CAPÍTULO 4. Primeras miradas.

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ARISTÓTELES.


Cuando salgo del departamento me dirijo hacia la puerta de enfrente y toco, como veo que se tardan un poco en abrir decido voltearme para que nadie me vea y le doy un pequeño dedazo al pastel ¡Este pastel sabe a gloria!

-Ah, Hola- me dice alguien por la espalda haciéndome sobresaltar.

Intento disimular mi acto anterior y volteo, esperando que la persona que abrió la puerta no se haya percatado que le di la primera probada a su pastel. Una vez que dejo de darle la espalda, no puedo creer lo que veo, la persona que abrió la puerta es un chico, deduzco que es el muchacho del que mi mamá me habló hace menos de 30 minutos, si no supiera que es casi de mi edad me dejaría llevar por su estatura y por su cara de niño y pensaría que es mucho menor que yo. Tiene algo en su mirada, algo que me cautiva, algo que me deja sin palabras, siento como mi boca se abre, pero de ella no sale ninguna palabra.

-¿Te sientes bien?-. Escucho que me dice, no lo puedo creer, su voz es tan dulce, ahora que he escuchado su voz puedo comprobar que efectivamente es un ángel.

-¿Te puedo ayudar en algo?-. Me vuelve a preguntar y caigo en cuenta que no he parado de verlo desde que me di la vuelta, así que intento disimular mis actos.

-Sí, sí, perdón, lo que pasa es me deje llevar, te pareces un poco a un amigo mío.- Miento para que esto no parezca más raro de lo que ya es.

-Oh, que chido.- Obtengo como respuesta de su parte.

Un silencio incomodo se genera, la tensión sube y ambos nos sonreímos como idiotas, supongo que esperamos que cualquiera de los dos continúe con la conversación, después caigo en cuenta que el que tocó la puerta fui yo y algo dentro de mí me recuerda el pastel y la invitación, así que prosigo.

-Ammm, mi tía blanca, la de aquí del departamento de enfrente, les manda este pastel como una invitación para que nos acompañen a comer-. Digo torpemente y acto seguido estiro mis brazos para entregarle el pastel.

Cuando estiro los brazos para entregar el pastel, el estira los suyos también y en un momento dado nuestras manos rosan, sentir su mano ocasiona que una especie de electricidad recorra por todo mi cuerpo, mi reacción inmediata es jalar mis manos inmediatamente hacia a mí, al parecer él hizo lo mismo, trayendo como consecuencia un pastel deshecho en el piso.

-¡No, no, no!-. Digo asustado-. ¡Mi tía me va a matar!

-¡Perdón, perdón, no fue mi intención lo juro!-. Me dice el chico un poco asustado también.- ¡Te compro otro!

-No es que no se trata de comprar otro, sino que mi tía lo hizo especial para ustedes y ahora que le voy a deci...

Cuando iba a terminar la oración mi tía sale de su departamento y nos ve a mi nuevo vecino y a mí tratando de reparar el pastel ya deshecho en el piso.

-¡Ay no, no no! ¿Qué hiciste Aristóteles?-. Dice mi tía y puedo distinguir en su voz un poco de enojo y decepción.

-No, no fue culpa de él, fue mía, señora.- Contesta mi vecino antes de que yo formule una respuesta.

-No, no fue su culpa.- Digo para defendiéndolo, regresándole de alguna manera el favor.

-¡'Ora! ¿Qué pasó aquí Cuauhtémoc?- Escucho decir a un hombre, nunca había escuchado aquella voz, cuando alzo mi vista veo que del 202 sale un señor, y enseguida caigo en cuenta que es el papá del chico nuevo.

-Nada, papá, lo que pasa es que se nos cayó el pastel, pero fue un accidente.- le contesta muy nervioso a su padre.

-A nadie se le cae un pastel por accidente.- Dice en forma de burla el hombre.

Eso es muy cierto, a nadie se le cae un pastel por accidente.

-Lo que pasa es que el pastel era una invitación para que aceptaran venir a comer con nosotros.- Dice mi tía dirigiéndose hacia el padre de familia.- pero al parecer la invitación ya quedo arruinada ¿verdad Aristóteles?- termina de decir clavándome sus ojos.

- No se hubiera molestado doña blanca, pero claro que le aceptamos su invitación ¡faltaría más!- Dice el señor.

-¡Tía y si voy por pan a la panadería!-. Le propongo en seguida.

-Sí, ve, es lo mínimo que puedes hacer después del desastre.

- Regreso en seguida.- digo emocionado.

Justo cuando me levanto y me dio la vuelta listo para salir corriendo se me viene a la mente mi nuevo vecino, así que volteo de nuevo y lo veo aún hincado frente al pastel.- ¿Me acompañas?- Le digo y una sonrisa se dibuja en su rostro. Una hermosa sonrisa, por cierto.

ARISTEMO. Las voces del corazón.Where stories live. Discover now