Capítulo 30. Quiero remediarlo.

146 8 1
                                    


ARISTÓTELES.


-Vas a decirme ahora sí porque se te ocurrió pelearte en la escuela?-. Me pregunta mi mamá apenas llegamos a casa.

-Por cosas sin sentidos-. Le contesto con tono indiferente y me dirijo hacia mi habitación.

-¡Aristóteles Córcega!-. Me grita mi mamá y entonces comprendo que está enojada, así que voy hacia donde ella. -Esto no se puede tomar tan a la ligera, te han suspendido por 5 días y va a afectarte en todo, además no te peleaste con cualquiera, te peleaste con tu amigo, Diego.

-Ese no es mi amigo, ma'.

- Como sea.

-Ma' por favor, no quiero hablar de eso.

-Entonces, ¿Vas a contarme que paso?-. Me pregunta, ya en un tono más relajado

-Pues...

-¡A ti qué te pasó!-. Interrumpe mi papá mientras entra a la casa.

-Nada, todo está bi..

-Se peleó en la escuela, el muchachito-. Me interrumpe mi mamá, exhibiéndome ante mi padre.

-Me imagino que el otro quedó peor que tú-. Me pregunta mi padre en tono curioso.

-Lo hubieras visto, lo dej...

-¡Bueno, ya los dos!-. Interrumpe mi mamá enojada.- a ver Audifáz, esto no es para celebrar ¡Caramba! que se peleó con un muchacho y lo suspendieron, esto no se celebra se debe de corregir y tu en lugar de llamarle la atención lo quieres felicitar.

-Tienes razón, Amapola, tienes razón-. reconoce mi padre. - A partir de ahora tienes prohibido tomar tu celular y ya que no vas a ir a la escuela, vas a ayudarle a tus tíos en la panadería y te vas a encargar de limpiar todo el edificio, a ver si así recapacitas sobre lo sucedido.

---


Han pasado apenas dos días desde aquel ocurrido, y en estos dos días he trabajado demasiado, de la panadería al edificio y del edificio a la panadería , nada más, es tan aburrido. Los castigos apestan. No sabría que pronto cambiaría de parecer.

-Aris, ya para cerrar, sube a la azotea por las charolas que lavamos en la tarde-. Me pide mi tía Blanca y yo sin más le obedezco.

Cuando entro a la azotea mis ojos solo se posicionan sobre él, verlo a la luz de la luna es aún más especial que verlo en cualquier otra ocasión, me la pienso dos veces antes de acercarme, pero me armo de valor y voy hacía él. Está recargado sobre el antepecho, mirando hacía la nada.

-Está muy calmado hoy ¿No?-. Le digo mientras me acerco a su lado.

Cuando cae en cuenta de quien soy, se da la vuelta e intenta huir, pero me interpongo en su camino.

-Déjame ir, por favor-. Me pide, mientras intenta apartarme, pero no cedo.

-No, hasta que me dejes hablar.

-No hay nada que hablar, apártate.

-No, escúchame primero-. Le digo firmemente y él da la vuelta y vuelve a recargarse sobre el antepecho de la azotea, dándome la espalda.

-¿Qué quieres que escuche?-. Empieza a decir en tono seco y si no lo conociera tan bien no hubiera notado sus ganas de romper en llanto. -¿Cómo me trataste después de confesarte mi amor o cómo fue que me hiciste sentir culpable de todo?

No puedo ver su rostro, pero su voz se corta y estoy seguro que las lágrimas inundaron su rostro.

-Temo, yo...

-No digas nada, Aristóteles-. Me responde con la voz alzado, mientras se voltea hacia mí.

Cuando su rostro se voltea hacia mí puedo comprobar que está llorando, verlo tan indefenso despierta en mí un sentimiento de querer protegerlo y de querer lastimar de la misma manera a la persona que le hizo tanto daño, pero no me puedo lastimar a mí mismo.

-Todo está claro y te pido por favor que ya no me sigas haciendo daño-. Continúa diciendo.

No sé en qué momento las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, tampoco supe cuando me acerqué demasiado a él, a tal grado de tenerlo a pocos centímetros. Aunque le sobrepaso mucho en estatura, sus ojos y los míos se encuentran y espero que con esa mirada mis sentimientos puedan viajar hasta él, pero su indiferencia me lastima. Bien merecido lo tengo.

-Sé que me porté como un idiota y se que me merezco tu desprecio y tu rechazo, pero al menos déjame decirte esto-. Le comienzo a decir.

Ya no me importa que todos se enteren de mis sentimientos, ya no quiero seguir ocultándolo, estoy enamorado de Cuauhtémoc y quiero que él lo sepa, quiero que el mundo entero lo sepa.

-Cualquier cosa que digas no va a remediar todo el daño que me hiciste, no va a regresarme la paz que perdí, ni todas las horas en vela por tu culpa, ni las lágrimas que gasté por ti. Tus disculpa solamente sanarán tu ego y tus ansías por ser el centro de atención de todos, porque eso es lo que eres, no piensan en los demás, solo piensas en ti. ¿De qué me valen tus disculpas? ¿De qué van a valerme tus simples palabras vacías? De nada, ya nada que venga de ti puede sanarme, pero te voy a decir lo que quieres oír para que dejes de molestarme: Aristóteles, te perdono por tratarme como una basura, por jugar con mis sentimientos, por jugar con el amor que te tenía, te perdono por hacerme pedazos. Ahora déjame en paz y sigue con tu vida.

Escuchar todas esas palabras me han dejado anonadado, no sabía que tanto le había lastimado, no sabía que tan roto lo había dejado, pero ahora lo entiendo, ahora se la basura tan grande que he sido. Cuando quiero confesarle todo y aclarar las cosas, él se escabulle para huir de mí, pero lo detengo.

-Déjame explicarte todo, Temo, déjame hacerlo-. Le suplico, pero él hace caso omiso a mi petición.

En un acto desesperado intento robarle un beso, pero él lo evita.

-¿Qué ganas con todo esto?-. Me pregunta. -No eres el centro del universo, búscate la atención de otro idiota y a mí déjame en paz.

Se suelta de mí y procede a abandonar la azotea, no sin antes voltear hacia mí y pronunciar las palabras que tanto daño me causaron.

-Por favor, no vuelvas a intentar algo como esto, porque tengo a alguien que sí me valora por lo que soy, sí, estoy saliendo con Diego.

Esas palabras me destrozan el alma, quiero que sea mentira, pero cuando intento pedir respuestas, Temo ya ha desaparecido de mi vista, dejándome con el alma herida y el corazón roto. Es lo menos que me merezco


*Siguiente capítulo: Gran Final*

ARISTEMO. Las voces del corazón.Where stories live. Discover now