20. Aprender a Quererte

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"Cuando te vi, tuve un buen presentimiento
De esos que llegan una vez en la vida
Quiero tenerte aunque sea solo un momento
Y si me dejas, tal vez todos los días

No sé nada de tu historia
Ni de tu filosofía
Hoy te escribo sin pensar
Y sin ortografía"

—Aprender a quererte - Morat

🎼🎼🎼

Le pesan los pulmones en el pecho. Lleva riendo, corriendo y gritando desde que ha salido de casa de Lucas. Hacía tiempo que no se sentía tan ligero, tan grande, tan libre. Su mente no sabe a dónde va con tanta prisa, su cuerpo sí. Así que Agoney simplemente se limita a seguir su instinto y dejarse llevar por sus piernas a su destino.

Le vibra el móvil en el bolsillo. Deduce que serán sus amigas queriendo saber qué ha ocurrido con su ex. Ex. Vuelve a sonreír, le encanta como suena esa palabra. Las deja en espera, quiere que otro alguien se entere primero de que ha roto con Lucas.

Para su suerte, cuando llega al edificio, se encuentra con una mujer mayor peleándose con las llaves para meterlas en la cerradura. 

—Hola, ¿necesita ayuda? —Pregunta amablemente el canario señalando la puerta con la cabeza.

—Muchas gracias, bonito, me tiembla tanto el cuerpo y estoy tan cegata que ya no atino a abrir la puerta —ríe la anciana tendiéndole las llaves—. Cosas de la edad.

—No diga bobadas, si está usted estupenda —le resta importancia el moreno abriéndole la puerta y devolviéndole las llaves ya en el ascensor—. ¿A qué piso va? 

—El segundo, cariño.

—¡Hala, yo también! —Agudiza la voz haciendo reír a la mujer.

—Uy, ¿el chico que vivía ahí no era rubio? —Entrecierra los ojos ella intentando recurrir a su memoria castigada por el paso del tiempo.

—Sí, sí, Raoul —aclara Agoney esbozando una tímida sonrisa al ver asentir a la anciana—. Si yo no vivo aquí, vengo a verle.

—Anda, de eso me sonaba tu cara, ya has venido antes, ¿no? 

—Me quedé alguna vez a dormir, sí —confiesa sonrojado.

—Ay pues tienes mucha suerte, chico, Raoul es un niño buenísimo. Siempre que me ve con la compra me ayuda a subirla y guardarla, es un solecito —explica encantada la mujer, contagiando su alegría al isleño—. Aunque bueno, su noviete no se queda atrás por lo que veo.

Su corazón ha dado un salto de euforia en el pecho, parece que no le ha disgustado nada la confusión de la vecina del catalán. Agoney está a punto de corregir a la anciana cuando la puerta del ascensor se abre. La mujer sale al rellano y avanza hasta su piso. Bueno, parece que ella ya ha zanjado la conversación, así que el tinerfeño no piensa retenerla más.

No es que le cause ningún tipo de placer que esa mujer piense que es el novio de Raoul. Para nada es eso.

—¿Necesita ayuda con esa o...?

—No, hijo, gracias pero me apaño —le dedica una sonrisa dulce la anciana—. Adiós.

—Que tenga un buen día —se despide él.

Tras ver como la mujer entra en su casa y cierra la puerta tras ella, se voltea en dirección contraria. La puerta de Lydia y Raoul. Desde fuera oye las risas provenientes del piso, espera poder unirse a ellas después de la locura que está haciendo. 

FALLING (Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora