Capítulo 6 Theo

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   Sentía un ardor indescriptible. Cada vez que el cuero del látigo azotaba contra su espalda. Una, dos, veinte y treinta veces.

   Al principio eran perlas de sudor. Luego eran cataratas.  Sus extremidades, sus dientes. Todo en el temblaba.

   Aún así apretaba la mandíbula con furia. No soltó nunca un gemido de dolor. Ni un grito, ni un chillido.

   Miraba fijamente hacia un lugar. Hacia la subdirectora, McGonagall. Como si mirándola con toda la fuerza de voluntad, podría deshacer sus ataduras, para que corriera a defenderlo.
Incluso intento hacer magia sin varita, en lo que era precisamente bueno. Pero no funcionó.

   También, como si el dolor no bastara, escuchaba, como un zumbido, las palabras de Umbridge. Las rizas de los mortífagos. Lo único que se tomó la molestia de escuchar fue el comentario de Dolohov:

- Me encantaría traer a Marius, atado hasta aquí y que vea como jodemos a su mierdecita.

   ¿TENÍAN ATADO A  PAPI?, pensó lleno de furia. Giró la cabeza sobre sus hombros, dejando de ver a la profesora, que le veía con lástima, y decidió intentar hacer lo que mejor se le daba.

    A sus costados, habían algunos mortífagos, y el los iba a destruir desde adentro.

- Ahora que lo pienso, Dolohov - empezó a decir Umbridge - traigan a Nott - ordenó.

    A Theo poco le importó en el momento. Tenia los ojos azules profundos clavados en los de uno de los mortífagos. Puso todo su odio e ira en la mirada, y poco faltó para que el hombre empezara a gritar.

   Satisfecho consigo mismo, dirigió su vista a otro y luego a otro más.

   Aún solo habiendo quebrado la mente de tres hombres. Aún recibiendo azotes más fuertes. Se río con cólera, porque sabía que a esos tres ningún tratamiento de San Mungo (si es que los recibían), les ayudaría a volver sobre si mismos. Pasarían el resto de su vida, viviendo el dolor en carne propia, como si no fuese solo una ilusión provocada por la oclumancia.

- ¿Qué les hiciste? - chillaba con voz aguda la mujer de rosa.

- Mírame y te digo, perra - le gritó sonriendo.

   Volvió su mirada hacia su otro costado, un mortífago había cometido el error de posicionarse donde no debía. Pobrecito, se divirtió pensando.

   Lo miró. Y lo obligó a mirarlo. Lo obligó a no desprenderse de su mirada. Hecho eso, se metió en su cabeza. Todos los recuerdos. Todos. Los oprimió. Los golpeó. Los sacudió. Los soltó y empezó de nuevo. Una y otra vez.

   Los gritos eran como una canción. Si otra persona intentaba quitarlo de su vista, Theo utilizaría la oclumancia en el.

    Estuvo unos minutos de esa forma, hasta que alguien se dignó a sacarlo de ahí, mediante magia.

    ¿Cuántos azotes iban ya? Se preguntaba, sintiendo chorros y chorros de líquido, obviamente sangre, corriendo por su espalda.

- Para Filch - escuchó la voz de Umbridge, y el látigo dejó de impactar contra su espalda - que Marius vea la obra de arte.

   ¿Estaba ahí papi? ¿Cómo no lo había escuchado?

    Se detuvo a escuchar, escuchó ruidos indescifrables. Como si alguien quisiera hablar, y algo interrumpiera que las palabras salieran. Tenían a papi amordazado. También sintió un forcejeo. ¿Lo tenían amarrado también?

    Intentó mirar hacia atrás, pero no podía. El no era un puto búho.

- Que tierno, el bebé quiere ver a su padre - dijo una voz riendo - dale otro azote Filch.

Sobreviviendo a Hogwarts 2 - Blairon (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora