Capítulo diez

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"Y tal vez nunca quise verte triste, solo quería que rieras y es por eso por lo que me fui, porque tal vez, eras triste conmigo"

(Rosario Alaniz)

La luz que se colaba por la ventana de la torre, era lo único que le indicaba si era de día o de noche, sabía que lo estaban reteniendo en aquel lugar para hacer que su padre desistiera de aquella investigación. A pesar de tener solo cinco años, Noo era demasiado inteligente para ignorarlo, también demasiado inteligente como para demostrar que sabía todo lo que pretendían hacer con su papá.

Lo secuestraron un viernes, después de salir del jardín de niños, su Dada, había quedado en ir a buscarlo, pero ellos llegaron antes, simplemente lo subieron a esa camioneta y luego lo encerraron en aquella torre.

Supo que habían golpeado a su Dada, supo que lo habían herido, supo que él estaba luchando por recuperarlo, y supo también que estaba siendo chantajeado para desviar la investigación.

Esa noche lo llevaron a la torre, su Dada tenía evidentes marcas en todo su cuerpo, respiraba con dificultad porque también tenía una costilla rota, él no decía pero Noo lo podía sentir, aun así con los ojos él le dijo que todo estaría bien.

- Nada estará bien, he oído sus pensamientos Dada.

- Tranquilo Noo, lo resolveré.

- No puedes...

- Mira a tú hijo por última vez Tul Pakorn, si no cooperas con nosotros nunca verás a este mocoso de nuevo.

- Cooperaré...

- No lo hará. – Dijo Noo. – Yo puedo hacerlo, yo lo haré en su lugar.

- Silencio Noo, tú no puedes hacer nada. – Lo regañó su padre.

No iba a llorar, Noo sabía que llorar no serviría de nada, eso no salvaría a su padre.

- Puedo leer la mente de las personas. – Dijo luego de desobedecer la orden. – Eso es más valioso que un policía.

- ¡Cállate Noo! – Dijo

- Cállense lo dos, ¡basta de tonterías! – Gritó uno de los hombres que lo tenia prisionero.

- ¿Por qué me he metido en esto?, no soy una mala persona. - Recitó Noo. – Tienes dos hermanas y una de ellas tiene cáncer. – Le dijo el niño.

- ¿Cómo sabes todo eso?, ¿Quién te lo dijo?

- Te dije, puedo leer la mente. – El tipo lo miró con los ojos bien abiertos y luego negó con la cabeza.

- Llama al jefe. – Ordenó.

- No llamará a nadie... - Tul se levantó, pero fue golpeado nuevamente, haciendo que el niño corriera a su lado.

- Dada..., todo estará bien. – Lo consoló.

- Bebé no hagas esto, Noo, ¡mírame!, lo resolveré, siempre lo hago.

- Olvídate de mí Dada, Yo haré lo mismo, ninguno de los dos sufrirá. – Dijo el niño antes de poner sus dos manitas sobre la cabeza de su padre.

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