Capítulo 4 - Conociéndonos Mejor

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Han pasado tres semanas desde que el entrenamiento militar comenzó. De todos los cadetes que había al comienzo, los únicos que quedamos somos 20. El general Aizawa dijo que nunca tantos alumnos habían soportado su entrenamiento, lo que nos hizo bastante orgullosos de nosotros.

Se podría decir que el día se dividía en dos, entre la ejercitación de la mañana y el entrenamiento de la tarde. En la mañana, el día comenzaba con una devastadora ejercitación física, la cual cada día era más pesada que el anterior. Pero las tardes eran diferentes.

Luego del almuerzo nos dedicábamos de una a dos horas a estudiar. En orden de tener una capacitación completa, la academia U.A nos hacía estudiar desde estrategias de combate y los tipos de arma con sus usos, hasta las zonas geográficas que se encontraban en combate activo incluyendo su clima y naturaleza. Entre otras materias de interés.

Luego del estudio, nos dedicábamos a entrenar en el uso de las armas. Teníamos las clases de tiro, donde había armamento de toda clase y variedad. Desde pistolas y revólveres hasta carabinas pasando por sus municiones y cargadores. Los calibres de las armas de fuego variaban pudiendo ser igual, inferior o superior a 20 mm. Sin mencionar toda la artillería pesada. Las cuales eran mis preferidas de manejar, después de todo a que hombre no le gustan los proyectiles de largo tamaño y fuerza explosiva.

Si el campo de tiro se encontraba ocupado, nos dedicábamos al entrenamiento cuerpo a cuerpo. Aprendiendo técnicas de combate que nos pueden ayudar en momentos de aprietos cuando deseemos inmovilizar o desarmar al oponente. Estas prácticas eran más escasas. Nos enseñaban que es una medida desesperada, que en lo posible y la mejor forma, lógicamente, de enfrentar a alguien con un arma apuntándote es con otra arma.

Pero aun así, había una excitación en este tipo de combate que me emocionaba en cada práctica. No porque me guste hacer daños a mis compañeros, siempre intento no hacerlo, es más. Es algo mucho más instintivo. Y podía ver que no era al único al que le ocurría lo mismo.

Obviamente este tipo de ejercicio no se podía hacer solo. Y podías aprender mucho de tus compañeros con tan solo enfrentarnos por un pequeño periodo de tiempo.

Por ejemplo, cuando me enfrentaba con Kaminari siempre se lanzaba con todo al primer movimiento. Como si solo tuviese una solo gran oportunidad para atraparte. Si podías esquivarlo tenías la batalla garantizada, pero no siempre se podía hacerlo, su ataque era rápido como un rayo y te golpeaba como un choque eléctrico.

Otro ejemplo inesperado era una batalla con el chico Midoriya. Su personalidad tímida y escurridiza parece desaparecer con cada día. Al momento de pelear luce como alguien más, su concentración aumenta y está dispuesto a cruzar el límite que necesite. Sus golpes son tan poderosos que te derribaban de un solo puñetazo, pero son inexpertos. El pobre chico siempre termina en la enfermería.

Me he enfrentado al menos una vez a cada uno de mis compañeros. Ganando algunas veces, perdiendo en otras pero en todas aprendiendo.

Había personas con las que me gusta más enfrentarme que otras. Mina es un claro caso de alguien con quien no me gusta luchar. No hablo porque sea una mujer, sino porque sus golpes arden. Cada ataque que ella se siente como si me derritieran la piel, y esa es una sensación horrible. Prefiero pelear con personas como Hanta y su ingenio, o Todoroki y su abrasador poder, o Jiro y sus golpes a distancia.

Aunque, la verdad, la persona con la que más me gusta luchar es Bakugou.

Desde el primer día en el almuerzo no he vuelto a ver esa suave mirada en Katsuki, pero aun así creo que he aprendido mucho de él.

Luchemos JuntosWhere stories live. Discover now