Pesadillas

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Volkov había vuelto a tierra junto con Greco tras deleitarse con una soledad que le era necesaria para asentar sus ideas. Decir que estaba destrozado era quedarse corto, y eso era algo que su chico sabía. Por ello, Horacio lo estaba esperando en la playa con Gustabo, quien se había asentado sobre una roca por el cansancio. En cuanto el ruso desciende de la lancha y le canaliza con sus ojos parte de lo que está sintiendo en estos instantes, el español se le acerca para intercambiar unas palabras. Al principio, Viktor se había negado a la petición que le había hecho Horacio, más por el malestar que sabría que le causaría a su chico que por auténtico deseo suyo de declinar esa idea, que se le antojaba tan altruista. Pero tras una leve insistencia y su propia vulnerabilidad emocional, Volkov aceptó que esa noche la pasaran juntos en su apartamento.

No le entusiasmaba el hecho de que Horacio conociera una faceta suya de la cual se arrepentía, pero sabía que era algo que en algún momento acabaría pasando, pues era un hábito inherente a él, le gustara o no. Sólo Conway se hacía una idea de ello, pero desconocía hasta qué punto lo llevaba a cabo. Pero que su jefe lo imaginara no fue impedimento para que Viktor hubiera asentado una especie de ritual cada vez que uno de sus allegados fallecía. Uno muy poco recomendable para su bienestar físico, pero muy gratificante para su salud mental, al menos para sobrellevar la primera noche. A la larga era, desde luego, un flaco favor, pero si no lo realizaba estaba seguro que su único hilo de cordura se le iba a cortar de raíz. Porque, por circunstancias de su vida, Volkov había desarrollado pensamientos suicidas. Los había abandonado hace mucho, porque prefirió trabajar de la parte de la ley en vez de sucumbir a la depresión; pero era inevitable que, cada vez que un compañero fallecía, le volvieran con una insistencia arrasadora.

Es adulto, pero eso no lo salva de pecar de uno de los errores más comunes de todo ser humano sobre la faz de la Tierra: rehusar ayuda psicológica. Quizá por incomprensión, quizá por desconocimiento, quizá por vergüenza, quizá por orgullo, pero la rehusaba. Y trataba de suplir la terapia con sus propios medios, insuficientes y deficientes. Pero así era él, y no se juzgaba. Bueno, más bien lo hacía demasiado, pero erraba igualmente. Así que, nada más entrar por la puerta de su casa con Horacio como su sombra, se encamina directamente a la alacena y extrae una botella de vodka. No se molesta siquiera en aparentar cuando deshace el primero de los botones de su camisa y bebe a morro, familiarizándose rápidamente con la sensación abrasadora que hierve su paladar y se abre paso por su esófago hasta rebosar su sangre. El pelirrojo observa su quehacer con una mueca.

Va a ser una noche muy larga.

—Viktor...— comenzó el español, acortando unos centímetros. Volkov no frena, así que teme por un momento que sea capaz de terminarse media botella de un trago.— Viktor...— repitió más alto, pero más suave. El ruso se detiene, bajando la botella y, acto seguido, enfocando a Horacio.— Cariño, para... por favor.— casi suplicó, frunciendo el ceño con pesar.

El ruso enfrenta el suelo al ver la expresión abatida de su chico. Detesta que lo mire así, tan preocupado, incrédulo, angustiado, acongojado; porque es exactamente como él observaba de niño a su padre. Su propia imagen personal no es la de un adicto intratable, aunque sea fan acérrimo de la bebida, sino que se aferra al alcohol para aislarse de lo negativo a su alrededor y todo el auto-castigo que bulle dentro de sí mismo. Porque es, ciertamente, peor verdugo consigo que penitente por el juicio de otros sobre sus decisiones y rendimiento como comisario. Pero no puede hacer nada para remediarlo o, más bien, no cree que pueda hacer nada para remediarlo.

—Siento que tengas que ver esto.— susurró. El destello en sus ojos se apaga vertiginosamente, pero eso es algo que Horacio puede apreciar a duras penas, porque el ruso no se ha molestado ni en encender las luces.— Cada sujeto lidia con los problemas como le es posible, y esta es mi forma. Ciertamente es mejor la tuya, la verdad. Comerse los problemas...— sinceró, entonando una sonrisa amarga.

Intimacy - [Volkacio]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin