40. Lo que ya no ocultamos

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Esa noche todos celebramos, incluida Nadine.

Nos reunimos alrededor de la estufa y compartimos una agradable cena, hasta que mis hermanas no pudieron más del sueño y cayeron rendidas en el suelo. Mis padres se las llevaron a dormir con ellos, mientras que Nadine y yo compartimos mi cama.

Hablamos hasta las tantas de la madrugada, como solíamos hacerlo. Nuestras piernas entrelazadas para abrigarnos una a la otra, observandonos frente a frente y hablando de todo y de nada al mismo tiempo.

No sé en qué momento me dormí, ni si ella se durmió primero o fui yo, solo sé que no había dormido así de bien en tanto tiempo, que a la mañana siguiente me sentí como alguien nueva y no sabía que estaba tan cansada hasta que sentí como la energía volvía a mi.

—Tenemos que ir a ver el siguiente partido del equipo —dice Nadine cuando atravesamos las puertas de la escuela.

Me volteo a verla, confundida porque el tema surgió de la nada. Ella me mira de regreso, sin entender por qué la observo así, pero cómo no hacerlo, si jamás en todo este tiempo ella había dicho que quería ir a ver al equipo de básquet, mucho menos luego de todo lo que ha sucedido. De hecho, hemos evitado ese tema como la plaga.

—¿Qué?

—¿Te estás escuchando? —pregunto entre una risa—. Voluntariamente estas diciendo que quieres ir a un partido de básquet. ¿Enloqueciste? ¿Tienes fiebre o algo?

Ella me empuja cuando continúo burlandome.

—No, pero, en serio, por qué quieres ir.

Caminamos por los pasillos de la escuela hasta el salón donde nos toca nuestra primera clase. Nadine cruza su brazo con el mío y como vamos las dos unidas, hacemos que todas las personas que caminan hacia nosotras tengan que moverse porque nosotras no nos separaremos. A mi amiga le gusta eso.

—No tiene nada de especial, ¿por qué no puedo ir? Es un partido importante, hay muchos jugadores interesantes y la última vez no estuvo tan mal.

Intento recordar la última vez que estuvo en un juego y solo puedo recordar verla refunfuñando. Esa vez no entendía por qué estaba tan molesta porque no le parecía desagradable el juego en sí, sino que algo más había que le molestaba.

Aunque...

—Esto no tiene que ver con Megan, ¿cierto?

Me detengo justo en la entrada del salón y gracias a que seguimos unidas, siento el momento exacto cuando todo su cuerpo se tensa.

Nadine se apresura en entrar, ocultando su rostro debajo de su cabello, pero la conozco lo suficiente para saber lo roja que debe estar y lo avergonzada que se debe sentir.

Dejo salir una suave risa y la sigo por detrás, hasta donde nuestros asientos se encuentran.

—No tienes que avergonzarte —digo al mismo tiempo que dejo caer mi mochila sobre la mesa—. Es raro, porque es Megan de quién hablamos, pero si quieres ir a un partido del equipo de básquet para verla pues... ve.

Ella no me mira en ningún momento, solo rebusca sus cosas en su bolso.

—No tiene nada que ver con Megan.

—Ajá.

—¡Es cierto! —se defiende, esta vez sí puedo ver el indiscutible rubor en sus mejillas.

—¡Y yo dije que ajá! —digo entre risas poco sutiles.

La verdad no es que quiera incomodarla o molestarla, pero no tengo muchos recuerdos de ver a Nadine toda avergonzada porque le hablo de alguien que le gusta, de hecho, creo que jamás le había gustado alguien antes.

No hay lugar en tu corazón [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora