El Grito Insonoro

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El Byakugou No In se extendía en tiras negruzcas por todo el cuerpo de Sakura Haruno. Incluso, fue tanto el poder que de su mano derecha, ahí donde los colmillos de aquella bestia le habían perforado la piel, salía un humo espeso que en cuestión de segundos cicatrizó las heridas.

—Dime que puedo llegar a tiempo... —rezó a los antiguos, viejos, olvidados y recordados dioses. A aquellos que la escucharían y también a quienes solo la juzgarían—. Dime que mi familia está bien. Mis compañeros, mis senseis... —Andando de rama en rama, con el viento azotándole el rojizo rostro, no pudo evitar soltar lágrimas—. Dime que Kewa no está en Konoha.

Pero mientras que más se acercaba con el poder de su Byakugou No In, más tempranas le llegaban las noticias; detrás de las grandes murallas que rodeaban a la Aldea del Fuego salían tiras espesas de un humo oscuro. Escuchaba relinchos y gritos, como animales en sufrimiento... como personas ardiendo en llamas.

—No... —negó Sakura con las lágrimas volando fuera de sus mejillas.

Sin darse cuenta, una rama de metros de grosor crujió debajo de sus quemadas suelas. Sakura miró atrás y bastó de un segundo para divisar a lo lejos el pedazo de madera que caía al follaje. Escuchó delante suyo un estruendo, y vio como lo que otrora fueron hileras de humo, ahora eran nubes que cubrían toda Konoha.

Rápida como una sombra y veloz como una serpiente, Sakura bajó de los árboles hasta caminar por el sendero que guiaba la entrada a la Aldea del Fuego. Entonces observó con ojos aterradores el escenario que se desencadenaba enfrente suyo...

Konoha estaba cubierta de fuego. De las casas solo quedaban cenizas... cenizas de cadáveres, de escombros y paja chamuscada. Huesos por doquier, rocas con sangre y los restos de más un millón de habitantes que debieron de abandonar su hogar. Muchos incluso no sobrevivieron en el camino.

Más allá del espeso humo negro que cubría toda el área solo se podían observar sombras danzantes de cuerpos quemados y almas en vela.

Sakura retrocedió aterrorizada. No encontraba la razón para entrar, no quería entrar. Pero ¿dónde estaba su familia? ¿Lograron evacuar antes de que el fuego estallara o están atrapados entre los escombros? Imposible, imposible. Kewa buscaba a su hermano Jeremías, si ambos estuvieran dentro de Konoha, entonces Sakura podría observar desde ahí una masa de poder que se alza entre el humo.

Pero ahí no había más que polvo y escombros.

'¿Dónde están? —pensó, retrocediendo inconscientemente—. '¿Por qué no siento su chakra?'

Y justo en ese instante, una poderosa masa de aire abrió el techo de humo y salió disparada al cielo... Como un tornado de colores glaucos que avisaba a gritos 'Kewa está aquí.'

Entonces Sakura avanzó con pasos inseguros, después trotó y terminó corriendo al fuego que consumía toda Konoha. Sin pensar.

Se abrió paso entre las llamas como pudo. El fuego le quemaba la piel, los ropajes, y sintió como sus pulmones se achicharraban por el humo que entraba a caladas. Pero no podía detenerse, no iba a detenerse. Así que con los ojos llorosos siguió al huracán.

Dobló esquinas chamuscadas, vio a lo lejos cuerpos prendidos en fuego y pisó huesos y escombros. Hasta que finalmente entró al ciclón.

No había nada... No había fuego, ni casas, escombros o tan siquiera un rastro de que alguna vez existió algo ahí. Era únicamente pasto fértil y un sol encima que alegraba a los pequeños insectos que caminaban por las suelas desnudas de Sakura.

Una fresca ventisca refrescó el rojizo rostro de la kunoichi. Estaba en un gran campo, con montañas a la redonda y pájaros que graznaban en el despejado cielo. Por primera vez mucho tiempo, sintió como las cadenas que apresaban a su corazón, se destruían.

En su cuerpo ya no quedaba rastro del fuego que le quemó la piel. En cambio, estaba vestida con fino vestido de tela blanca. Con los cabellos rosados recogidos en una coleta que danzaban junto al aire. Se sentía como en casa...

—¡Hermana! —alguien gritó a sus espaldas. Sakura estuvo a punto de llorar al escuchar aquella voz. Se giró con el corazón en la boca y los vio a los tres... a su madre, su padre y su hermano, siendo felices mientras que corrían a ella.

—¡Jere! —gritó de vuelta. Corrió a ellos y la triste familia se unió en un cálido abrazo—. Yo... pensé que... los había perdido... a los tres. Yo... —Hirvientes lágrimas le rozaron las mejillas.

—Oh, Sakura —Mebuki, su madre, le limpió las lágrimas y seguidamente le depositó un beso en la frente—. Ya no temas, aquí estamos todos. Mira, hija mía —con la mano en su barbilla, Mebuki le alzó la cabeza para que Sakura pudiera observar que se encontraban abrazados en el patio de la casa que alguna vez tuvo—. Estamos en casa. No te preocupes ahora, Sakura. Nadie saldrá de aquí.

—Así es, hermana —Jere la estrechó con más fuerza, como si aquella persona que sabe que nunca regresará diese un último abrazo—. Estamos bien aquí dentro. ¡Seremos felices por siempre, Sakura!

'¿Aquí dentro? ¿Felices?' Sakura observó a su alrededor. En el vasto campo solo existía una casa. Su casa. No había nadie ni nada más. ¿Realmente estaba en su hogar? No... Recordaba que en su hogar habían amigos con quienes jugaba y también la comida caliente antes de ir a la cama. Pero en cambio, ese lugar era gélido.

—Esta no es mi casa —murmuró Sakura, tratando de salir del abrazo que la apresaba—. Ustedes no son reales... No...

—Somos tu familia, Sakura —dijeron los tres al unísono, hundiéndola más en el abrazo. Sakura sentía como se debilitaba, y pudo observar por el rabillo del ojo como una serpiente hecha a base de hilos rojos intensos pasaba por debajo de sus suelas.

'Esto es parte de tu plan, ¿cierto, Kewa?

Pero ya no estaba tan consciente como para responder su pregunta. El humo se impregnaba en sus pulmones, y sus extremidades ya no le respondían por el fuego que la quemaba.

Entonces supo que si nadie la rescataba en ese instante, moriría entre las llamas.




N.R. — Fuking Shannaroo

Fucking Shannaro.Where stories live. Discover now