17. ¿Este día podría ponerse mejor?

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Lunes, fatídico y despreciable lunes. Las cosas no han salido como quiero, no, ni siquiera es eso, las cosas han salido terriblemente mal. Discutí con un profesor, Nadine no da luces de aparecer por ninguna parte, Megan me dijo que las fotos que saqué de la competencia de natación fueron tan malas que no planeaba ponerlas en la edición de la semana, terminé discutiendo con ella también.

Tengo muchas ganas de llegar pronto a casa y echarme a dormir una siesta que dure una eternidad antes de que me den ganas de llorar. Muerdo el interior de mi mejilla meditando las posibilidades de ir caminando, pero tan solo la idea de caminar más de un par de cuadras me molesta.

El teléfono me suena en el bolsillo, al sacarlo ni siquiera me fijo en quién es.

—¿Aló?

Hola hija, ¿pasó algo?

Frunzo el ceño cuando escucho a mamá. Quizás sone un poco molesta al contestarle, cuando realmente no lo estoy... creo.

—Nada... ¿por qué?

Se te escucha algo molesta —murmura—. En fin, necesito pedirte un favor mi niña, ¿ya saliste de clases?

Por alguna razón miro hacia todos lados, algunos compañeros de clases ya están desapareciendo en dirección a sus casas... o a cualquier lugar que no sea aquí.

—Mmm si —respondo, pero se percibe la duda en mi voz. No estoy segura de querer saber el favor que mamá tiene para pedirme—. Quiero llegar a casa y dormir hasta que sea sábado nuevamente.

Acerca de eso... necesito que vayas a buscar a tus hermanas.

—¡Mamá! —me quejo. Sé que quizás estoy sonando como una niña pequeña haciendo berrinche, pero me siento muy cansada, por primera vez en mucho tiempo no quiero tener que preocuparme de mis hermanas pequeñas—. ¡Planeaba descansar un poco!

Lo sé, lo siento, pero a tú papá le salió una entrevista de último minuto. Tu sabes lo mal que nos fue con la anterior... necesitamos todas las oportunidades que podamos tomar —con todo lo que dice está logrando que sienta una profunda carga en mi conciencia—. Sabes bien lo importante que esto es para nuestra familia.

¡Bah! Lo sé.

Pongo mis ojos en blanco, a pesar de que ella no pueda verme, esta charla la hemos tenido un millón de veces y todas esas veces lo entiendo, no es necesaria la constante repetición.

—Ni tengo el auto conmigo.

Lo sé, lo sé. Puedo cargar tu tarjeta de estudiante o si vienes a la tienda te daré dinero para un taxi.

—Tranquila, traigo dinero conmigo. Veré que puedo hacer.

¡Mil gracias hija! —exclama con mucha emoción, más de la necesaria probablemente—. Ahí te lo compensaré, lo prometo.

—Está bien, adiós.

Antes de que me siga agradeciendo corto la llamada. Suelto un suspiro tan grande y agotador que atraigo un par de miradas. Inmediatamente después rebusco entre mis cosas algo de dinero para tomar el bus, pero entre buscar y buscar no encuentro nada.

—Oh Dios no.

Doy vuelta el contenido de mi bolso en el piso porque mi billetera está vacía y mi monedero no está por ningún lado.

—No, no. ¡Tampoco traigo la tarjeta de estudiante!

Comienzo a desesperarme porque la idea de caminar hasta allá y luego caminar de ahí con mis hermanas hasta la casa no me agrada demasiado. Ya puedo imaginarme la pesadilla de viaje considerando lo quejicas que son ellas dos.

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora