Capítulo 4 Narcissa Malfoy

932 125 14
                                    

Su vida eran su hijo. Eso era lo único en lo que estaba de acuerdo con su esposo.

   Al principio agradeció que Draco estuviera en Hogwarts, ya que la bestia siempre estaba en la mansión. ¿Pero ahora?  A cada paso, poco a poco, fueron tomando el colegio. Metiendo más y más mortífagos dentro, sin que el Ministro no sospechara nada. Y estaban a un día de tomarlo al completo. Cuando nadie se lo esperara. Doscientos cincuenta mortífagos entrarían para el amanecer.

   Pensó que si tal vez Lucius fuera encargado al colegio, podría poner a salvo a los niños. Pero no. La serpiente debía enviarlo a esa misión suicida para robar la profecía.

   A si mismo, estaba contenta de que su hermana, Bellatrix, no estuviera donde cientos de niños indefensos. Habría causado más sufrimiento del necesario.

   Sin embargo, no soportaba la idea de que su familia siguiera cayendo tan bajo. Hace años, cuando el Lord oscuro desapareció de la faz de la tierra, ella y Lucius estaban esperanzados. Creyeron que podrían cuidar de Draquito sin peligros. Porque, cuando su marido se había convertido en mortífago, era muy joven, y ella no lo sabía. Lo apoyó lo más que pudo, y trajo a un hijo al mundo. Un mundo que se estaba yendo a la mierda. Pero cuando Voldemort pareció muerto, fue más feliz que nunca.

   Lo criaron con prejuicios, sí. Lo criaron para ser el mejor, sí. Pero ante todo, lo criaron para ser fuerte y valiente, porque siempre temieron que ÉL volviera. Y así fue.

   Lord Voldemort había vuelto. Se había acentuado en su casa, como un maldito okupa. Hacían las reuniones en su comedor, y tenían que soportar que gentuza merodeara en su hogar. Soportaron que Voldemort intimidara a Draco, y que el resto de los mortífagos hicieran esa morbosas y perversas insinuacione hacia su bellísimo cuerpo.

   Por suerte, siempre contaron con el apoyo de Severus y de Marius. Entre ellos cuatro, cuidaban y protegían a los hermosos niños. Pero ahora, se sentía traicionada. Con la moral sumamente herida. Se sentía idiota.

- Primera regla Narcissa - le sumaban las palabras de su madre en la cabeza - nunca bajes la guardia con nadie, siempre estarán dispuestos a pasearte en el piso y humillarte.

- Lo sé, madre - le había contestado ella en su momento.

- No importa a quiénes consideres tus amigos o aliados. Fácilmente te pondrán contra la pared - le dijo -. Y ese esposo tuyo, Malfoy, ni aunque lo ames puedes fiarte de él.

   Estando en su habitación, solo pensaba en la razón que había tenido su madre. Snape los había traicionado, el dirigiría el ataque. Y había dejado en claro, que no podría proteger a nadie más que a él.

- Rata - siseó Narcissa, mientras se veía al espejo.

   Llevaba el pelo atado con una lazo de seda y diamantes (obviamente los reales) y caía sobre su hombro izquierdo, llegando hasta la cintura. El maquillaje no era para impresionar. Ella, de por sí, parecería una reina estando sin una pisca de nada en la cara, pero, si iba a luchar, y le iban a salir moretones, mejor proveerlos poniendo maquillaje para que luego no se noten tanto.

   Se puso unas perlas, que su madre le había regalado en su boda.

- Si tienes miedo - le habia dicho, cuando habían podido estar a solas - pontelas.

   Narcissa nunca supo si estaban encantadas o no, pero se las puso esperando que sí.
Agregó al conjunto unso anillos que si contaban  con sortilegios protectores.

   Y por último, un vestido celeste pastel. Tenia un lindo escote que dejaba poco a la imaginación. Las mangas eran de gasas, y dejaban ver sus pálidos brazos. Ninguna marca tenebrosa, se dijo. Eso es lo que podía festejar. Que no había sido marcada como cerdo.

Sobreviviendo a Hogwarts 2 - Blairon (EN PAUSA)Where stories live. Discover now