16. Los restos

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"Incapaz de comprender
No había nada que dudar
Fuimos piedras de un camino
Imposible de evitar

No te puedo reclamar
Lo que no te supe dar
Y aunque hoy me duela soñar
Necesito preguntar"

—Los restos - Bruno Alves y Manel Navarro

🎼🎼🎼

Ha llegado el día. Sin haberlo notado debido a la intensidad de los últimos meses, el tiempo se les ha echado encima y, cuando se quiere dar cuenta, Raoul se encuentra en los camerinos del teatro en el que va a bailar junto a sus compañeros y compañeras en apenas una hora. Divertido, observa las manías y rituales de todos los presentes. Mimi abrochando y desabrochando de forma compulsiva sus tacones; Aitana retocándose el flequillo con los dedos hasta que quede perfectamente recto; Samuel dando vueltas por la sala para templar los nervios; Júlia, Ana y Rafa repasando la coreografía una y otra vez para consolidar los pasos que siempre se olvidan; y Ricky... Ricky de normal estaría haciendo sus estiramientos de última hora, pero parece estar demasiado ocupado saqueando la boca de Kibo. Los dos chicos no han confirmado nada respecto a su relación pero desde hace varios días empezaron a besarse delante del resto, así que Raoul supone que todo va viento en popa. Al menos desde fuera se les ve contentos.

Él, por su parte, pese a que hace bastante que no siente un gran dolor, decide vendarse con fuerza el tobillo para tenerlo sujeto. No quiere jugársela. En esas se encuentra cuando unas deportivas y un olor demasiado conocido para él se le plantan en frente.

—¿Cómo vas, chiquito? —Pregunta poniendo media sonrisa el canario—. ¿Estás nervioso?

—Un poco, pero son nervios buenos, de esos que te hacen sacar todo el carácter sobre el escenario —explica el rubio imitando el gesto del contrario—. ¿Tú qué tal con lo tuyo?

—Bien, hablé con Ricky, Júlia y Mimi porque les oí decir que necesitaban un compañero de piso para repartirse mejor el alquiler y me dijeron que les parecía bien que fuera yo. Como ya me conocen se evitan meterse a un extraño en casa —informa el canario agachándose para quedar a la altura del chico y ayudándole a atarse los zapatos mientras sigue poniéndose la venda—. Así cuando deje a Lucas no voy a quedarme en la calle ni tampoco apalancarme en tu casa, que ya abusé demasiado de la confianza.

—Ya sabes que para Lydia y para mí eso no es un problema, puedes quedarte el tiempo que necesites.

—No se preocupen, está todo hablado con ellos tres y seguramente me quede ahí de forma definitiva —lo tranquiliza Agoney.

—Guay... —suelta el catalán antes de verbalizar lo que realmente le preocupa—. Y ahora falta el gran paso... ¿Cómo lo ves eso?

—Es muy duro, Raoul, me quise preparar bien mentalmente para no echarme atrás en el último momento —se defiende el isleño con una mueca apenada, pues no quiere ni imaginar lo dura que debe ser también la situación para el bailarín.

—¿Quisiste? ¿En pasado?

—Anoche estuve escribiéndome con él —confiesa en un suspiro el mayor—. Me dijo que quería hablar conmigo. Como tiene la entrada pagada, quedamos en que va a venir a vernos y al salir lo haré.

—Dios, Ago, no quería presionarte —traga saliva algo nervioso el rubio—. Si no estás preparado o...

—Eh, eh, eh, frena —pide el contrario posando sus manos sobre los hombros contrarios—. ¿No escuchaste? Lo tengo pensado desde anoche y llevaba barajando la idea desde el mediodía, no es nada precipitado.

FALLING (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora