Capítulo 25

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Narrador Omnisciente

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Narrador Omnisciente

Los gritos de enojo y dolor por parte de Rosalie y las rubias Denali, estremecieron a todos los presentes. Quisieron atacar, pues no podían creer que lo que sus ojos veían realmente haya pasado, sin embargo, fueron detenidas para no comenzar la guerra que todos sabían que Aro quería crear. Edward en breve se encontraba frente a su novia, quien llevaba tan dolo un par de segundos muerta.

—Fue más sencillo de lo que pensaba —la sonrisa burlona que Aro le dedicó a Lucifer, solo le hizo pensar que disfrutaría mucho cuando su hija lo hiciera sufrir.

—¡Te mataré por esto, Aro! —exclama el cobrizo con enojo. Antes de poder atacar al líder Vulturi, fue detenido por Amenadiel, y apenas de su fuerza sobrehumana, no pudo safarse del agarre del ángel.

—Es una pena que no podrá cobrar nada, señor —la autosuficiencia en la voz de Aro junto al orgullo de pensar que logró su cometido era imperturbable, pero eso no duró mucho cuando Lucifer junto a su hermano comenzaron a reírse, desconcertado a todos y provocando molestia en el líder Vulturi.

—Bien hecho, Aro. ¿Cómo es que dicen los humanos? —se pregunta así mismo el rey del infierno—. ¡Ah, sí! La esperanza es lo último que se pierde.

—¿Por qué no escucha de nuevo? —inquiere Amenadiel con burla.

Después de las palabras dichas, todo se quedó en absoluto silencio. Edward trataba de oír lo que sea que los ángeles querían que escucharan. Los corazones de Lucifer y Amenadiel retumbaron en sus oídos, pero les sorprendió escuchar un tercer latido, proveniente del cuerpo de pelirroja, la cuál, comenzó a reírse como si le hubiesen contado un gran chiste.

—Al parecer, a mi padre se le olvidó comentarles algo —dijo mientras se levantaba. El asombro llegó a todos, no solo por verla viva, si no, por el cambio en su ropa. Se alzó en el aire mostrando unas grandes e imponentes alas que parecían estar en llamas y sus ojos ahora se encontraban rojos, como los ojos del diablo—. Yo no puedo morir.

(Imagen en multimedia)

El terror comenzó a inundar los cuerpos de los Vulturi, en especial el de Aro. Tan solo ver el como la pelirroja había despertado les hizo arrepentirse de seguir a los líderes Vulturi y saber que ahora tendrían que afrontar las consecuencias.

—¿Enserio creyeron que podrían matar a su creadora? —pregunta con burla, regresando a estar sobre la nieve y ocultando sus alas. Y apenas de escucharse tan apacible, eso no les tranquilizaba ni un poco a ninguno de los Vulturi—. Has perdido tu oportunidad, Isabella —la nombrada hizo una mueca, pero luego mostró una sonrisa ladina.

—No has muerto porque yo no lo he intentado —habla con seguridad.

—Y en un intento te quedarás, querida.

—Tal vez no pueda matarte, pero sí puedo hacerte sufrir —dice el líder Vulturi tratando de contener su furia—. Jane, Alec, ya saben que hacer —los nombrados asienten y dirigen su mirada al cobrizo y la rubia Hale.

Mi compañera Demonio «Edward Cullen» Där berättelser lever. Upptäck nu