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Su no tan reciente diario estaba plagado de palabras que poco explicaban sus síntomas donde sus sentidos se veían afectados y la repentina sinestesia que siempre había deseado para poder escribir mejor. Releyó las hojas e intento encontrar una explicación lógica además del hecho de que se estaba volviendo loco, que en su condición ya se estaba tardando. Con esfuerzo, apoyo sus manos sobre las ruedas y se impulsó de manera que se separo del escritorio de madera. Justo después de esta acción, la puerta blanca se abrió dejando al descubierto a una joven mujer de cabello castaño muy claro que sonreía de manera radiante. Eso de inmediato lo puso de buen humor.
—Buenos días, Edgar.—Podría jurar que no se percato de cuan brillante era la habitación hasta que ella entro, quería levantarse y abrazarla, pero le era imposible y solo se dedicaba a esperar que se le acercase y lo hiciera ella, al principio era doloroso estar con la duda atada a sus pensamientos de si podía sentirla un más cerca y ahora no se imaginaba regresar a ese pasado donde no pudiera apreciar su calidez. El día continuo su rumbo como los anteriores, Alcott le ayudaba en lo que podía y lo paseaba por los grandes jardines de la residencia.
Cuando la tarde llegó, su mente volvió a caer en esa laguna inmensa de pensamientos ajenos, lo que veía esta vez era una larga calle que no reconocía, en esta parecía que el caminaba (o alguien más lo hacía), también sentía una serie de golpecitos en su pecho, por inercia se llevo la mano a esa zona, sonde se encontró con un collar en forma ovalada con una esmeralda en medio, Alcott se la había regalado varios meses atrás por su cumpleaños. "combina con tus ojos" fue lo que dijo cuando se lo entrego. Su ensoñación acabo en cuanto toco el collar con sus dedos, suspiro cansado y se estiro para poder alcanzar su diario junto a una pluma para escribir, anotó todo con lujo de detalle.
—¡Maldita sea! —Una voz ajena a su idioma y su entorno se coló en su conciencia haciéndolo perder la concentración y sobresaltándolo, haciendo que su lápiz quedara en el piso.
—¿Quién dijo eso? —Pregunto analizando su habitación como si esperara que hubiera alguien mas en esta, eso le daría menos miedo.
—¿Qué car-? —La voz de su cabeza repentinamente guardo silencio, por su parte él también lo hizo. No paso mucho tiempo para que la voz volviera a aparecer soltando maldiciones en el idioma extraño y debes en cuando en un inglés decente.
—¿Quién eres?—Cuestiono en su idioma natal, la respuesta que recibió fue otro grito que interpreto como de susto.
— ¿Quién eres y que haces en mi mente? —Preguntó rápidamente con ese acento descuidado que extrañamente no molesto a Allan, sin embargo no respondió.
