Diosa

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El fuego no la quemaba; no, ella bailaba con el fuego. Como si se tratase de una kunoichi que regresó a la vida solo para vengarse. Se percibía la rabia en esos ojos verdes como esmeraldas. Encima de la Roca Hokage, Kewa tembló. Pero no por las ansias de enfrentarse a Sakura Haruno, sino por temor a hacerlo.

Por cada paso que ella daba, debajo de sus suelas, la tierra se sacudía y el polvo se alzaba. Como si al mismísimo mundo le costara sostener a Sakura Haruno.

Avanzó dos pasos; descalza, pero aún así dejando huella.

El miedo paralizó a Kewa. No entendía cómo Sakura había logrado salir del genjutsu... Tampoco entendía de dónde sacó esa fuerza, o qué era ese aro luminoso en el pecho desnudo de la kunoichi. Hasta que una ráfaga de recuerdos le invadió la cabeza...

‘Cuando un Haruno pierde a un ser querido, su poder estalla. Y lo único en lo que piensan es en matarte.’

—No... —Kewa sacudió la cabeza, arrepintiéndose de despertar a tal bestia—. No, no, no —Pero ya era demasiado tarde.

En el intervalo de un parpadeo, Sakura Haruno desapareció de la tierra, como una ráfaga de viento. Podía estar en todas partes, y a la vez en ninguno.

Kewa sintió una poder ardiente a su costado, y pudo observar por el rabillo del ojo unos ojos esmeralda.

Cuando soltó su último suspiro, una mano lo tomó por el cuello y lo alzó en el aire. Gorgoteando por la saliva que lo asfixiaba.

Ese pequeño, rosado y débil cuerpo superó en magnitud la fuerza de Kewa. Parecía una niña domando a una bestia. ¿Pero qué era ella ahora mismo? ¿Un ser consumido por el poder? ¿Un cadáver vengativo o la muerte misma?

—Tú —Kewa soltó un grito ahogado por esos dedos que se cerraban en sus tubos respiratorios. Trataba de patearla, pero una vez que ella lo sostuvo, no lo volvería a soltar—. Tú... —El aire le faltaba—. ¿Qué... clase de ser... eres?

—¿Yo? —La voz de la kunoichi salió ronca, demoníaca. Lo miró de cerca, y esos ojos ya no eran de Sakura, sino de Krystina—. Yo soy una diosa.

Y con la fuerza de mil demonios, la diosa golpeó a Kewa contra el suelo. De su boca salió sangre y un jadeo ahogado. Se quedó en el aire por unos segundos, y en ese intervalo Sakura voló al cielo, levantó su pierna y la asestó contra el abdomen de Kewa. Estrellándolo nuevamente contra el suelo.

Los rostros de la Roca Hokage se agrietaron. Los cabellos de Minato se deshicieron como polvo; los ojos de Tsunade se ahuecaron; Tobirama y Hashirama descendieron de tamaño. Otro golpe así, y lo que quedaba de los anteriores Hokages caería al suelo y mataría a los pocos ciudadanos que lograron huir.

Cuando Sakura supo sobre esa posibilidad, procuró volver a asestar a Kewa contra las rocas. Siendo consumida por la bestia de la venganza. Si quedaba algo de persona en ella, estaba muy escondida bajo capas de rabia.

Sakura enterró sus pies descalzos en el polvo, observó a su enemigo y arremetió hacia adelante, como un rayo.

Kewa brincó, esquivando a duras penas el impacto. Pero Sakura se llevó consigo una ráfaga de aire, y Kewa voló por los cielos. Aterrizó de rodillas, débil. A ese apresurado paso, le sería incapaz siquiera invocar a sus cuervos demoniacos para domarlos y volar lejos.

Sakura le pisaba los talones; devorándole la piel.

‘Ryan...’, pensó el nombre en un susurro. Como si Sakura pudiese escucharlo si lo mencionaba más fuerte. ‘Ryan —suplicó, retrocediendo lo más posible—. Ayúdame. ¿Dónde te metiste?’

Pero no era tiempo de pensar en otros si quería salvarse a sí mismo. Ya que Sakura volvió a arremeter hacía el frente, con ese aura peligrosa y desconocida, alzó el puño y lo asestó contra el rostro de Kewa.

Pero en su lugar apareció un tronco.

Kewa desapareció de la vista de Sakura.

La desnuda kunoichi recorrió con pasos ligeros las cabezas de la Roca Hokage. Y en algún lugar de Konoha, se hallaba oculto Kewa conteniendo la respiración.

Sakura... no, Krystina sonrió de oreja a oreja, dejando ver sus colmillos, cuando dentro de una masa de polvo encontró el chakra de Kewa.

Paro antes de que pudiera volver a arremeter y llevarse consigo los rostros de los Hokages, un estallido resonó, y el cielo se llenó de cuervos. Alas negras que traían muerte. Seguidamente se escuchó el roce de hojas; el chapoteo del agua y una risita infantil.

En ese mundo de ninjas solo había una organización con tales personalidades...

Sakura se quedó quieta, admirando de cierta forma a las aves que se alzaban encima suyo. Se llevó la mano a la barbilla, y con una sonrisa floja rió.

—Oh, mis pequeños... —salió la voz de mujer, dulce y maquiavélica. Y tras el aleteo de la bandada de cuervos, los cuatro Akatsuki aparecieron frente a ella—. ¿Vinieron a ayudar a mamá?

—¡¿QUÉ?! —gritó chirriante el tipo de la mascara. Moviendo agitado los brazos. Seguidamente miró al hombre tiburón con gran espada que se encontraba a un lado suyo—. ¿Escuchaste lo que dijo, Kisame? —preguntó, como si ninguno de ellos lo hubiese hecho.

—Cállate, idiota —le espetó el tiburón, moviéndose inquieto—. Estamos aquí para exterminarla, no para hacer preguntas estúpidas.

—Oh, ya veo... —la kunoichi se movió lado a lado, rodeando a los cuatro, con la piel desnuda a flor de piel. Cuando observó lo suficiente, sonrió intimidante.

—¡¿Qué eres?! —alzó la vos Itachi Uchiha, quien movía a los cuervos.

Krystina rió a carcajadas, una combinación entre un chillido y un rugido. El tipo de la máscara se resguardó tras el hombre tiburón, suplicando por abandonar la misión.

—Soy solo una inocente niña... —dijo ella, con la voz de una mujer—. Sakura Haruno. Un placer conocerlos.

Y antes de soltar un suspiro, la diosa se alzó por los cielos y cerró su mano derecha en un puño. La roca crujió, y los rostros de la Roca Hokage se deshicieron. La piedra voló a un costado de la kunoichi, y tras un segundo ya había formado una montaña detrás suyo.

Krystina sonrió.








N.R. — Diosa

Fucking Shannaro.Where stories live. Discover now