13. Celos

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APOV.

Cuando entré a la oficina me lamenté por haberlo hecho sin llamar a la puerta primero. Sin embargo, Beatriz no mostró malestar alguno ante aquella acción mía, sin duda irrespetuosa (y que yo mismo odiaba mucho), lo cual me dio confianza para seguir allí. Betty estaba teniendo una llamada y tampoco me pidió que me retirara, así que decidí sentarme en una de las sillas del escritorio, frente a ella. Observarla mientras hablaba por teléfono se me hacía un completo placer.

Al escuchar que la conversación que Beatriz estaba manteniendo era con Marcela, me sorprendí y me quedé helado por unos interminables segundos. Ella continuó hablándole, mientras me miraba y yo decidí aportarle calma y seguridad en lugar de indecisión. En esa llamada, Beatriz le estaba pidiendo que no renunciara a Ecomoda, que continuara trabajando en la empresa. Todo lo que Betty le decía a Marcela era tan profundamente genuino que yo solo podía confirmar lo que había afirmado desde hace mucho tiempo: Beatriz Aurora Pinzón Solano es un ángel.

Y está conmigo, a mi lado. Es mi ángel.

Mi amor, usted es un ángel. ¡No lo puedo creer! — no pude evitar decirlo. Estaba muy asombrado y maravillado por las acciones de aquella mujer que se encontraba al frente de mí. Decidí ponerme en pie y caminé hacia ella, quería tenerla lo más cerca posible. Era increíble cómo esta atracción que existía entre ambos me impedía mantenerme separado de ella. Detestaba esa idea, detestaba no poder verla todo el tiempo, escucharla, disfrutar de su maravillosa presencia. Todos estos pensamientos me hacían sentir terriblemente raro e intenso, es decir, ¿qué pasaría si ella se cansa de mí? Yo tenía que controlarme, controlar mi intensidad y entender que no podemos estar siempre juntos...

—Don Armando, cómo se le ocurre. ¡Esto es lo más normal! Marcela Valencia es dueña de la mitad de Ecomoda, además... yo creo que ambos sabemos lo que esta empresa significa para ella... — cuando llegué hasta ella, que estaba sentada en su silla de presidente (que le quedaba fenomenal, ella había nacido para ser grande) me acerqué a su rostro y con mis manos lo agarré, como acostumbraba a hacerlo. Le di un beso corto pero profundo y pude notar cómo su cambio de postura me movía a continuar besándola, pero tenía que expresarle con palabras también lo que ella despertaba en mí.

—Sí, Betty, yo sé... y también sé que usted es el ser más hermoso que existe — ella se rió bajo, incrédula. ¿No me creía lo que le estaba diciendo? Podría ser, quizá Betty aún no se hacía a la idea de la inmensidad de mi sentimiento por ella.

—Solo estoy tratando de que mis últimos tres meses en la presidencia se den de la mejor forma posible... — ¿últimos tres meses? ¡No! Eso sí que no. Beatriz tendría que seguir a la cabeza de Ecomoda y yo me encargaría de ello, como fuera. Ecomoda jamás había estado tan bien como desde que Beatriz la preside. Sus capacidades, sus estrategias, su inteligencia, su amabilidad y su forma de verlo todo eran lo que tanto necesitaba esta empresa, para poder salir a flote. Tan solo de imaginarme las grandes cosas que podríamos lograr con Betty presidenta de una Ecomoda libre de deudas me generaba exaltación. ¡Solo veía éxito en el futuro de esta empresa!

—Beatriz, yo voy a ser el primero que va a proponer que usted siga siendo la presidenta de Ecomoda — le dije con firmeza. Y algo dentro de mí me decía que nadie se pondría en desacuerdo, ni siquiera el mismísimo Daniel Valencia, o Marcela... no ahora, haciendo convenios con mi Betty. Antes de que ella pudiera responderme algo, su celular sonó. Ella miró la pantalla, probablemente para ver quién llamaba. Siempre era una sorpresa para ella recibir llamadas en su celular, tan divina mi Betty...

Su cuerpo, que estaba muy cerca del mío, se tensó. ¿Quién era? Ella cogió el celular y me miró con una mirada incómoda, después, apartó los ojos de mí y contestó.

Juntitos los dosWhere stories live. Discover now