25. La Revolución Sexual

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TW: sexo un pelín explícito.

"Déjalo ya, no pretendas despistar, ahora
Déjalo ya, ¿a quién quieres engañar?, porque
Va a suceder, el verano del amor, sé que
Va a suceder, la revolución sexual

Y hace días que sabes que no
Que a veces no hay que tener el control

Well, are you ready to go?"

—La revolución sexual - La casa azul

🎼🎼🎼

Las risas se cuelan entre los besos a la par que ellos andan prácticamente a ciegas hasta la habitación de Raoul. Después de que el rubio se haya lanzado en el coche de Agoney, ninguno de los dos chicos ha podido contener las ganas y, tras un largo y desesperante viaje, sus cuerpos se han vuelto a unir en el ascensor del piso del catalán.

Ahora, una vez han abierto la puerta con bastante dificultad, ambos cruzan el umbral de la puerta del dormitorio de Raoul con sus extremidades entrelazadas. Agoney sujeta las caderas del menor mientras acaricia con su lengua la contraria. Raoul rodea el cuello del mayor con sus brazos, posando la mano en la cabeza del coreógrafo para guiarlo en caso de que sea necesario.

Tanto uno como el otro se maldicen a sí mismos por haber tardado tanto en llegar hasta el punto en el que se encuentran. Inmediatamente después se arrepienten, pues son conscientes de que esa espera ha sido necesaria para que ahora se estén sintiendo tan cómodos juntos.

Es el rubio el primero en deshacerse de sus zapatillas y su camiseta para después tumbarse en la cama y llamar con gestos al moreno para que se ponga encima de él. Agoney lo imita antes de obedecer. En cuanto tiene a Raoul debajo, el canario no duda ni un segundo en abalanzarse sobre su cuello y marcar con los dientes la piel blanquecina del contrario. Y es que llevan demasiado tiempo conteniéndose.

—Bendito chándal —gruñe el menor al fijarse en lo poco que disimula la erección de su amigo la única prenda que lleva puesta.

—¡Raoul! —Ríe el tinerfeño antes de volver a besarle los labios, porque sí, porque puede.

—¿Qué? —Se carcajea el menor antes de delinear con los labios las clavículas del canario.

—Que me da vergüenza... —Se muerde el carrillo con nerviosismo el moreno.

—¿Qué te da vergüenza? —Alza las cejas el rubio para después dejar un mordisco juguetón en el lóbulo de la oreja de Agoney, tirando un poco del aro que lo adorna.

—Pues... —gime tímido el moreno—. Me da vergüenza que comentes la jugada en plena faena.

—¿Y cómo quieres que follemos? ¿En silencio? —Frunce el ceño Raoul—. Necesito ir preguntando para saber qué te gusta y qué no. Al igual que tengo que ir dándote pistas de lo que me gusta a mí. Cositas de la primera vez juntos, guapo.

—Lucas y yo nunca hablábamos... Decía que le cortaba el rollo, simplemente nos dejábamos llevar y que fuera lo que Dios quiera —Comenta Agoney antes de querer abofetearse a sí mismo—. Joder, perdón. Nosotros a punto de... y yo hablándote del otro, soy gilipollas.

—Tranquilo, está bien —lo intenta calmar el catalán dejándole un beso tierno en la mejilla, que poco tiene que ver con el contacto anterior—. Además, no tengo nada de lo que acomplejarme porque los polvos con Voldemort se reducirán a nada cuando te enseñe la magia de hablar durante el sexo.

FALLING (Ragoney)Where stories live. Discover now