Intimacy - [Volkacio]

Solo, de nuevo

La vuelta a comisaría fue más anárquica de lo que pudo llegar a haber imaginado, sobre todo cuando el día anterior fue de puro desenfreno y fiesta indefinida. Al final, Gustabo se recuperó adecuadamente con un día de reposo, que ciertamente era más panacea que cualquier medicamento existente. A la vista del buen estado del mayor debieron ir a comisaría, pero cuando entraron de servicio se limitaron a acatar las órdenes de sus superiores, quienes los guiaron a una serie de atracos e intercepción de vehículos robados. Últimamente los ciudadanos se dedicaban en casi su totalidad a delinquir, lo que dificultaba enormemente la tarea de la policía para organizar una redada a los integrantes de la mafia. También se sumaba que era el cumplimiento del primer mes desde el fallecimiento de Ivanov y Gonetti, por lo que un ambiente mucho más lúgubre y aciago se palpaba entre la malla policial, lo que eliminó incluso las salidas que solían efectuar para conmemorar los éxitos de tanto alumnos como superiores. Así sería a partir de ahora, cuando el calendario marcara el día fatídico y éste se fuera aproximando todo se tornaría incoloro y pútrido.

Horacio observaba cómo todos sus compañeros se entorpecían unos a otros, frenando el ritmo que se supone que debería tener un cauce cotidiano en la base del CNP. Casi parecían disfuncionales, pero un recuerdo tan fúnebre no era algo fácil de disipar, ni mucho menos algo a lo que acostumbrarse como pan de cada día. Conway estaba más arisco e irascible de lo que era común, reprendiendo a cada menor en rango como si hubiera cometido una desfachatez de alta traición hacia el cuerpo. Volkov estaba malhumorado a la par que glacial, e igualmente sermoneaba con nulos escrúpulos. Greco se comportaba con mesura, sin apenas sonreír ni causar un alboroto. Torrente y Leónidas no se mofaban el uno del otro tanto como habituaban, y Moussa tampoco tarareaba con jolgorio como solía acostumbrar. Toda la malla estaba de luto, aunque los nuevos alumnos no fueran conocedores de ello.

En el momento que arribaron al sitio que les señaló Jack, el de cresta oteó el panorama distraído, prácticamente yendo a la deriva de las circunstancias. Estaba postrado dando la espalda a una pared, mientras su compañero de la infancia estaba asentado sobre un semimuro adyacente a la licorería. Gustabo mordisqueó el emparedado que portó en su bolsillo, ofreciendo una porción a su hermano. Éste lo rechazó con educación, por lo que el rubio se encogió de hombros y devoró el trozo del pelirrojo, no sin antes desgranar algunos bordes secos del bocadillo. Al mismo tiempo que un mutismo los rodeaba, Torrente se aproximó a la zona.

—La madre que me parió, hasta vosotros estáis callados hoy.— evidenció, colocándose en el lado libre contiguo a Horacio.— Vaya puta mierda de día.— El pelirrojo cabeceó afirmativo, pero su hermano no emitió sonido ni gesto.— Vamos a darle por culo a la mafia hasta que les guste.— clarificó con decisión. Actualmente José Luis era uno de los más rencorosos hacia la organización, porque decía que sus acciones habían sido amorales al atentar contra la vida de dos inocentes, además no relacionados con los objetivos que la mafia alegaba perseguir.

—¿Usted piensa que esto terminará pronto?— cuestionó el menor de los hermanos. Un silencio envolvió a los tres hombres, pues era una pregunta enrevesada, con muchos matices que abordar para responderla correctamente.

—10-5, pero os vamos a proteger con nuestra vida en caso de peligro, no os preocupéis.— simplemente contestó, recargando su mano sobre el hombro del de cresta para ofrecer un apretón reconfortante.

—¿Me copian?— Leónidas hizo acto de presencia en la radio. Los jóvenes decidieron no contestar al ver cómo el mayor vocalizaba.

—Adelante.— incitó Torrente, llevando ahora su mano al aparato posicionado en su hombro.

—Detrás de la licorería no hay nadie, ¿hay alguien en aquel lado?

—Sí, el que tengo aquí colgado.— bromeó el castaño, tratando de rebanar la sombría aura que emanaba de los policías. Lo consiguió, pues provocó las risas de sus menores en rango.