sería una de las razones de mi odio hacia Isabella, otra sería como es su actitud, siempre quiere hacer creer que es alguien tímida y reservada, cuando en realidad es la peor persona que pueda haber, incluso papá tiene más corazón que ella.

—Daría lo que fuera por saber en qué piensas —me sobresalte al escuchar la voz de Edward, estaba tan concentrada en mis pensamientos que no me di cuenta cuando entro a la habitación en la que me estoy quedando.

—Pues te quedarás con la duda por mucho tiempo —dije mientras veía mis uñas, no queriendo darle interés— Además, ¿no te enseñaron a tocar antes de entrar a algún lugar?

—¿Entonces en un tiempo lo podré hacer? — dice levantando una ceja para después sentarse en la cama, quedando a unos centímetros lejos de mí. Me encogí de hombros—. Sí golpeé la puerta, pero al parecer no escuchaste.

—Oh —es lo único que digo. Esto es incluso extraño para mí, se supone que vine aquí para estar cerca de él, pero sí no muestra interés, simplemente no puedo hacer nada—. Respondiendo a tu pregunta, no te dejaré saber lo que pienso —levanto mis dos cejas. Como me gustaría poder arquear solo una ceja, pero de todas las cosas que no podría hacer, tuvo que ser eso.

—¿Cuántos años tienes? —suelto una risa y niego.

—¿Sabes que a una mujer no le debes de preguntar eso? —baja la mirada avergonzado—. Y bueno, el tiempo transcurre de otro modo en el infierno, así que...

—Entiendo —asentí.

Nos quedamos en silencio durante unos minutos que incluso me parecieron eternos, algo absurdo considerando cuánto he vivido.

—Es tan frustrante todo —suelta de repente. Pasa una mano por su cabello, alborotándolo aún más.

—¿Qué es todo? —inquiero con un tono un poco bajo.

—Tú... —abre la boca para decir algo, pero la cierra nuevamente y niega—. Creía —vuelve a negar—, estaba seguro que Isabella era mi compañera —me quedo en completo silencio, esperando a que continúe—. Y cuando te vi, solo me importó que tú estuvieras bien, que eras mi mundo, que tenía que estar contigo.

—Hablas en pasado, ¿ya no lo sientes? —pregunto.

—Cada vez el sentimiento es más fuerte. Cuando veo a Isabella, todo el amor que creía tener por ella, simplemente ya no está.

—Un sentimiento muy fuerte considerando que llevamos una semana de conocernos —es lo único que digo, pero después añado—: ¿Y no recordaste que los vampiros encuentran primero a su Tua cantante y luego a su compañera? Claro que hay excepciones, como en el caso de Emmet, que incluso tuvo dos Tua Cantante.

—¿Cómo sabes eso? —inquirió y yo solo me encogí de hombros– ¿Por qué no apareciste antes? ¿Me habrías dejado morir cuando fui con los Vulturi?




—¿Cómo sabes eso? —inquirió y yo solo me encogí de hombros– ¿Por qué no apareciste antes? ¿Me habrías dejado morir cuando fui con los Vulturi?

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Saludos a todos.

Jocelyn C.

Mi compañera Demonio «Edward Cullen» Donde viven las historias. Descúbrelo ahora