Armarse y destrozarse

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Greco cierra la puerta de su dormitorio cuando Volkov entra tras él. El ruso frota las manos contra sus vaqueros, nervioso, y rehúye acomodarse. La situación no está para hacerse el tranquilo. El castaño se cruza de brazos, apreciando cómo su compañero observa los diferentes posters que se exponen en sus paredes.

—Oiga, ¿qué le pasa, tío? Ha venido sin camisa y en vaqueros. Me cago en Dios, me estoy asustando de verdad.— evidentemente, el conjunto no había pasado desapercibido para Greco. Y no era porque fuera raro verlo tan casual, que también, sino que se sumaba al hecho de que estaba sin peinar, sudado y con un aspecto casi fantasmagórico. Volkov le devuelve la mirada.

—Ya le dije que... necesito que se quede con mis llaves. Aunque... puedo pedírselo a Conway, si lo prefiere. Tampoco quiero que se sienta presionado si no le viene bien.— conduce sus manos al bolsillo frontal de la sudadera. Dentro de él juguetea con las llaves entre sus dedos, nervioso.

—¿Cómo me va a venir mal guardarme unas llaves, macho? Si fuera un Diplodocus pues todavía... ¿pero unas llaves?— enmarca una sonrisa en su cara, pero su amigo todavía luce drenado. Francamente mal.— Ahora en serio, ¿puedo preguntar por qué? Porque no le he visto tan jodido nunca, Volkov.

—Siéndole sincero he de confesar que... es una historia complicada y larga. Si yo fuera usted no me tomaría la molestia de pedirla.— expresó Volkov, tomándose la libertad de sentarse tímidamente sobre el colchón. Le duelen las piernas una auténtica barbaridad, no sabe si de puro cansancio psicólogo o también porque el abatimiento mental se le ha trasladado a calambres físicos.

—Bueno, pero gracias a Dios usted no es yo.— consigue que Volkov lo mire como si la broma hubiera rozado un ataque personal.— Inténtelo, hombre. Yo sé que le cuesta, no se lo tengo en cuenta si no le sale, pero es que si le dejo irse así no voy a pegar ojo en toda la noche. Me tiene preocupado, eh...

Volkov resopla, bajando la vista a la colcha oscura de la cama de Greco. Ni siquiera es capaz de pensar en un inicio. Le cuesta a horrores expresarse cuando se trata de sentimientos, y más si son los referentes a lo que casi ocurre media hora atrás.

¿Cómo le dices a un amigo tuyo que has pensando en suicidarte y que, además, casi lo haces?

—A ver, Greco, no sé ni qué-... Es... complicado. Sinceramente... desconozco qué es lo correcto en estos instantes. No sé si he actuado como debía o si, por el contrario, yo-...— se frena, apretando los labios y frunciendo el ceño. Greco anda y se sienta a su lado, apretándole el hombro como método de apoyo moral.

—Poco a poco, inspire y espire. No hay prisa. Está en mi casa, así que no me voy a ir a ningún lado...— le sonríe, y nota bajo su mano cómo el hombro de Volkov parece destensarse levemente.

—De acuerdo... Es sólo que esto es... muy difícil de explicar. Me gustaría hacérselo ver sin necesidad de palabras, pero es... imposible.— susurró, con la vista fija en una alfombra dispuesta justo bajo sus pies. Tiene una calavera blanca, y se asemeja a una especie de logo de un DJ.

—¿Quiere un vodka? De calidad y fresquito. Ya verá que con eso le sale todo, que cuando se pasa bebiendo se vuelve un pesado de cojones...— Volkov le mete un codazo amistoso en el costado, haciendo reír a Greco, quien se lleva la mano a la zona afectada. El ruso asciende sus comisuras cuando el castaño vuelve a medio abrazarlo.— Perdóooon, me he pasado, pero... ¡anímese, hombre! ¿Quiere un abracito de macho a macho?

—Me conformo con el vodka, la verdad.— Greco se hace el ofendido, llevándose una mano al pecho de una forma teatral.

—Vaya raspa está hecho... Se ha traído el frío de Rusia, porque hostia puta cómo descienden las temperaturas cuando está usted presente.— se ríe antes de incorporarse. Volkov sigue su movimiento con la mirada, pero despega los ojos del gesto para fundirlos con los marrones de su amigo.— Espérese aquí, que le traigo el vodka...— hace el amago de irse, pero justo se voltea de nuevo.— ¿Le importa que Cris se tome una copa con nosotros? Porque veo que le está acostando arrancar... Si lo prefiere relájese un rato y cuando nos quedemos a solas me lo cuenta, ¿qué le parece?— el otro comisario asiente.

Intimacy - [Volkacio]Where stories live. Discover now