38. Las piezas que recuperamos

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Tamborileo los dedos en la misma pierna que se mueve inquieta contra el suelo. Han pasado varios días desde ese momento con Nadine y desde mi conversación con Megan.

Le entregué a ella el currículo de mi papá. Cuando le conté sobre la posibilidad sus ojos brillaron de tal forma que logró transmitir el sentimiento a todos nosotras.

Mamá intentó mantener las esperanzas bajas para no enfrentarnos a otra desilusión, pero realmente era algo difícil de pedir.

Hoy es su entrevista y para ello se despertó temprano, muy temprano, para bañarse y arreglarse. Eligió su mejor traje, se perfumó y peinó tan engominado como esos actores en los ochenta.

Está tan emocionado que canto a mamá una melodía hermosa y bailo frente al espejo. Realmente espero que esta vez funcione.

Por otro lado, hoy me levanté temprano para llegar pronto a la escuela e ir directamente a la consejera escolar. No tenemos dinero para conseguir una psicóloga o algo similar, así que me conformaré con la ayuda que me proporcione la escuela. Pero estar aquí ahora está generando una gran ansiedad en mi.

Veo como la secretaria se instala detrás de su escritorio, ella me sonríe al pasar, pero no soy capaz de devolverle el gesto.

Tal vez no debería estar acá, tal vez estoy siendo paranoica. Nada malo pasará de ahora en adelante, tuve ese descontrol porque estaba nerviosa por no saber dónde estaban mis hermanas y la segunda vez fue por cansancio... tal vez.

Además de todo el estrés que aparentemente tengo acumulado.

Sé que la consejera está con alguien dentro, porque vi a la chica ingresar. Llevan ahí demasiado tiempo para considerarse una simple sesión de escuela. Claramente se ve que la chica necesita tiempo.

Yo ni siquiera sé qué le diré. ¿Podré hablarle sobre lo que pasó con mis hermanas? ¿O sobre los problemas de dinero que tenemos en la casa? ¿O por qué mamá cada vez llega más cansada del trabajo?

¿Deberé hablar de Nadine o de Zane?

No, esas son cosas muy personales. Entonces, ¿de qué hablaré?

Mis ojos viajan directamente a la secretaria y como si me leyera el pensamiento, ella dice: —Ella ya te atenderá.

Pensé que sería sencillo... no lo es.

Papá mencionó algo de tomarme las cosas con tiempo e intentar avanzar a un paso que sea óptimo para mi, pero no puedo hacerlo. No sé cómo hacerlo.

Es agotador. Estoy tan nerviosa que no puedo quedarme quieta.

El teléfono suena, fuerte en comparación a la música suave que sale de la radio que tiene la secretaría en el estante junto a su escritorio. Me sobresalta. Mi pierna no deja de moverse.

No sé con quién habla, pero lo que sea que le dice, la hace mirar hacia mi dirección.

—Hay una chica esperando —espera y luego separa el teléfono de su boca—, ¿cuál es tu nombre?

—¿Eh?

—¿Tu nombre?

—Joy —suelto apresurada—, Joy Arlete.

Ella repite mi nombre y luego murmura una afirmación.

No estoy preparada para esto, no podré hacerlo. ¿Qué tengo que hacer?

—Le diré, si, entiendo, no hay problema —vuelve a alejar el teléfono y se dirige a mí—, probablemente demore más de lo que pensaba, ¿te importaría esperar un poco?

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora