36. No dejes nada inconcluso

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Lo primero que siento a la mañana siguiente al abrir los ojos es un gran calor, pronto me doy cuenta que ese calor viene junto a mi, Lida, es la que está apretando fuertemente un costado de mi cuerpo.

No sé en qué momento se pasó de su cama a la mía, pero eso es lo de menos ahora, aún está oscuro afuera, así que me permito disfrutar este momento, acariciando de vez en cuando los mechones sueltos de su cabello.

La segunda vez que despierto las cortinas de mi habitación están abiertas, la luz del día entrando por la ventana e iluminando todo mi rostro. Mi hermana ya no está junto a mi, pero logro escuchar sus voces en la cocina y si me concentro, también puedo oír la televisión.

Anoche, luego de caer sobre papá, les dije todo lo que estaba pasando, desde lo que pensaba de mí hasta lo que pensaba de ellos, desde lo que estaba pasando en las escuela hasta lo que estaba pasando en casa.

Yo lloré y ellos lloraron, aunque no fue mi intención hacerlos sentir como si me estuvieran fallando como padres, porque para nada siento eso, fue inevitable para ellos sentirse así.

Me disculpé por no haberme acercado a ellos antes, pero entendieron lo difícil que es acercarse y pedir ayuda. Me hicieron ver que tampoco estaba mal, pedir ayuda cuando es necesario y la verdad es que no quiero seguir así, sintiéndome miserable

—Buenos días dormilona.

Escucho desde la puerta la cálida voz de mi madre. Giro la cabeza para verla, apoyada sobre el umbral con los brazos cruzados me entregan una sonrisa que me da tanta calma, es como si me intentara acurrucar en ese calor que entrega.

—Buenos días —murmuro, mi voz suena más rasposa que de costumbre—, qué hora es.

—Medio día, es hora ya que te levantes...

Eso me despierta casi completamente, haciéndome sentar en mi cama de golpe. Mi alarma no sonó o si lo hizo definitivamente no la escuché.

—Voy tarde a clases —demasiado, ya me perdí el primer periodo.

Mi mamá suelta un resoplido y la verdad es que no entiendo como no puede estar en pánico al igual que yo. Si en la escuela vuelven a ver que falté podrían decirle a mis padres que quise escaparme otra vez y generar problemas, o peor, generarle problemas a ellos.

—No sonó mi alarma —aclaré, no quiero que piense que intentaba faltar.

—Yo la apague.

¿Qué?

—Vamos a desayunar, tus hermanas han estado esperando todo este rato a que te levantes y no quieren comer sin ti.

Miro a mi mamá con, probablemente, la expresión más confusa que puedo poner, porque no entiendo nada. ¿Tomar desayuno? ¿así como así?

—¿Eh?

Ella no me dice nada y de pronto una pequeña cabeza aparece junto a ella, tan alegre y radiante que inmediatamente se que se trata de Reda. Ella mira a mamá y luego a mí, cayendo en la cuenta poco después de que yo ya estoy despierta; no sé cómo lo hace, pero irradia el doble de felicidad al verme.

—¡Joy!

Se lanza sobre mi cama y a mis brazos, con su fuerza —y porque no estaba preparada para recibirla—, me empuja nuevamente a la comodidad de mi colchón. Suelto una risa cuando intenta hacerme cosquillas en el cuello, repitiendo varias veces que me levante luego porque muere de hambre. Bueno, así como cosquillas no me está haciendo, solo está enterrando sus dedos un poco fuerte en mi cuello y costillas, pero eso no me detiene de soltar fuertes risas para no desalentarla, aunque en el fondo no me esté divirtiendo.

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora