CAPITULO 3

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26 de febrero de 2019

- Confieso que estoy muy sorprendida con su presencia, tiene un buen tiempo que no aparece por aquí Sra. Flores. - La doctora Daniela parecía sorprendida, pero sonrió suavemente hacia la latina frente a ella.

- Para con eso Dani, nos conocimos hace años, llámame sólo Lucía. - La Dra. Asintió.

- Siéntate por favor. - Un poco nerviosa, la maestra se sentó en el sillón de frente a la doctora.

Era una tarde de lunes como cualquier otro. Pero no para Lucía. Normalmente después de todas las clases que daba en el colegio iría a casa, haría su té de todas las tardes y sacaría una buena siesta, despertaría más tarde para tomar un baño y arreglarse para dar clases en la facultad en que trabajaba por la noche. Era así su vida monótona. Ni al menos veía a su marido en casa, el mismo se quedaba todo el día dentro de la oficina o en la empresa, y sólo volvía de noche.

- Pareces nerviosa, ¿me quieres decir lo que pasó?- Lucía asintió cuando la doctora tomó sus anteojos, una pluma y un bloc de notas. La castaña suspiró antes de decir:

- Yo... lo que quería era algunos consejos, sabes, conversar contigo... - Daniela frunció el ceño, luego dándose cuenta de las intenciones de Lucía.

- Oh... Claro, una conversación como viejas amigas ¿correcto? - La castaña sonrió, sentándose.

Lucía no sabría que decir cuando exactamente ella y Daniela comenzaron una amistad en la universidad. Dani se había formado en psicología, convirtiéndose en una excelente psicóloga años después, y Lucía algunas veces se refería a ella sobre su relación un poco conturbada con los padres.
Acontece que antes de casarse, su madre se comportaba de una manera desagradable, y siempre intentando influenciar en su vida. Marlene odiaba el hecho de que Lucía no siguiera sus pasos como abogada, odiaba más aún el hecho de que la castaña había elegido convertirse en profesora. Ella tiene hoy 54 años.

Marlene simplemente amaba a Benjamín, para ella aquel hombre era la única opción correcta que Lucía había hecho en la vida. Y la castaña odiaba la forma en que su madre desvalorizaba su trabajo y las cosas que ella misma había conseguido con su sudor. 3 años después de su matrimonio, su padre se enfermó. Lucía lo cuidó en el período de la enfermedad (aproximadamente 2 años) prestando ayuda diaria incansablemente, durmiendo con él en hospitales, UTIs, de día y de noche, cambiando sondas, turnándose con enfermeros en casa. Incluso en esa época, su matrimonio no había tenido tanto problema como ahora. Y ese pensamiento rasgaba a Lucía por dentro.

Ella siempre cuidó a sus padres como su propia vida, y tenía una hermana menor que jamás había hecho algo parecido. La carga física, de trabajo, y emocional, siempre fue despejada sobre ella. Fue ahí donde Lucía necesitó a Daniela. Ella nunca le cobró una consulta. Pero la castaña obviamente no lo aceptaba de ninguna manera. Las consultas eran semanalmente, ya que la castaña apenas tenía tiempo para respirar, su padre sólo empeoraba del cáncer de próstata y ella se quedaba más y más cansada física y emocionalmente. Amaba a su padre, aunque él siempre fuera manipulado por las ideas de Marlene. Su padre no murió, pero luego de la recuperación vino la depresión del hombre. Después de la cirugía para tratar el cáncer, tuvo más problemas de incontinencia y función sexual de lo que esperaba.

- Estoy escuchando. - Daniela dijo, Lucía suspiró profundamente, estaba con mucho miedo de donde esa conversación terminaría.

- Es mi marido... No, nos estamos entendiendo, él está lejos... - Daniela entrelazó los dedos, apoyando las manos en la mesa.

- Ok... Quieres decirme ¿donde todo empezó? - Lucía asintió, respirando
profundamente.

- Bueno, un año y medio atrás decidí que ya era hora de tener un hijo. Sabes cuándo el reloj biológico comienza a pedir? - Daniela asintió rápidamente.- Parecía que todo el mundo a mi alrededor aparecía embarazada, sólo veía a
los bebés por las calles, en fin, recuerdo que en esa época Benjamín hizo un escándalo, dijo que su nuevo cargo no le permitía darse el lujo de tener un hijo. Grito en mi cara que mi trabajo era una basura y que si tuviéramos un hijo iríamos a morir pobres.- La doctora abrió un poco los ojos, Lucía suspiró sintiéndose
completamente avergonzada por su marido.- Nunca fuimos pobres Dani, teníamos una condición normal, hoy vivimos mucho mejor y tenemos algunos lujos más, gracias al empleo de él. Pero yo estaba muy molesta con todo lo que desistió temporalmente de tener un hijo.- Daniela asintió, apoyó el codo en el brazo del sillón y la mano en la barbilla.

MI ALUMNA... MI AMANTE (Luciale) Where stories live. Discover now