CAPÍTULO 17. Soy Cuauhtémoc López.

745 42 14
                                    


CUAUHTÉMOC.


Una vez que entramos al comedor pude ver a todos sentados alrededor de la mesa, desde el más pequeño hasta el más grande de mi familia se encontraba tomando un lugar a lo largo de ella, además de mi familia también se encontraban Diego y su mamá y en esta ocasión había dos razones por la cual ellos nos acompañaban está noche.

1. Porque ellos siempre han pertenecido a esta familia y como tal debían de estar aquí.

2. Porque la mamá de Diego tenía algo muy importante que decirnos.

La verdad no me cabía la menor duda de que el destino se había encargado de posicionar cada pieza para que yo pudiera desenmascararme delante de toda mi familia, en primer lugar porque mi papá después de jurar nunca volver a Toluca, decidió venir acá, en segundo el quedarnos un día más aquí repentinamente y en tercero y último que Sara y mi Papancho decidirán organizar una cena para toda la familia.
Es más que obvio que todo se fue dando a su tiempo y eso me dio una cierta seguridad de poder hacerles saber a todos quién soy, no niego que mis nervios estén hasta el tope, pero si la vida ya me puso todo en bandeja de plata, lo que menos debo hacer ahora es echarme para atrás.

Camino lentamente hacia mi lugar, mis pies quieren obligarme a salir corriendo de aquí, pero sé que si al menos lo intentará, Aristóteles no me dejaría dar ni siquiera dos pasos fuera de aquí, así que la idea de huir no es la más conveniente.

Tomo asiento, a mi derecha se encuentra Aristóteles y a mi izquierda Diego, estoy en medio de ambos y agradezco que sea así, pues al menos no me sentiré solo en el momento que la verdad sea dicha.

-Todo va a estar bien-. Susurra cerca de mi oído.- Eres valiente y siempre lo has sido.

-Muchas gracias enserio-. Le responde también en un susurro apenas audible, pues el nerviosismo es dueño de mí en estos momentos.

-¿A ver ustedes que tanto cuchichean?-. Nos interrumpe Papancho con grito.- Se tardan años en bajar y todavía se ponen a poner a secretearse aquí, se pasan de verás.

-Perdone Pancho-. Le responde Aris un poco apenado.

-'Ta gueno pues.- Dice mi papá con una sonrisa.- Pero pues no hay que demorar más y empecemos a comer que para eso estamos aquí.

Cuando dijo las últimas palabras todos obedecieron y empezaron a comer, yo en lo que menos pensaba en estos momentos era en comer, sentía que si algo entraba a mi estómago en seguida saldría por medio del vómito, así que en todo el rato decidí jugar con la comida.

-No has tocado nada Temístocles-. Me dice mi padre con preocupación-. ¿Pos que trais? Has estado todo el día bien raro.

-No es nada, solo que no tengo hambre en estos momentos.

-Pero de perdida dale una probada a la comida, si está requeterica-. Me insiste mi papá.

-Si ahorita-. Le respondo con una sonrisa.

-Vas, pues.

De pronto todos me estaban observando, esperaban que probara la comida, como pude tome un poco de mi plato y comí, sentía mi estómago revolverse, pero no cedí ante los impulsos se éste, sino que esboce una sonrisa a todos y ellos viendo esto regresaron a sus pláticas.

La cena transcurrió normal, todos estaban disfrutado del momento, todos menos yo, para este entonces yo ya era una bomba que en cualquier momento explotaría y dejaría consecuencias, lo que más me mataba era no saber si serían buenas o malas.

ARISTEMO. Las voces del corazón.Where stories live. Discover now