7. ¿Quién es él?

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Cuando por fin logro que las gemelas se duermen ya son pasadas las nueve de la noche. Me dejo caer en el sofá con un fuerte suspiro de cansancio, mientras que con mis manos sobo mis piernas.

Pienso en todas las cosas que deje tiradas en mi cama como mis cuadernos con tareas que tengo que terminar y ropa que tengo que ordenar y guardar. Me duele la cabeza de solo pensar en que nuevamente me quedaré hasta tantas de la noche para intentar hacer mis deberes en la incómoda silla de nuestra cocina para no perturbar el sueño de las gemelas.

Quizás si las tareas no fueran tan difíciles para mí no estaría tan complicada, pero jamás he sido una alumna aplicada ni mucho menos destacada; siempre me ha costado estudiar y a pesar de que avanzar de grados no ha sido una mayor preocupación para mi, nunca lo he hecho con notas de las cuales me gustaría sentirme orgullosa.

Escucho las llaves tintinear fuera de la puerta del departamento e inmediatamente giro la cabeza en esa dirección para asegurarme que no me esté engañando nuevamente por el ruido que hace mi vecino.

La puerta se abre y mi mamá entra intentando sostener sus bolsas y sacar las llaves del cerrojo al mismo tiempo. Pelea de esa forma unas cuantas veces más hasta que lo logra.

—Uff —dice luego que cierra la puerta—. Esa puerta me ha dado más problemas ahora que las gemelas en toda la vida.

—Nunca imagine que eso fuese posible —digo de forma burlesca.

Mamá me mira atentamente y luego me sonríe, mi levanto desde donde estoy sentada para ir hacia donde está mamá y ayudarla con las cosas que trae. Sostengo sus bolsas de compras —que no son muchas— y las llevo a la cocina mientras dejo que ella guarde el paraguas amarillo que estaba usando hoy para protegerse de la lluvia.

Observo por la ventana que la lluvia ya ha amainado, pero el frío que trajo consigo se siente por toda la casa.

—¿No has hablado con papá?

Mamá niega con su cabeza y se posa junto a mi para sacar las pocas cosas que compró.

—Dijo que no quería que le llamara yo, que él lo haría cuando se desocupara. Supongo que si no lo ha hecho es algo bueno...

Rodeo la mesada para darle espacio a ella de moverse libremente por la cocina. Apoyo mis codos en la superficie de mármol y acomodo mi cabeza entre mis manos mientras veo atentamente cada movimiento de mamá.

—Aunque conociendo a tu padre si las cosas no han ido bien tampoco llamaría...

Para evitar preocuparnos, típico de Leonard Arlete.

—Bueno no nos queda más que esperar, cruzar los dedos para que funcione esta vez.

—Así es... ¿quieres un té? —se gira sobre sus talones con la tetera en manos. Llega hasta el fregadero y allí llena el recipiente —. He estado esperando por una taza de té todo el santo día.

—Está bien —le digo.

Mamá guarda silencio y continúa con lo suyo. Pienso duramente en cómo abordar el tema que desde el despido de papá a estado tocando mi lengua para salir a colación. Y es porque sé que mamá no se lo va a tomar de la mejor manera, lo sé, soy consciente de ello.

Pero creo que este es el momento para decirlo.

—Ehh, ¿mamá?

—Hmm.

Desde sus labios sellados deja salir un ruido de afirmación que debería incitarme a continuar, pero la verdad, es que solo ha conseguido ponerme nerviosa.

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora