Recuerdos

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Inmediatamente salió escopetado de la casa del ruso para atender a su receloso hermano. Viktor accedió a acercarlo aun sin detalles sobre la llamada, pero le avisó de que fuera cuidadoso y que no pusiera su integridad en peligro. Horacio se despidió de su amante y picó con sus nudillos la puerta de su compañero de infancia, quien lo atendió segundos más tarde.

—Contento me tienes.— ironizó como saludo hacia el menor, apartándose levemente para que su hermano se introdujera sin problemática alguna.

—Te puedo explicar todo, tío, de verdad.— aseguró cohibido, asentándose en una silla dispuesta sobre el suelo del comedor.

—Dispara. Soy todo oídos.— exteriorizó imitando la acción del pelirrojo de acomodarse para recibir mejor la incipiente información.

—Pues que... prefería que habláramos lo menos posible del tema, Gustabo. No quiero que Volkov sepa que lo sabes, tío.— sinceró frotando sus palmas contra su indumentaria para tratar de apaciguar su nerviosismo.

—Pero si estábamos solos, cabronazo. ¿Cómo coño se iba a enterar el otaku?— evidenció con confusión. El momento crítico se cernía sobre el de cresta catastróficamente, pues debía batallar sobre si contarle lo ocurrido o excusarse con una vil mentira.

—Em...— titubeó indeciso. Gustabo lo observaba con una ceja enarcada.— A-agh...— balbuceó enfrentando la tarima de la vivienda.

—A, e, i, o, u. Esas son las vocales, ahora deja de hablar como un retrasado y canta todo.— apresuró chasqueando sus dedos frente a la vista del chico. Al ver que no reaccionaba sopló notablemente.— ¡Venga hombre, que pareces anormal!— palmeó sus manos estridentemente, irritando al menor.

—¡Joder, Gustabo! ¡Que Volkov estaba escondido debajo de la mesa el día que viniste!— chilló. Ambos se quedaron en silencio, sopesando sus opciones tras las palabras que acaba de soltar el menor. El rubio no pudo evitar reírse.

—No me jodas que estaba el cabeza almendra debajo de la mesa.— soltó deshaciéndose entre risotadas.— Y yo como un 'joputa insultándolo, ¡qué bueno!— casi lagrimeó de la intensidad de sus carcajadas, por lo que Horacio no pudo reprimir una risilla traviesa que se deslizó fuera de su boca contagiada por la jocosidad del momento. Las risas se amortiguaron paulatinamente.— Joder, me has hecho el día. Pero habérmelo dicho antes puerco, así podría haberlo pateado "sin querer".

—No te pases, anda.— pidió el pelirrojo aún algo risueño por la escena.

—Va, va... ay, joder, qué bueno coño... Na', venga, ahora en serio, ¿por qué no me avisaste, tío?— recuperó el ojiazul, que aún apreciaba el recelo escarbar en su corazón.

—Porque sé que eres un perraco y le ibas a decir a Volkov que sabías que estaba ahí.— explicó el teñido.— Y si Volkov se entera de que lo sabes probablemente me mate...— añadió lógico. El rubio fue a protestar y a despotricar por la falta de confianza hacia su persona, pero realmente montaría un teatrillo innecesario.

—Pa' que te voy a decir que no si en verdad sí lo haría.— reconoció sin más.— Pero como me vuelvas a mentir te agarro de los huevos y te arrastro, eh.— advirtió señalando al hombre. Horacio se desternilló.

—Pa' huevos los que voy a agarrar yo, bebé.— bromeó generando un ataque de risa en ambos por la soez burla.

—Joder, Horacio, ya sé que el tema de comer pingas lo llevas al día; pero un poquito de por favor, coño... ¿En serio ya te vas cepillar al ruso, tío?— cuestionó con profundo interés. Le era indiferente repudiar al extranjero, era un cotilla empedernido.

—Ojalá, antes casi lo consigo.— admitió.— Empezamos con el tema pero luego siempre para. Le tengo unas ganas que lo flipas.— reconoció sin pudor. Ya estaba acostumbrado a ser mucho más explícito cuando conversaba con el mayor sobre sus amoríos y relaciones sexuales.

Intimacy - [Volkacio]Where stories live. Discover now